Crisis en atención primaria

“Detalles” en Sanidad

Juan González Armengol, presidente de la Sociedad de Medicina de Urgencias de Madrid (SEMES), explica que los sucesos que estamos viendo hoy en el sistema sanitario son consecuencia de decisiones muy antiguas

Juan González Armengol

Tarareando el otro día la famosa canción de Roberto Carlos, cabe la posibilidad de aplicar su bonito título a algunos de los “sucesos” que vemos estos días en el sistema sanitario, consecuencias de decisiones tan antiguas como la propia canción. Hablemos de algunos.

Aparte de recomendar a cualquier gobierno regional dejar de seguir desangrándose inútilmente, hay que decir que la atención continuada es un tema en debate a nivel internacional. En España se configura, a partir de la reforma de Atención Primaria, constituyéndose los Equipos de Atención Primaria y el soporte de la atención continuada, según se recoge en el Anexo II del RD1030/2006 sobre la Cartera de Servicios del SNS. Esto está muy bien, pero su desarrollo y funcionamiento es absolutamente heterogéneo en España.

Para los no leídos- y los que deberían estarlo-, sugiero echar un ojo aun par de documentos del Ministerio de Sanidad del año 2009 y 2015, con el nombre, no casual, de urgencia extrahospitalaria. ¿Qué hay que hacer? Un debate sosegado, fuera de periodo electoral, pactado y liderado por Sanidad, que permita delimitar y dar soporte regulatorio, por ejemplo, al papel de enfermería. Parece razonable que no se mantenga al margen de la propia actualización del Plan de Atención Primaria del 2019, presentado por el propio presidente del Gobierno a finales del 2021.

En esta actuación entra la llamada atención rural, atención en lugares de difícil cobertura, etc. La atención rural dada por los SAR en la Comunidad de Madrid era bastante razonable y con elevada satisfacción ciudadana. Es importante añadir que no es tema baladí, ya que los ciudadanos tienen/tenemos la maldita costumbre de no atender a tener un problema médico a las horas que se debería, de 8 a 15 los días laborales, además de no saber lo que nos pasa y limitar nuestro criterio de necesidad de atención, que es como no pocos monosabios con capacidad de decisión y teóricos longitudinales de la cosa piensan y opinan que debería ser.

La supuesta falta de médicos

El siguiente “detalle” en discusión. La supuesta falta de médicos. Hay que empezar diciendo que España es de los lugares con mayor número de facultades de medicina del mundo. Y seguir informando que los ciudadanos pagan de sus impuestos el 65% de cada estudiante de medicina en una universidad pública, y el 100% de su periodo de residencia. Esto último, a una media de 4 o 5 años de residencia, suponen 200.000 euros por plaza. O sea, entre los dos periodos, mínimo once años, un dineral. Es decir, la sociedad española tomó hace años conciencia de que debía invertir mucho dinero en este personal de élite.

La segunda parte viene después: el desdén y el maltrato en cuanto a reconocimiento y condiciones laborales y remuneración en España de los especialistas ya formados, tanto en el sector público como en el privado, salvo excepciones. Pues claro que ha habido una huida de profesionales (también de enfermería) fuera de España, e irá a más.

¿Por qué? En este caso, porque los responsables políticos y las sociedades de otros países agradecen generosamente en trato y condiciones la enorme inversión que hacen los españoles en este personal cualificado en el que ellos no han tenido que invertir nada en su formación. Un chollo, vamos. Aunque algunos no se hayan enterado, vivimos hace años en un mundo globalizado, y la competencia es internacional, no ya nacional. Hay que criticar la formación de medicina en España, además, entre otras razones, por haber omitido la enseñanza en habilidades abstractas de adivinación de los que serán futuros médicos y saber que les pasa a los pacientes sin verlos o tocarlos. Hay que arreglar eso, atendiendo a lo oído en estos días. Es cierto que se forman muchos médicos en España, y es cierto que van en aumento en los últimos años, y deberá seguir así, las plazas de formación médica especializada. El problema viene después.

Jubilaciónes y huidas

Otro “detalle” importante, que refuerza el anterior. Hay déficit, y va a haberlo de manera alarmante, en el contexto de próximas jubilaciones, sobre todo de médicos de familia y de médicos de urgencias y emergencias. Esto no lo digo yo. Se puede sugerir la lectura, mal que bien, del último informe de Beatriz Valcarcel y el equipo de Economía de la Salud de laUniversidad de Las Palmas, continuación de los publicados en 2011. En el caso de los médicos de familia hay que decir que se da una paradoja, consecuencia, en parte, de errores acumulados.

En los últimos años se están dando porcentajes llamativos de “huida” de los propios centros de salud de los residentes que terminan su periodo de formación (mínimo el 70%), en Madrid, sí, y en la mayoría de las comunidades. Para explicar esto, aparte de lo ya comentado, hay que hacer un breve recuerdo de la historia de nuevo. Entre 2002 y 2003 se publicaron en España varias de las leyes sanitarias más importantes: Ley de Autonomía del paciente, Ley de Cohesión, Ley del Estatuto Marco y Ley de las Profesiones Sanitarias.

Sin especialidad de Medicina de Urgencias

Acotándolo a esta última, y esto es responsabilidad del Ministerio de Sanidad, es inconcebible que se siga sin regular, con su traducción en perfiles en “opes” y similares, el sinfin de diplomas de acreditación, subespecialidades y especialidades que existen de facto, y que faltan. Una de ellas, la especialidad de Medicina de Urgencias. Las razones responden al interés de unos pocos, al margen del interés general, junto a la sobreactuación sesgada y no neutral de cargos de rango intermedio, incluso hoy en día, en Sanidad, en concreto en la Dirección General de Ordenación Profesional. Por resumirlo, como así trasladan los responsables de la práctica totalidad de consejerías y el mundo profesional real: ha sido y será imposible planificar nada en recursos humanos en atención primaria ni en el sistema de urgencias y emergencias si no se crea esta especialidad. Si a esto le añadimos el error de haber juntado a profesiones literalmente diferentes como la de médico, en el Estatuto Marco, tenemos otra razón añadida que explica las altísimas tasas de temporalidad de este personal cualificado, y que es otro motivo de huida fuera de España. En mi opinión, debería haber menos médicos, pero mucho mejor pagados y promocionados, y un grandísimo desarrollo de otros perfiles sanitarios que ejerzan labores que no deberían realizar los médicos.

En conclusión, en España debemos decidir, como sociedad, qué queremos ser de mayores.Listos y consecuentes con la inversión que realizamos; o “estúpidos” (o generosos) con otros países como lo estamos siendo. Pequeño “detalle” que marcará el futuro de la sanidad española. Veremos.