Homenaje
Del Bosque: «No he juzgado el color de camiseta de nadie»
El ex seleccionador reflexiona sobre la ética y los valores en el fútbol tras recibir el Premio CEU Ángel Herrera
No pontifica cuando habla. Y podría, con la única Copa del Mundo de España a sus espaldas, la Eurocopa, sus cinco ligas y cuatro Copas del Rey con el Madrid... «No creo que me diferencie mucho de los que estamos aquí, lo único que he tenido es un escaparate». Con esta humildad recogía el galardón en la categoría Ética y Valores, de los XXVI Premios CEU Ángel Herrera, en una gala celebrada en el Hotel Villamagna de Madrid.
A Vicente del Bosque le han llovido homenajes de todo tipo, de honoris causa a calles con su nombre. «En estos doce años se nos ha valorado en todos los sitios. He procurado tener la sana costumbre de acudir a todos los sitios donde nos han llamado, como representante de un grupo de chavales que lograron ser campeones del mundo», expone en conversación con este diario, buscando el segundo plano: «Han focalizado el mérito en mí, pero esto no es mío».
Con el galardón del CEU sobre la mesa, ¿qué es la ética a pie de banquillo? «Ser un chaval formal», sentencia sin adornos: «Se trata de cumplir con los comportamientos adecuados allá donde estés». Y ahí saca pecho del balón: «¡Qué mejor aprendizaje que el fútbol, un deporte que se presenta como un buen camino, no el único, para adquirir unos valores básicos de convivencia, de compartir…».
En este sentido, rechaza que una industria que mueve al año 40.000 millones de euros ensucie esta impronta pedagógica. «Hay una parte del fútbol que puede ser negocio, pero hay unos sentimientos de raíz que lo sostienen y dan sentido. No hay más que ver cómo en España hay un millón de chavales y chavalas que están federados y que juegan 45.000 partidos cada fin de semana. Eso son muchísimas familias que están detrás, no es mera afición ni una bobada. Ahí se ve su poder educativo». No tiene duda alguna de qué le diría hoy a un adolescente que sueña con ser Iniesta de Suráfrica: «Debe tener el sueño de ser Iniesta o cualquier jugador en el que se vea reflejado. Eso sí, tiene que ser realista, porque resulta muy difícil convertirse en profesional. Pero más allá de eso, le invito a que descubra cómo el fútbol le ayudará ser mejor persona».
Si se le da a elegir entre haber ganado el Mundial de Suráfrica con todos sus homenajes adosados y el premio de haber formado una familia, sabe despejar el córner. «Son realidades incomparables. Las dos vías han ido en paralelo en mi vida». Eso sí, aporta un «tip» justo después. «Tener un hijo con discapacidad me ha dado otra visión de la vida, y me ha enseñado que no tenemos derecho a quejarnos por nada, sino poner en valor todo lo que tenemos». Álvaro es su hijo mediano y nació con síndrome de Down. «Nunca hemos querido mostrar a nuestro hijo con el fin de dar visibilidad a la discapacidad. Todo ha sido mucho más natural, sin querer ser abanderados de nada. Como dice un buen amigo: ni exhibirse ni ocultarse».
Con la diplomacia en su ADN que le lleva a no decir una palabra más alta que la otra, también ha esquivado cualquier intento de politizar su figura. «No he mirado ni juzgado el color de la camiseta de nadie dentro ni fuera del campo». Premiado por una institución católica como el CEU, aunque no se sabe especialmente religioso, sí aprecia a todos aquellos creyentes que se ha ido topando por el camino y que le han regalado el humanismo cristiano que representa: «Como jugador, he tenido entrenadores que han sido auténticos humanistas, llevaran o no la vestimenta de curas».
Aunque su esposa sí conoce al Papa, él no ha tenido la oportunidad de saludarle. Desde la distancia, reconoce que «me cae bien»: «Se le ve una persona buena y eficaz para la Iglesia, es el representante de Dios en la tierra».
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