Ensayo en ratones
El sentido de la vista y el tacto, unidos antes de nacer
Un estudio afirma que «son uno» en el embrión, pero se separan poco tiempo después del parto
Los circuitos del tacto y de la vista no son independientes en el embrión, sino que están entremezclados y solo pasan a ser independientes tras el nacimiento, según un estudio con ratones del Instituto de Neurociencias Universidad Miguel Hernández-CSIC, que se ha publicado hoy en «Science».
En un estudio previo, los investigadores demostraron que los estímulos táctiles activan los circuitos cerebrales destinados a procesar este tipo de información antes del nacimiento. «Pero queríamos determinar si lo hacen de forma independiente o si se produce de forma temporal un solapamiento con otros sentidos. Este nuevo estudio arroja datos fascinantes de cómo los sentidos se segregan en los primeros días de vida», señala Guillermina López-Bendito, quien ha dirigido la investigación.
Esta investigación ha podido comprobar por primera vez «in vivo» en roedores que, durante el desarrollo embrionario, un estímulo táctil no sólo desencadena la respuesta esperada en la corteza somatosensorial primaria (una de las zonas del cerebro que se ocupa del sentido del tacto), sino que sorprendentemente también da lugar a una respuesta en la corteza visual primaria de ambos hemisferios.
«Esta respuesta multimodal (es decir, que abarca más de un sentido) se observó en embriones de ratón analizados en el último día de gestación, pero desapareció con el nacimiento. A continuación, comprobamos si la desaparición de esta respuesta multimodal podría estar relacionada con la llegada de señales de la retina a la corteza cerebral y otras estructuras del cerebro. Nuestros datos demuestran que los circuitos somatosensoriales y visuales no se segregan por defecto, sino que requieren la llegada de ondas de actividad desde la retina para hacerlo», ha explicado Teresa Guillamón-Vivancos, primera autora del estudio.
Este proceso fundamental de separación de los circuitos sensoriales ocurre durante una ventana de tiempo próxima al nacimiento y en una estructura del cerebro denominada colículo superior.
Empleando un símil ferroviario, cuando nacemos los sentidos se separan siguiendo vías diferentes. El cambio de vía lo facilitan las ondas de actividad de la retina, que actúan como ferroviarios que dirigen los estímulos de cada modalidad sensorial a la corteza correspondiente, para que podamos percibirlos por separado.
Este trabajo amplía la comprensión de la función de las ondas de actividad de la retina, al revelar su importancia decisiva en la adquisición de la especificidad de la modalidad sensorial, que va más allá del papel clásico ya conocido en el refinamiento postnatal de los circuitos visuales.
Otra importante aportación de este trabajo es haber constatado la existencia de una ventana temporal limitada para la segregación de los sistemas visuales de los somatosensoriales. De esta forma, cualquier retraso en esta segregación provocará cambios duraderos en la organización de los circuitos visuales.
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