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Déficit de vitamina D: ¿pandemia o alarmismo?

España es uno de los países con mayor población carente de esta sustancia fundamental para la salud

Déficit de vitamina D
Déficit de vitamina DTania Nieto

No es una vitamina (en realidad, no es una sola sustancia), no solo se obtiene del Sol y tampoco sabemos muy bien cuánta es suficiente para estar sano. Aun así, la vitamina D se ha convertido, un siglo después de su descubrimiento, en una suerte de nuevo Santo Grial de la salud, un compuesto deseado que cada vez más usuarios buscan paseando bajo la luz solar o consumiendo suplementos ricos en él. Aunque todavía existe mucha incertidumbre científica sobre ella, la vitamina D es la molécula de moda.

La presidenta de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, Ana González-Pinto, contribuyó al «boom D» con sus declaraciones acerca de la carencia de vitamina en el organismo de muchos españoles. Aseguró que el déficit de vitamina D está relacionado con enfermedades mentales como la depresión, el trastorno bipolar, la esquizofrenia o el autismo.

«La vitamina D es un factor de vulnerabilidad para la enfermedad psiquiátrica. Las personas con enfermedad mental tienden a salir menos al aire libre y a tener peor alimentación, especialmente en los momentos agudos de sus patologías. Por lo tanto, son una población en riesgo de déficit vitamínico», dijo. De hecho, la vitamina D debería ser tenida en cuenta, a juicio de los expertos, a la hora de complementar los tratamientos de algunos trastornos psiquiátricos.

Hace unos días se ha informado de ciertos estudios publicados por «International Journal of Endocrinology» en los que se alerta de que los niveles bajos de vitamina D están relacionados con trastornos de la función sexual masculina, principalmente disfunción eréctil.

Sexo y mente son las últimas aportaciones científicas al fervor vivido en los últimos años por esta molécula que, más bien, es un complejo sistema hormonal.

En agosto de 1922, el químico Ellmer McCollum descubrió una sustancia que favorece el depósito de calcio en los huesos a la que denominó Vitamina D. Él mismo acababa de descubrir las vitaminas A y B. Pero en realidad, lo que McCollum había hallado no se comportaba como una vitamina.

El 70%, por debajo del mínimo

Estas sustancias se definen como nutrientes esenciales para la realización de alguna función vital y que el cuerpo no puede sintetizar por sí solo, es necesario adquirirlas a través de una acción exterior, como la dieta. Sin embargo, la vitamina D sí que se sintetiza en el organismo. Es cierto que para ello hace falta la labor favorecedora del sol, pero es nuestro cuerpo el encargado de producirla. También es cierto que una parte pequeña de la vitamina D que empleamos la adquirimos de la dieta a través del consumo de alimentos ricos en ella como el pescado azul o las setas. En cualquier caso, el 90% de la producción de este complejo hormonal básico entre otras cosas para fijar el calcio durante la formación del tejido óseo es endógena y modulada por la radiación solar.

Existe en la actualidad una gran preocupación por la que se ha dado en llamar «nueva pandemia» de déficit de vitamina D. Estudios liderados por la Fundación Internacional contra la Osteoporosis sugieren que más de un tercio de la población mundial presenta niveles insuficientes de esta sustancia. El déficit es un problema que afecta de igual manera a países ricos y pobres e incluso en países con una gran exposición a la radiación solar (como India o España) el problema es creciente.

En Europa las cosas son más peliagudas. Entre el 50% y el 70% de la población del continente no llega a los mínimos exigibles de este compuesto en su organismo. Lo malo es que realmente no está claro cuáles son esos umbrales mínimos.

El término Vitamina D se refiere a la acción de varios compuestos que son metabolizados por nuestro sistema endocrino. Uno de ellos es el colecalciferol, un nutriente esencial para la mineralización del hueso que se obtienen a partir de la acción del sol en un tipo de colesterol. El otro es una prohormona producida en el hígado a través del colecalciferol y que se denomina técnicamente 25-hidroxivitamina D3 o calcifediol.

Es está última la sustancia que se usa como valor en los análisis de sangre. Se considera normal una cantidad de calcifediol de entre 30 y 70 nanogramos por mililitro. Menos de 10 sería señal de deficiencia severa de vitamina D.

Carencia grave

Pero estas recomendaciones están siendo muy discutidas y algunos expertos plantean la necesidad de revisarla. Según estos criterios de umbrales mínimos, el 80% de los españoles con más de 60 años están por debajo del valor 30. Estudios de varias sociedades científicas sugieren que entre el 7% y el 40% de ese grupo de edad en Europa podrá llegar a tener déficits graves de menos de 10 ng/ml en algún momento de sus vidas.

En cualquier caso, la falta de consenso a la hora de establecer los valores mínimos deseables de estas sustancias afecta al posible tratamiento.

La escasez de vitamina D está relacionada con un número muy amplio de patologías. Las más obvias son los defectos de mantenimiento de tejido óseo. Pero también se ve involucrada en enfermedades autoinmunes, diabetes, depresión, deficiencias del sistema cardiovascular, propensión a infecciones. Precisamente durante la pandemia de Covid-19 se encontró que las personas con menor cantidad de vitamina D tenían más probabilidades de padecer la versión grave de la enfermedad. Muchas de estas afirmaciones están todavía pendientes de confirmación definitiva y la ciencia sufre una generalizada carencia de ensayos clínicos que puedan determinar con exactitud las consecuencias de la falta de la sustancia «mágica».

Ante este panorama, tampoco resulta fácil recomendar cuándo deben tomarse suplementos de vitamina D de los que se encuentran en el mercado. La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición es muy cauta. No recomienda medir la vitamina D en la población general –solo en personas con factores de riesgo– ni es partidaria de la ingesta de suplementos vitamínicos en menores de 50 años.

Hay que tener en cuenta que, si el defecto de vitamina D puede ser un mal generalizado y preocupante, el exceso es igualmente dañino. El pasado martes, la revista «British Medical Journal» (BMJ) publicó un estudio de caso sobre la intoxicación de un hombre de mediana edad por sobredosis de vitamina D.

El paciente fue llevado al hospital tras varios episodios recurrentes de vómitos, dolor abdominal, calambres musculares, diarrea y pérdida de peso. Los síntomas empezaron a aflorar un mes después de que comenzara un tratamiento intensivo de suplementos de vitamina por consejo de su nutricionista. Su organismo presentaba niveles de calcio varias veces superiores a los normales. Había consumido mil veces más cantidad de vitamina que la recomendada para la población general.

El trabajo de BMJ reconoce que la sobredosis de vitaminas es un problema creciente en el mundo desarrollado. Para algunas sociedades científicas, resulta urgente definir correctamente qué entendemos por dosis correcta de vitamina D y establecer parámetros claros sobre el uso correcto de los suplementos nutricionales.