Premios Alfonso Ussía

«Algunos desean romperla, pero no lo van a conseguir»

La Razón
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Sexta edición de los Premios que concede LA RAZÓN con mi nombre. Sexto año y todavía no me he acostumbrado al honor y a la generosidad que mi periódico me dispensan. Una buena parte del periodismo tampoco se ha acostumbrado y no me lo ha perdonado todavía. Premios a la trayectoria de una vida, al español del año, al héroe o los héroes del año y a los estudiantes del año. Premios, pues, ejemplares, inmersos en los principios y valores que forman parte del espíritu de LA RAZÓN, con sus quince años cumplidos a pesar de las dificultades, sin ERE, sin abandonar a una familia a la desesperación del paro y renunciando a la expansión en beneficio de la seguridad de los puestos laborales de sus trabajadores. Viento de honra se siente perteneciendo a esta casa.

Porque por aquí han pasado ya muchos y muy ejemplares premiados. Héroes que pusieron su vida en riesgo para salvar otras vidas. Estudiantes formidables que me recordaron con sus expedientes que la vanidad que en ocasiones me atenaza es fronteriza con la estupidez. Vuelvo a recordarlo. Tan mejorables eran mis notas que, a la vista de ellas, mi madre me lo advirtió: «Como sigas así, lo único que vas a conseguir en esta vida es que le pongan tu nombre a unos premios». Advertencia cumplida. Por aquí han pasado Antonio Mingote, Afredo Di Stéfano, Pablo Pineda, María Dolores Pradera, Vicente del Bosque, Curro Romero, Marta Domínguez, la ciudad masacrada de Lorca, Isidoro Álvarez, Arturo Fernández y Albert Boadella... y hoy celebramos el enriquecimiento de esta relación con los estudiantes Sara Moreno Paz, con un 9,92 de media, criatura mía, estudiante de Biotecnología en la Universidad de Salamanca, y Miguel Villa Valdés, con otro 9,92 de media, criatura nuestra, que estudia Medicina en la Universidad de Valladolid. Los héroes son muchos. Y más de un centenar no pueden saber que han sido premiados, porque cayeron lejos de su Patria cumpliendo con su deber. Más de 29.000 españoles han formado parte de las tropas desplegadas en Afganistán. Cerca de cuatrocientos permanecen aún ahí, culminando el repliegue, que nunca la retirada. Nuestros soldados jamás se retiran. Tierra, Mar, Aire y la Guardia Civil. Allí, defendiéndonos a todos desde la frontera del mal y el fanatismo, en los paisajes más ásperos y devastados del mundo, la decencia, que en esa bellísima y desnuda voz, la decencia, se resume la personalidad de los militares de España. Inalcanzable honor para estos premios.

Española del Año. La formidable deportista Amaya Valdemoro, capitana con toda la fuerza que el concepto anuncia, de la Selección de Baloncesto femenina, campeona de Europa. El alma de un equipo. La primera española que triunfó en los Estados Unidos. Ha sido en 258 ocasiones internacional. De Alcobendas. Siempre con la cinta con la Bandera de España sujetando su rubio auténtico. Esto han dicho de ella sus compañeras de selección: «Garra, carácter, pasión, casta, talento, imagen, fuerza, mentalidad ganadora, ejemplo, orgullo que sea española»... Se ha retirado, y hoy LA RAZÓN desea agradecerle su ejemplar trayectoria humana y deportiva, su honradez competitiva y su ejemplo único. Ella sí que es Marca España. Y se me olvidaba. Su belleza, que en una mujer es un detalle muy de agradecer y analizar.

Trayectoria Ejemplar. Victorino Martín, el excepcional ganadero de reses bravas. Primero desde Galapagar. Ahora en las dehesas extremeñas. Años y años buscando la recuperación de la bravura en el toro de lidia. Sus cárdenos de leyenda. Sus sacrificios económicos desechando centenares de toros porque no cumplían con las promesas de la genética. Ganadero triunfador, único, a su manera, aficionado cimero a nuestra amenazada Fiesta, ejemplo del triunfo del individualismo sobre el cansino colectivo de los mediocres. Los «victorinos», que según su ganadero pueden romper en «alimañas», se han convertido en leyendas taurinas, como los Miura, los conde de la Corte, los Veragua, los Pablorromero, los Isaias y Tulio Vázquez, que en la memoria de la Fiesta son ya gloria y arte detenido. Ganadero de España.

