Tribunales

Un cálculo improvisado: 27 pastillas de Orfidal para Asunta

Alfonso Basterra y Rosario Porto durante la sesión del juicio
Alfonso Basterra y Rosario Porto durante la sesión del juiciolarazon

Los forenses se acercaron al cadáver y lo estudiaron bajo la luz de potentes linternas. Sospecharon que podía haber sido agredida sexualmente y decidieron no tomarle la temperatura vía rectal, pero inconscientes de la importancia del dato tampoco introdujeron un termómetro por el oído. No midieron la temperatura del ambiente, de la piel en la zona abdominal y del suelo en contacto con la espalda. No repitieron la toma de medidas veinte minutos después y tampoco apuntaron los resultados. Así, podrían extrapolar los datos de pérdida de calor corporal. Con una jeringuilla de las habituales de hospital no extrajeron líquido del humor vítreo y tampoco lo guardaron en una probeta para ser analizado. La literatura médica explica que estos valores son casi imprescindibles para establecer una data de la muerte de forma científica y con rigor. Nada de esto ocurrió en el levantamiento del cadáver de Asunta. «No tomamos la temperatura porque eso es para adultos», arguyó la forense que acudió a la pista forestal. «Mentira», respondió más tarde un forense contratado por Rosario Porto. «Da lo mismo si es gente adulta o niños. Se mira altura y peso, pero el factor edad no es determinante».

Sin certeza sobre la asfixia

Hasta el forense José Blanco Pampín, que hizo la autopsia, reconoció: «Hombre, se deberían haber tomado esos datos de temperatura, aunque a lo mejor había corrientes de aire y eso podía afectar». Una de cal y una de arena. Pampín, del que en los pasillos de la Audiencia se dice que deponiendo es brillante, pero que sus informes dejan mucho que desear, al menos en este caso, respondió a las preguntas del fiscal de forma contundente. Cuando le tocó contestar a las defensas pidió que se le reformulasen preguntas y en alguna ocasión discutió con los abogados. Lo mismo que luego hicieron los forenses de parte y al revés.

Pampín concluyó que la niña fue sofocada manualmente y que murió entre las 16:00 y las 20:00 horas. Los forenses de parte dijeron que no se puede establecer con absoluta certeza la asfixia y que la data de la muerte, si se realiza con rigor, es mucho más amplia. Es decir, que pudo morir a las 21:00 o a las 22:00 o más tarde. El jurado miraba atónito lo que ocurría. Por ejemplo, cuando Pampín afirmó que la niña fue atada de pies y manos, a la altura de los antebrazos que no de las muñecas, pero luego no encontró ninguna anotación en su autopsia del brazo izquierdo. Ni siquiera una fotografía que probase su aseveración. O cuando aseguró que la vejiga de la niña estaba llena, pero sin embargo los pantalones estaban empapados. Cuando le plantearon que los datos eran incompatibles, se encogió de hombros.

Para rematar una sesión en la que nada quedó claro y muchas incógnitas permanecieron sin despejar, la acusación pidió a las especialistas de toxicología que dijesen cuántas pastillas de Orfidal había en el cuerpo de Asunta. «Desde el punto de vista científico no deberíamos hacer ese cálculo porque el resultado no va ser correcto», explicó la perito. «Es científicamente una barbaridad», protestó el abogado de Rosario Porto. «Que se haga a mano», ordenó el magistrado presidente. La perito hizo cálculos y estableció que 27 pastillas de un miligramo. Sin embargo, expertos forenses de reconocido prestigio en España, a los que LA RAZÓN facilitó los valores de loracepam en sangre, orina y estómago, estudiaron sin prisas los informes y los valores y afirman que la cantidad exacta es 89 pastillas.