Inflación

Sobrevivir con 550 euros de pensión: «Ya ni me acuerdo de la última vez que comí pescado»

Casi la mitad de las familias vulnerables en España ha tenido que recortar su gasto en alimentación

Sobrevivir con 550 euros de pensión: «Ya ni me acuerdo de la última vez que comí pescado»
Sobrevivir con 550 euros de pensión: «Ya ni me acuerdo de la última vez que comí pescado»Jesús G. FeriaLa Razon

María lleva un año para olvidar. Está a punto de cumplirse el primer aniversario de la muerte de su madre y las cosas no le pueden ir peor. Con ella se marchó también su pensión de 670 euros y ahora trata de sobrevivir solo con la suya, que apenas alcanza los 550. A sus 54 años, un cáncer agresivo de mama la ha dejado «con los huesos destrozados» y apenas puede hacer algún trabajillo de cuando en cuando. Sale a flote gracias a la ayuda de Cáritas y Cruz Roja, aunque de cara a la renovación de su alquiler el próximo mes de marzo se teme lo peor.

El informe dado a conocer esta semana, «El coste de la vida y estrategias familiares para abordarlo», recoge la situación de personas como María. Según el documento en el que ha colaborado Cáritas, tres de cada diez hogares españoles no tienen los ingresos necesarios para vivir dignamente en unas condiciones como las actuales. La tormenta perfecta de la inflación, que en octubre superó el 7%, los efectos de más de dos años de pandemia y la guerra en marcha en Ucrania hace que salir a flote esté resultando más difícil que nunca. Seis millones de familias viven con menos del 85% del presupuesto total de una cesta de la compra básica, que varía según la localidad.

María pasa el día dando vueltas a lo mismo. No acaba de entender cómo ha llegado a esta situación, en la que nunca pensó que iba a encontrarse. Cuando hace doce años enviudó, el horizonte se oscureció y logró tirar para adelante. Pero esto parece un callejón sin salida. «He trabajado toda la vida, cuidando ancianos, de limpiadora, pero ya no puedo. Gracias a Cáritas pude pagar una deuda con el casero que superaba los mil euros, aunque, al no tener ingresos, sigo debiéndole la luz, el agua... De los 550 euros de mi pensión, 450 se van en el alquiler, así que imagínate».

Cada quince días, acude a la parroquia a recoger alimentos básicos no perecederos y, alguna vez, también se lleva algo de fruta y verdura. El aceite de oliva es ahora un producto de lujo para esta andaluza, que ya no recuerda «la última vez que comí pescado». Su voz al otro lado del teléfono suena angustiada y «aburrida» de obsesionarse por el mismo tema. «La carne no se puede ni mirar del precio que tiene, a veces no quiero ni abrir la puerta de mi casa porque salir ya cuesta dinero. Pero la comida ya no es ni siquiera el problema, me alimento poco porque se me pone el estómago de punta solo de verla. Lo que tengo encogido es el corazón y el alma; en unos meses puedo estar en la calle. ¿Y qué voy a hacer yo?».

La preocupación que más le ocupa es la de su hijo, que hace unos meses marchó a Holanda para buscarse la vida y, por ahora, solo le ha mandado cien euros. Le agobia especialmente porque «durante un Erasmus en Portugal se enganchó a la marihuana y, desde entonces, toma medicación para los brotes psicóticos». Hasta los diez euros mensuales que le cuesta el envío de las pastillas es un esfuerzo ímprobo. Su hermana le echa una mano de vez en cuando, «ellos tampoco están muy boyantes que se diga», y cuando ya no le llega la camisa al cuerpo le pide prestado a otro hermano. «A veces le llamo y le pido 20 euros porque no tengo ni para comer, pero luego se lo tengo que devolver».

La gran mayoría de hogares en situación de vulnerabilidad en nuestro país recorta el gasto, en primer lugar, en la compra de ropa y calzado, según el mencionado informe. Luego toca apretarse el cinturón en las actividades de ocio, antes de pasar a reducir de manera drástica el presupuesto para alimentación. Un 46,5% de familias ya lo hace. En el caso de María, no le queda de dónde sacar. «Ay, madre, la de veces que me acuerdo ahora de mi padre. Cuando mi hermana y yo no queríamos comer algo de pequeñas porque no nos gustaba, él nos decía que no nos íbamos a comer ni un pimiento y, fíjate, así ha sido».