Y Teresa Berganza. La voz que roza y supera los límites que Dios ha establecido entre el ser humano y sus espacios invencibles. Madrileña, del barrio de San Isidro, doblemente madrileña. Dicen los cursis que la voz del terciopelo. Está bien. Pero mucho más que eso. Nuestra mezzosoprano ha llevado el asombro a todos los rincones del mundo. La mejor «Carmen» que se recuerda. Independiente y libre. Ahí están las nubes que forman los techos del arte. Entre ellas, y más hacia arriba, han pasado la música de Mozart, los pinceles de Velázquez, Goya y Picasso –sin olvidar a Rembrant, claro está, aunque no sea de los nuestros–, los renglones de Cervantes, Quevedo, Góngora y Lope, aún en sus textos más vulgares, los planos de Juan de Herrera, los mármoles de Miguel Ángel, y la voz de Teresa Berganza, maravillosa, ampliada por las manos de Dios, mujer de una pieza, artista de cumbre alta, siempre inesperada por su independencia, la nunca sometida, y vuelvo a España, orgullo de España, intérprete sin tapujos del prodigio de nuestra Zarzuela, tan mal querida por los papanatas. Nos sentimos felices y honradísimos con tu premio, Teresa.

Nuestra gratitud a los que han venido a entregarlos y convertirlos en más grandes. Al Excelentísimo señor Almirante Jefe del Estado Mayor de la Defensa, don Fernando García Sánchez, y al primero y último de los jefes del contingente desplegado en Baghdis, el general Veiga Pérez y el coronel Murga Martínez. Al Excelentísimo señor Director de la Real Academia Española, don José Manuel Blecua, y al Seleccionador de baloncesto de España, Juan Manuel Ornega, grandísimo en todos los aspectos, deportista, jugador en el Estudiantes y, sobre todo, en el Real Madrid. Y por supuesto a don Mauricio Casals, presidente y alma de este periódico.

Gratitud al Jurado. De nuevo, Mauricio Casals, y Joaquin Parera, Javier González Ferrari, José Creuheras, Gloria Lomana y Francisco Marhuenda, el heroico director de un periódico que aún defiende principios, valores y se abre con independencia absoluta al mundo de la Cultura. Gracias a Rosa Díaz, no confundir con Díez, nuestra jefa de casi todo, y a Laura, Portu, Andrés, Rafa, Marcos, Gloria... a todos los que habéis contribuido en la organización de este acto. A los patrocinadores. A los presentes, sobre todo.

Pasamos malos días en España. Algunos desean romperla. Otros nos la han llenado de basura y asesinos. No lo van a conseguir. Este periódico es de un catalán, lo preside un catalán, lo vicepreside un catalán y cada día que pasa es más español. Produce estupor que los nacionalismos simples y periféricos deseen dejar de compartir un tesoro histórico, cultural y humano de siglos con el resto de los españoles. Pero España siempre resiste. Y lo hará. Creo que la emoción está siempre en la sencillez. Bellísima la «Oda a España» de Maragall. Pero en los tiempos que corren, en los que tenemos que ser llana y sencillamente unos buenos españoles, me quedo con el poema elemental de Sinesio Delgado. «España somos tú y yo, / y el hogar que nos ampara, / la tumba de nuestros padres/ y el jardín de nuestra casa./ España es el cielo azul,/ que amanece en tu ventana,/ y las montañas agrestes/ que te velan y te aguardan. España es el Padrenuestro/ que rezas cada mañana/ y el rojo y oro que pone/ ese nudo en tu garganta./ España es la fe que tienes/ en tus padres y en tu casa,/ y cuando todos te falten/ estaré contigo España».

No se puede decir sin caer en la petulancia que seis años constituyen una larga tradición. Pero para una vida, ya en el otoño, seis años son una barbaridad. Y en esos seis años, por motivos que se escapan a mi voluntad, la tradición está impuesta por la obligatoriedad de poner fin a este discurso en un idioma extranjero. Se ha culminado en ruso, en islandés, en quechua, en swahili y en groenlandés del nor-nordeste, que es diferente, como todos ustedes saben, que el groenlandés del nor-nordeste, de sur-sureste y del sur-suroeste, sin olvidar el del centro-norte. El año que nos honró con su presencia S.A.R la Infanta Doña Elena, y aprovecho la ocasión para manifestar la profunda lealtad que este periódico dispensa a la Corona, aquel año, repito, se emocionó la Infanta con el bello poema swahili que cerró el acontecimiento. Y hoy, para no ser menos, he elegido para culminar la tarde, el gibraltareño. Así que de esta guisa cierro: «Zeñora y Zeñore. Muchízima gracia por haber azitido a éte acto tan emosionante. A lo premiado, a los que han entregado lo premio, eza eztatuilla, y en fin, a quiene noz han acompañao con su prezencia. En nombre de todo los ingleze y gilbratareño, grazia, grazia, grazia de corasón».