Sevilla

Así defienden a «El Prenda» en la guarida de «La Manada», en Sevilla

La familia de los condenados, que ha limitado al máximo su vida pública, se muestra «desconcertada» con la sentencia. En sus barrios aseguran que están «en estado de shock». Sólo los grupos ultras mantienen su apoyo en público a los cinco sevillanos: «También hay tías guarras».

Barrio del Cerrro del Águila, en Sevilla, una zona que frecuentaban los miembros de La Manada/ Ke-imagen
Barrio del Cerrro del Águila, en Sevilla, una zona que frecuentaban los miembros de La Manada/ Ke-imagenlarazon

La familia de los condenados, que ha limitado al máximo su vida pública, se muestra «desconcertada». En sus barrios aseguran que están «en estado de shock».

La salida de Nuestra Señora de los Dolores en el barrio sevillano del Cerro del Águila este año suponía la última esperanza a la que aferrarse para la familia de Alfonso Cabezuelo, uno de los miembros de La Manada, el grupo de jóvenes sevillanos condenados por abuso sexual por la Audiencia de Navarra por los hechos ocurridos en los Sanfermines de 2016. La familia, que rehúsa exponerse a los medios, se encuentra «destrozada». Tres de los cinco implicados son de la barriada de Amate. Otro vivía en Santa Aurelia. El peluquero, Escudero, que trabajaba en el negocio de su tío en Triana, jugó en el Ciudad Jardín y Nervión e incluso este periódico ha accedido a imágenes del joven celebrando el ascenso con el Nervión a la Primera Andaluza, tras un partido contra el Tomares. Todos son naturales de Sevilla y actualmente tienen entre 26 y 30 años. Les une su pasión por el fútbol y las fiestas sin control. Su particular «cacería», en definitiva. En sus barrios, los vecinos aseguran sentirse «en estado de shock».

Su entorno vecinal se mueve entre la incredulidad y el silencio. Por el Cerro del Águila, en la zona del taller mecánico del padre del militar condenado, aseguran que, en concreto, la familia de Cabezuelo «es buena gente». Un compañero de profesión señala que «no es que tengan miedo pero en el barrio no se quiere hablar del tema». «Se comenta de pasada, y ya está. Pero saber, se sabe quién es». «Si lo han hecho, que lo paguen», es una de las manifestaciones más repetidas en la zona. El propietario de otro taller mecánico cercano describe el barrio como «de gente trabajadora. Yo hoy tengo que quedarme limpiando un coche hasta las once de la noche. Y que no falte». Y recuerda: «Yo tengo dos hijas, de 34 y 28 años, y me pongo en el lugar de la chica. Si lo han hecho, que lo paguen». «Si lo has hecho, te comes el marrón tú», también comenta un cliente en una conversación de barra en una cafetería a la que Cabezuelo solía acudir, en la calle Afán de Ribera. Poco después, uno de los tíos de Alfonso se toma una cerveza en esa misma barra, con el mono aún puesto y las manos llenas de grasa, y reina el silencio sobre el tema. La heladería Antonino, en la que también se dejaba ver el condenado, está llena el día después de la sentencia. «Yo lo veía en el Bar El Jamoncito. A veces hasta con la camiseta que pone La Manada. No se veía mala gente. Tenía sus más y sus menos, como toda la juventud pero no era mal chico», comenta una señora en un banco junto a su octogenaria madre. «Los padres sabemos lo que los hijos hacen en casa, fuera no...», explica. «Yo en su lugar también me sentiría humillada. Dicen que iba muy bebida...», añade sobre la víctima. «Estamos muy sorprendidos». En una tapicería cercana al taller de la familia del militar también corroboran que conocen a Alfonso. «No me lo esperaba», dicen. «Si lo ha hecho, que lo pague; pero también hay que tener en cuenta que hay tías que son muy golfas», añade. «Yo no estaba allí, así que no puedo juzgar». Alfonso Cabezuelo, el militar, se habría quedado sin pareja pero sería por motivos ajenos a la causa. «Son pocos los fines de semana que se han quedado sin visitas» los encausados, según su letrado. La familia de Cabezuelo tiene un taller de lavado y reparación de neumáticos en el Cerro del Águila. Su padre Alfonso y sus tíos Mariano y Julián rehúsan hacer declaraciones. Tampoco en el Bar La Oficina o el citado El Antonino, dos de los locales donde se les solía ver. Alfonso Jesús Cabezuelo es el mayor de los condenados, con 30 años. Como soldado profesional, estaba destinado en la Unidad Militar de Emergencias en Morón de la Frontera. También pertenece a los Biris, como «El Prenda» y otros de ellos, y fue condenado en 2013 por un delito de lesiones. También habría participado en la presunta violación de Pozoblanco. Se encuentra en la cárcel castrense de Alcalá Meco, igual que el Guardia Civil. Su tatuaje: «El poder del lobo reside en la manada», en un pie junto a un lobo maullando, supone toda una declaración de principios. También lleva tatuado el escudo del Sevilla en la espalda.

