Efectos de la erupción
Ayuda para no enloquecer en La Palma
Más de cien psicólogos intentan frenar la lengua de rabia, tristeza, incertidumbre y desesperación que arrastra a los palmeros que han perdido todo tras la erupción
Cada día que pasa en La Palma es una nueva aventura de supervivencia para muchos palmeros; cada explosión o cada rugido que produce el volcán es difícil de encajar. El volcán originado en Cumbre Vieja lleva 41 días de proceso eruptivo y aún no refleja ninguna pista de que pueda llegar a su fin.
Es por ello que más de cien psicólogos y psicólogas se encuentran en la isla tratando a quien necesita atención psicológica. En concreto, alrededor de 70 profesionales voluntarios y voluntarias que ofrecen apoyo psicológico a través del teléfono gratuito que puso a disposición de los afectados el Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, y una , los que acompañan y atienden en la isla a las personas evacuadas, pertenecientes en su mayoría al Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC).
Las consecuencias han sido desoladoras: más de 7.000 evacuados intentan recuperar la normalidad, pero es difícil cuando han perdido sus viviendas o sus trabajos. Muchos de ellos corren con la fortuna de poder hospedarse en segundas residencias o de tener familiares y amigos con hueco de sobra en sus casas. Sin embargo, el peso de la catástrofe y los importantes resultados que ha traído a la vida de tantos palmeros, no deja indiferente ni al más afortunado. Hay situaciones duras, como la de quienes han perdido a un ser querido dos días después de la erupción y no han podido enterrarlo como querían. A ello, se le suma el reciente avance de una de las coladas hacia el cementerio de Las Manchas, un lugar de culto y visita donde muchos vecinos y vecinas del Valle de Aridane le guardan el recuerdo y el descanso a sus seres queridos. Este templo podría llegar a desaparecer con el avance de la lengua de lava que lo amenaza y con ello, su crematorio, el único en la isla actualmente.
Haber perdido el hogar o vivir con esa incertidumbre alimenta el estrés postraumático además de diversas patologías. Una vida destruida en minutos por una catástrofe natural es un impacto eterno.
Cristina García es la coordinadora provincial del GIPEC y visita frecuentemente La Palma para ofrecer atención psicológica junto a sus compañeros de equipo. El trabajo que todos y cada uno realizan es esencial. Concretamente, en la labor de acompañamiento de los desalojados a las casas a recoger enseres domésticos, Cristina asegura que «se viven momentos muy duros y difíciles. Nuestra presencia allí es para ayudar a que la persona no se bloquee y pueda recoger los enseres domésticos de la forma más consciente posible». Todo el equipo coincide en enviar un mensaje a los evacuados que se encuentran en una situación de evacuación y vuelven a sus casas a recoger más pertenencias sin saber si volverán algún día. «Les decimos que la rabia, la tristeza, incertidumbre e impotencia, son reacciones normales ante una situación que no es normal», afirma Cristina.
Actualmente hay habilitados cinco puntos de atención psicológica en la zona afectada: en el Centro de Día del municipio de El Paso; en el Ayuntamiento del municipio de Tazacorte; en el pabellón Serevero Rodríguez en el municipio de Los Llanos de Aridane, punto neurálgico de recogida de donaciones; en la Casa Massieu, también en Los Llanos y en el hotel del municipio Fuencaliente donde se encuentran desalojadas cerca de 400 personas. Todos estos puntos se han habilitado rápidamente cuando la necesidad lo ha requerido y han tenido una muy buena acogida.
Sin embargo, muchas personas afectadas directa o indirectamente mantienen el tabú de que ser atendidos por un psicólogo en esta situación tan particular es sinónimo de estar loco. «Muchas personas acuden a la atención psicológica contándonos que pensaban que podían soportar y canalizar ellos solos la situación y con el paso de las semanas se dan cuenta de que necesitan pedir ayuda y no es malo hacerlo», apunta Cristina. «Estamos realizando un trabajo esencial en mejorar el bienestar de las personas afectadas o ayudarlas a sobrellevar esta pesadilla, pero a pesar de que ir al psicólogo es algo cada vez más normalizado, nos encontramos mucho miedo al rechazo por lo que se pueda pensar, muchas personas que llaman y no acuden presencial por si los ven o gente que nos pide una cita cuando no haya nadie para el mismo motivo».
Los profesionales del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) intervienen de forma voluntaria en este tipo de situaciones. Ya lo hicieron durante la pandemia, con un despliegue de más de 200 psicólogos que atendieron por vía telefónica en los momentos más duros del confinamiento. En este caso de emergencia volcánica, todo el personal de psicólogos y psicólogas trabaja voluntariamente y solo reciben una pequeña subvención por parte del Gobierno de Canarias que les sirve para cubrir ciertos gastos: mascarillas, gafas protectoras, chalecos reflejantes, etcétera. «Estamos luchando para que el equipo de atención psicológica se incluya dentro de los planes territoriales de emergencias como pueden estar los bomberos, policías y los diferentes operativos que trabajan habitualmente en estos casos. Somos imprescindibles en momentos como estos, ya no solo atendemos a las personas evacuadas o afectadas por la erupción, también a los distintos operarios y trabajadores de ayuntamientos que trabajan sin descanso desde el día uno», remarca Cristina.
De cara a esta festividad de Todos los Santos, y puesto que actualmente no pueden acudir al cementerio a rezar y añorar a sus seres queridos en estos días, el equipo del GIPEC incide a las personas en «arraigarse a los recuerdos y vivencias vividas con sus familiares».
Además el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane habilita estos días señalados la plaza enfrente de su consistorio, como «El Rincón de la Memoria» para que las personas que lo deseen puedan colocar una flor y una vela en recuerdo de sus seres queridos.
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