Opinión

Ola sobre ola

Las olas tienen que pasar. Venir una, pasar, y luego venir otra. Pero ahora estamos en bucle. Ola de pandemia sin irse que trae ola de pobreza, tristeza, locura… Que nos arrastra hacia la desconfianza en los desconocidos, que nos hace cobardes y míseros. Y viene la ola de los buitres, que son esos que aprovechan la situación para robar a los vulnerables. Nos suben los alimentos, las comisiones, el gas… Y arremete la ola de calor que, según dicen los expertos, su intensidad viene del calentamiento global y la lucha del planeta por librarse de los humanos saqueadores, y nos suben la luz. Y no salimos a la calle a denunciar a los delincuentes porque hace una calima de muerte. O quizá porque la depresión en la que estamos sumidos nos paraliza. O quizá porque va a empezar una nueva liga de fútbol y muchos se consuelan. Esos que lloran por un jugador argentino que se va de nuestro país a otro y les deja huérfanos. Lloran por un talento del balompié que cobra tantos millones que no sabría escribirlos. La mayoría de las mujeres no lloramos por ese jugador, incluso nos da exactamente igual que se vaya, incluso nos gustaría que se hundieran todos los estadios de fútbol del mundo. Pero no nos atrevemos a gritarlo porque nos regañarán o nos ningunearán o nos llamarán feminazis. O quizá nos meterán en la ola de la lavadora que solo ponemos de madrugada porque han subido mucho la luz. Y la ola de calor será más suave para los que tengan aire y pasta. Los otros a meter la cabeza debajo del grifo. Y a otra ola, mariposa.