El barrio de «El Prenda», entre Amate y Rochelambert, es una zona aparentemente más degradada que la anterior del Cerro a pesar de localizarse a menos de un cuarto de hora de camino a pie. Los chavales juegan al fútbol en una plaza mal asfaltada a la que da la vivienda del líder de La Manada. Curiosamente, se localiza junto a una peña sevillista, su gran pasión. «Yo creo que es inocente», señala un vecino, «pero si lo ha hecho, que lo pague», apostilla. «Lo conozco de toda la vida, desde chico. Le encantaba jugar al fútbol y el Sevilla es su pasión». Su familia, corrobora otro vecino, «lo está pasando fatal». La vivienda tiene las ventanas a medio abrir a mitad de la tarde y las cortinas están echadas. «Su padre va en un carrito y su madre también está mala».

En la prisión, «El Prenda», que estaba parado antes de entrar en la cárcel, empezó a estudiar euskera y habría perdido varias decenas de kilos. Es miembro de los Biris. Hace siete años, un juzgado de Huelva lo condenó a dos años de cárcel por un robo con fuerza cometido en 2009. Está siendo investigado por otra supuesta violación en grupo en Pozoblanco, junto a otros tres de sus amigos de La Manada. Reza en su abdomen el tatuaje con su apellido y apodo en letras góticas y otros lemas como «Hoolingans Sevilla» con el perfil de los personajes que protagonizan «La Naranja Mecánica».

En el entorno del peluquero, Jesús Escudero, aseguran que «la chica consintió» y defienden que todo está orquestado por «el Ayuntamiento de Pamplona y la chica» y que «hasta le han puesto un piso». La teoría de la conspiración sobre la búsqueda de la erradicación de los abusos sexuales en los Sanfermines y La Manada como los cabezas de turco necesarios. Escudero, apasionado de las motos además del fútbol, comentaba hasta a sus clientes sus hazañas con La Manada. «Este fin de semana estuvimos con una de Granada...», señala a LA RAZÓN que le llegó a comentar en una ocasión uno de sus clientes habituales. Jesús Escudero, de 27 años, era peluquero en Triana y ha seguido ejerciendo su profesión en prisión.

El apoyo de los Biris

Los que mayor apoyo público prestan a los acusados son los grupos de aficionados ultras del Sevilla Fútbol Club, del que todos los condenados eran muy aficionados. En las redes sociales, Fabrizio, líder del grupo ultra del equipo, se ha manifestado como principal defensor de La Manada. «También hay tías guarras». «A Diana Quer posiblemente la violaron y la mataron con toda una vida por delante, y los cínicos de Podemos no quieren que su asesino, 'El Chicle', esté toda su vida en la cárcel. Vaya cacao que tenéis», indicó en su cuenta de Twitter. «¿Una mujer que supuestamente ha pasado por el terrible trauma de una violación en grupo va a ir a unas fiestas pocos meses después y se va a poner una camiseta que diga 'Hagas los que hagas bájate las bragas'? Esto sólo lo hace una enferma, una loca del coño», también ha expuesto. Antes de hacerse público el fallo el pasado jueves, señaló: «¿Ya están las locas del coño metiendo presión por la sentencia?».