Trastorno

La importancia de un diagnóstico a tiempo del síndrome de piernas inquietas: estas son las pruebas imprescindibles

Este trastorno neurológico, clasificado entre las enfermedades del sueño, tiene una elevada prevalencia en la población general

El Síndrome de piernas inquietas es una enfermedad que merma seriamente la calidad de vida del paciente que lo padece, incapacitado a la hora de dormir
El Síndrome de piernas inquietas es una enfermedad que merma seriamente la calidad de vida del paciente que lo padece, incapacitado a la hora de dormirDreamstime

El Síndrome de piernas inquietaso enfermedad de Willis-Ekbom es un trastorno del sueño. Es una enfermedad que merma seriamente la calidad de vida del paciente que lo padece, incapacitado a la hora de dormir por una necesidad imperiosa de moverse, especialmente las piernas; de ahí su nombre. Tiene, por desgracia, una elevada prevalencia en la población general, pero, por suerte, cada vez se diagnostica antes.

“El Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) es un trastorno neurológico, clasificado entre las enfermedades del sueño, que se produce por una alteración en el funcionamiento de determinadas partes del sistema nervoso central que se encargan del control del movimiento”, explica el neurofisiólogo de Quirónsalud Sur (Madrid), el doctor José Luis Fernández Plaza.

Así, este especialista recuerda que hoy en día se manejan cuatro criterios diagnósticos en esta enfermedad:

- Necesidad imperiosa de mover las piernas, generalmente acompaña por una sensación desagradable de dolor o de malestar en las piernas.

- Ritmo circadiano, de predominio al atardecer y anochecer; tiene un marcado carácter periódico, vespertino (a última hora de la tarde), y sobre todo nocturno, mientras intentamos dormir.

- Los síntomas desaparecen o mejoran sustancialmente con el movimiento o el estiramiento de las piernas.

- Los síntomas aparecen y se agravan en situaciones de inactividad, como estando tumbado o sentado.

Además, este experto resalta el “componente familiar o hereditario” de este trastorno, no siempre fácil de rastrear; al tiempo que remarca que puede aparecer a cualquier edad, siendo más habitual entre las mujeres.

Precisamente, el síndrome de piernas inquietas puede ser frecuente en el embarazo. Según datos de la Sociedad Española del Sueño, aproximadamente un 11-30% de las mujeres que no presentaban esta alteración antes de la gestación, sí la desarrollan a lo largo de la misma, especialmente en el tercer trimestre; y es que el SPI es sobre todo frecuente en pacientes con déficit de hierro. También está muy condicionado por ciertos fármacos. De ahí que sea esencial la colaboración entre especialistas a la hora de algunos tratamientos crónicos

La necesidad de pruebas diagnósticas

Con ello, el doctor Fernández Plaza destaca que el diagnóstico se realiza basándose en estos síntomas y es, por tanto, básicamente clínico. “No obstante, aparte de la utilidad de una prueba de sueño y de otras relacionadas, que pueden ayudar a confirmar el diagnóstico, así como a valorar cómo está interfiriendo la alteración en la calidad del sueño, existen otras pruebas que muchas veces es necesario realizar, como la EMG”, aclara.

De hecho, recuerda la, también neurofisióloga doctora Irene Rubio Bollinger, Coordinadora de la Unidad del Sueño en el mismo centro hospitalario, que, según la guía elaborada por el European Restless Legs Syndrome Study Group (EURLESSG), es conveniente la valoración del paciente por un especialista en sueño cuando no existe una respuesta a los tratamientos recomendados; si el paciente presenta sintomatología atípica; o bien si tiene somnolencia diurna como síntoma principal.

Concretamente, el doctor Fernández Plaza subraya que la EMG se hace necesaria para valorar la posible existencia de una polineuropatía, un trastorno que consiste en una afectación generalizada de los nervios. “Y, en especial en sus fases iniciales o si se afecta solo al componente sensitivo, ya que produce síntomas muy parecidos. Así, muchas polineuropatías inicialmente se manifiestan como una sensación de parestesias, de hormigueo o de entumecimiento de los pies, y a veces también de manos que se presentan en el silencio de la noche, mientras descansamos”, agrega.

Según explica el experto, esto es debido a que las terminales sensitivas de los pies, al estar estos en reposo y desconectados del suelo, dejan de trabajar al mismo nivel que cuando estamos de pie o andando: “La actividad de estas terminales es indispensable para valorar el suelo que pisamos, nuestra posición y el control de la marcha. Y en la situación de reposo, es cuando el cerebro tiene más tiempo para enterarse de que algo no va bien, lo que produce los síntomas descritos”.

Cuándo es necesaria una EMG para el diagnóstico

Para hacer un diagnóstico correcto de un SPI, en muchas ocasiones se necesita, según asegura el doctor Fernández Plaza, confirmar la ausencia de polineuropatía y para ello un estudio de los nervios mediante EMG debe de salir normal. “La prueba consiste realmente en una electroneurografía (ENG), que se basa en recibir calambres recogiendo la respuesta mediante electrodos adhesivos en diferentes partes de las extremidades, normalmente sin necesidad de recurrir a pinchazos”, añade.

Ve importante destacar que la patología lumbosacra que afecta a las raíces inferiores, que forman los nervios que van a las piernas y a los pies, pueden ser un factor de confusión en el diagnóstico de este trastorno. “En este caso, una imagen mediante RMI y a veces un EMG, esta vez sí, con el uso de agujas, pueden estar indicados en el proceso diagnóstico”, reseña el neurofisiólogo del Hospital Quirónsalud Sur de Madrid.

Ahora bien, lamenta la doctora Rubio Bollinger que, en muchos casos, la evolución del proceso suele ser crónica y progresiva, alterando el sueño; de forma que, aunque al principio los síntomas pueden ser esporádicos, poco a poco se hacen regulares, no siendo extraño en consecuencia, que quienes los padecen tengan problemas a la hora de dormir, lo que tiene consecuencias a largo plazo para el bienestar de estos pacientes.