Pandemia

Sanitarios «desgastados» y sin vacaciones

Ver cómo se llenan de nuevo las plantas covid y las UCIs, esta vez con pacientes jóvenes, genera en los profesionales una ansiedad de anticipación que les paraliza y les bloquea

Hay semanas en que Darío (izq.) acude a trabajar cojeando, y no tiene fuerzas ni para hablar. Alejandro (dcha.) se mantuvo al pie del cañón un año, hasta que una situación violenta con un paciente colmó el vaso
Hay semanas en que Darío (izq.) acude a trabajar cojeando, y no tiene fuerzas ni para hablar. Alejandro (dcha.) se mantuvo al pie del cañón un año, hasta que una situación violenta con un paciente colmó el vasoC PastranoLa Razón

La quinta ola ha llegado en muy mal momento. Al incremento de las consultas, el cierre de camas y la saturación de los centros de Atención Primaria en la práctica totalidad de las autonomías se une la falta estructural de personal, la llegada de personas desplazadas por sus vacaciones de verano, la campaña de vacunación y la explosión de contagios. Un caldo de cultivo que vuelve a poner en jaque a la Sanidad española. Pero quien más sufre las consecuencias de esta situación es el personal sanitario que, después de 16 meses de pandemia, se resiente por el desgaste, la falta de protección y el abandono que siente por parte de la administración, la desmotivación y el miedo. Miedo a que se repita lo vivido en la primera ola, a volverse a contagiar por la expansión de nuevas variantes, como la Delta, que se trasmite entre personas inmunizadas y a enfrentarse a una «nueva batalla» cuando aún no se han recuperado de las heridas de las anteriores.

Es el caso de Darío Carrasquilla, auxiliar de enfermería en Urgencias en el Hospital de la Princesa de Madrid, que se despierta cada día sin saber si esa semana será «de las buenas o de las malas». «Me contagié hace un año. Tuve que estar ingresado y luego dos meses aislado en mi casa. Desde que me recuperé, tengo parestesias, calambres, dolor muscular, mucho cansancio y una fatiga de tal magnitud que hace que muchos días no pueda hablar, camine cojeando y ni siquiera pueda sentarme a escribir en el ordenador». Aun así, va a trabajar todos los días y ni se plantea pedirse una baja por sus síntomas de covid persistente. «Tengo 29 años y puedo tirar, hay compañeros que están mucho peor que yo y muchos pacientes a los que atender. No me puedo permitir caer», alega.

Las palabras de Darío resumen la problemática a la que se están enfrentado en estos meses los miles de profesionales sanitarios a los que ya no se aplaude, pero que siguen al pie del cañón día tras día. Por un lado, las contagios en este colectivo se han multiplicado por seis, pasando de 319 casos diagnosticados en los últimos 14 días a los cerca de 2.000 que reseña el último informe semanal del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES). La Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) alerta sobre estos datos y destaca que, si bien estos casos suelen ser asintomáticos o con síntomas leves, obligan a guardar cuarentena, «con lo que esto supone para unas plantillas mermadas y que vuelven a estar en una situación crítica como consecuencia del incremento de las consultas por esta quinta oleada».

Por otro lado, las secuelas de la covid se ceban con el personal sanitario. «De todos los compañeros que conozco que seguimos lidiando con el covid persistente desde hace un año o más, ninguno se ha recuperado del todo», apunta Darío. Las estimaciones iniciales sugieren que 11.000 profesionales presentan este cuadro clínico, 2.000 de ellos con una gran incapacidad.

El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) ha trasladado esta semana a la titular de Sanidad, Carolina Darias, su preocupación por las numerosas consecuencias y secuelas que la enfermedad está teniendo en los profesionales tanto a nivel físico como psicológico y por la necesidad de abordar esta problemática para proteger y cuidar a los compañeros. En concreto, la demanda más importante es la de mantener la covid como enfermedad profesional y darle un mayor soporte asistencial. «Este tema es sangrante. De cara a la galería se supone que está reconocida, pero la realidad es que solo lo está en el ámbito de la prestación económica. Y solo la primera vez que te contagias. Si tienes una recaída, te dan una baja como enfermedad común», lamenta Darío. «Los que hemos pasado la covid y tenemos secuelas estamos abandonados. Este reconocimiento no cubre ni las consultas para el diagnóstico, ni el seguimiento ni la medicación o la terapia que tengas que hacer para tratar de recuperarte», añade. De hecho, él se ha tenido que buscar la ayuda por su cuenta, contratando a un entrenador personal especializado en tratar las secuelas físicas de la infección y que le cobra 300 euros por cada cinco sesiones. «Es un dinero que sale de mi bolsillo, y no tengo otra opción porque si no muchas semanas no podría ni moverme de la cama para ir a trabajar».

Alejandro Sánchez ha estado dos meses sin poder hacerlo, debido a una depresión que le hizo pedir la baja el pasado mes de marzo. Este profesional sanitario de 47 años trabaja en el Instinto Provincial de Rehabilitación (IPR), un centro a donde se deriva a los pacientes covid que han estado ingresados en planta, semi-críticos y UCI del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid. «Mi depresión responde a una serie de sentimientos, emociones y situaciones vividas durante un año en mi puesto de trabajo. He visto decenas de pacientes que llegaban hablando, bien, y en media hora se morían. Otros, mayores y no tanto ,que perdían completamente la orientación y, en su estado mental de inestabilidad, se ponían nerviosos y te agredían física o verbalmente», explica. Por otro lado, señala la impotencia que sentía ante la falta de coordinación y el exceso de trabajo, que le fueron minando la salud y la moral. «Cada día me sentía más nervioso, con menos autoestima. Hasta que llegó un momento que un incidente con un paciente del centro hizo que se colmara el vaso. No pude más y acabé en Urgencias con una crisis de ansiedad. Nunca antes había experimentado nada parecido», relata.

Aunque a día de hoy aún está de baja, reconoce que se siente mucho mejor gracias a la medicación –ansiolíticos y antidepresivos– que le ha prescrito su psiquiatra del Programa de Atención Integral al Profesional Sanitario Enfermo (PAIPSE), una Unidad especializada en recuperación emocional dependiente del Hospital Clínico San Carlos. «Estoy mucho más estable que al principio. Pedí también poder acudir a terapia con un psicólogo, pero el servicio está muy saturado y hasta septiembre u octubre no me podrán dar cita».

Según un estudio publicado en International Journal of Environmental Research and Public Health, cerca del 60% de los profesionales sanitarios en España sufrió trastornos mentales durante la primera ola de la pandemia, como ansiedad, estrés agudo y depresión. Hoy, después de casi un año y medio, la mitad de ellos no se han recuperado del todo.