Opinión
Los puros
«Lo que éramos ayer no es igual a lo que somos hoy». Así es la vida de los chinos, cuya religión, el budismo, propugna que «todas las realidades nacen, viven, mueren y renacen transformadas, solo para iniciar un nuevo ciclo». Pues ahí los tienen, llevando a punta de lanza los preceptos de sus creencias y a Xi Jinping, el nuevo príncipe rojo, capitaneando el país de los mil cuatrocientos millones de habitantes -ahí es nada-, como timonel absoluto. Pero, ¿cómo han cambiado los chinos desde Mao? Mucho, y también en sus costumbres y tradiciones. Ahora han adoptado el vicio del puro y están dejando sin reservas el mercado de los habanos, tanto es así que las mejores cavas donde íbamos a buscar el clásico «buen regalo» para ese amigo que todos tenemos consumidor del invento cubano -con permiso de los dominicanos, que también presumen de tener un buen producto-, están desabastecidas porque se los llevan los chinos y aquí no llegan. Sir Winston Churchill se hubiera llevado las manos a la cabeza, él que fumaba 10 «Romeo y Julieta» al día desde que a finales del siglo XIX viajó a Cuba y se enganchó al vicio. Se dice que llegó a fumar unos trescientos mil a lo largo de su vida. Mi recordado Alberto Elzaburu volvió también de un viaje a la isla caribeña con adicción a los puros Trinidad que le obsequió el propio Fidel Castro. Yo, que no fumo, disfruto encendiendo un aromático cigarro con arreglo a los cánones tradicionales, incluso dándole un par de caladas. ¿Qué nos espera ahora con este paulatino control del mercado de habanos por parte de China? ¿Quién podrá pagarlo con el descarado encarecimiento que se viene observando? ¿Se quedará el gigante asiático con el monopolio tabacalero? Lo cierto es que a Xi, quien reveló en su viaje a España hace 4 años que de pequeño leyó concienzudamente el Quijote, dejando boquiabiertos a propios y ajenos, no se le ha visto todavía puro en mano. Será que solo fuma en la intimidad…
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