Con oxígeno
Respirar (con prudencia)
Las mascarillas han enfriado nuestras relaciones y empeorado la piel, pero han servido para algo más que controlar el Covid
La normalidad comienza hoy. Primer día sin mascarillas después de un largo año. Fue el 18 de mayo de 2020 cuando el Gobierno aprobó la ley que hacía obligatorio el uso de mascarilla en exteriores e interiores para cualquier persona mayor de 6 años. Decretó su obligatoriedad tras muchos bandazos, presionado por las comunidades, que hasta ese momento estaban encargadas de su regulación, y el ejemplo de tantos otros países que ya se habían dado cuenta de que los cubrebocas eran esenciales para frenar la epidemia.
Cuando el ministerio que entonces capitaneaba Salvador Illa se dejó de ambigüedades y decretó por ley el uso de mascarillas, empezó la «asiatización» de España. Los españoles, que antes de la aparición del Covid, miraban extrañados a los turistas chinos y japoneses que paseaban con la nariz y boca cubierta, poco a poco, comenzaron a hacer suya también esta costumbre. Hubo reticencias, sí, pero la ciudadanía supieron adaptarse.
El beneficio más importante, sin duda, ha sido el control de la transmisión del virus. A finales de 2020, un estudio del Ministerio de Sanidad concluyó que la reducción de la transmisión con una distancia interpersonal de 50 centímetros y oscila entre el 70% con el uso de mascarilla higiénica, el 80% con quirúrgica y el 90-95% con la FPP2.
Pero el uso del cubrebocas ha tenido otros efectos beneficiosos, como la reducción de otras enfermedades, según la red de vigilancia epidmeiológica RENAVE. Hasta mayo contabilizó 2.361 casos de gripe , cuando lo normal, si no hubiera habido pandemia, sería una notificación de más de 466.0000. En 2021 también se ha observado una reducción importante de los casos de paperas: 161 en lo que va de año, frente a los 5.361 del mismo periodo de 2020 Y también de varicela: 1.077 frente a 8.143. Una de las principales razones, afirma Benito Almirante, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.son las medidas anti Covid no farmacológicas: cuarentenas, distancia social y el uso de la mascarilla.
Por otro lado, el uso de cubrebocas ha reducido los síntomas más molestos de las alergias. Según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) el uso de mascarilla en pacientes alérgicos disminuye el consumo de medicamentos de rescate y las visitas a urgencias por este tipo de reacciones. El doctor Pedro Ojeda, coordinador de comunicación de la SEAIC, confirma que la mascarilla ha reducido los síntomas respiratorios como la rinitis y el asma.
Más importante aún es que actúa de filtro contra la contaminación. Desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), indican que la mascarilla «filtra las partículas y eso hace que se inhalen muchas menos del ambiente contaminado. Lo único es que deberíamos llevarla por muchos años, porque la contaminación no es como un virus, es algo lento, progresivo y acumulativo», alertan.
Que los españoles hayamos aprendido a convivir con estos elementos va a suponer una mejora de la Salud Pública. Así al menos lo considera Joan Carles March Cerdà, médico especialista en Medicina Preventiva. «Ha tenido un efecto muy positivo en la salud de muchas personas, como los que tienen asma y EPOC. También han disminuido de forma importante las infecciones respiratorias. Por eso , sería bueno que, a partir de ahora, aunque ya no se requieran por los efectos de la vacunación, sigamos utilizándola pues no solo nos ayuda, sino que disminuye las infecciones entre las personas».
Efectos negativos
Las mascarillas han supuesto la medida no farmacológica más eficaz para controlar la tranmisión del virus. A estas alturas de la pandemia, nadie duda de su efecto protector, sobre todo en los espacios cerrados donde no hay ventilación. Ahora que la cobertura de vacunación es elevada entre la población de mayor riesgo, el Ministerio de Sanidad ha flexibilizado su uso en exteriores. Y, aunque era una medida muy demandada por la opinión pública, no todo el mundo está dispuesta a quitársela.
No está reconocido en los manuales, ni forma parte de los trastornos mentales pero está en la calle. Dafne Fernández, psicóloga y fudadora del Instituto Europeo de Psicología Positiva habla del Síndrome de la cara vacía. ¿De qué se trata? Es un conjunto de síntomas que aparecen cuando la persona se expone al quitarse la mascarilla. «Se representan en triada: emociones, pensamientos y conductas». En el plano de las emociones, esta psicológa afirma que estas personas, que por norma general tenían cuadros previos de ansiedad, no quieren quitarse la mascarilla aunque la situación epidemiológica sea favorable por miedo y angustia. En el plano de los pensamientos, «está la preocupación por sentir que están más expuestos al contagio suyo y el de sus seres queridos». Y en el de la conducta, «lo más común en estos pacientes es la evitación, se quedan en casa y no quedan con gente a la que condieran imprudentes».
La fundadora del Instituto de Psicología Positiva, explica que el haber estado tanto tiempo con la cara cubierta, aunque ha sido una medida necesaria, ha provocado la «asiatización» de las relaciones. «Hemos perdido afectividad y cercanía. Eso ha hecho que liberemos menos oxitocina y nos sintamos más solos». Ddemás, el hecho de no poder reconocer las expresiones faciales del prójimo y que las sonrisas hayan estado escondidas, ha incrementado las vivencias de emociones negativas y, por consecuencia, el consumo de ansiolíticos».
En este plano de las emociones, uno de los colectivos más golpeados ha sido la infancia. «Todavía no sabemos qué efectos reales va a tener, pero en los niños pequeños la lectura de las emociones es fundamentan en su proceso de aprendizaje y la mascarilla se ha interpuesto en este camino». No obstante, Dafne Fernández, apostilla que «el cerebro es sabio y que, aprende a desarrollar o potenciar otras habilidades para compensar de la que carece, por ejemplo, el de interpretar la mirada para saber qué me está queriendo transmitir la otra persona».
Más allá de las consecuencias psicológicas y sociológicas, los cubrebocas han alterado por completo nuestro cutis. «Las principales consecuencias son la dermatitis, piel seca, con aparición de eccemas y acné tanto en la población general como en sanitarios. En los sanitarios que llevan la mascarilla FPP2, al ejercer más oclusión, produce rozaduras en zona de nariz y mejillas», explica Yolanda Roldán, enfermera experta en Dermatología de la Clínica Dermatológica Internacional.
El catedrático de Dermatología y Jefe de Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, Julían Conejo-Mir, incide en que «el problema no es la propia mascarilla sino el hecho ha provocado el empeoramiento de ciertas patologías frecuentes en la zona ocluida, sobre todo, dermatitis seborreica, rosacea y acné.
Ahora que ya no será necesaria utilizarla tanto tiempo, se han paliado muchas afecciones cutáneas, pero han subido un 30% la demanda de tratamientos estéticos y también las intervenciones dentales como los blanqueamientos.
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