Salud
Bacterias y hongos: La nueva «Kriptonita»
Se resisten a ser eliminados por el uso continuado de antibióticos. Matan a tanta gente como el VIH
Se resisten a ser eliminados por el uso continuado de antibióticos. Matan a tanta gente como el VIH.
Allí afuera hay millones de bacterias y hongos que se empeñan en sobrevivir haciendo lo que mejor saben: invadir otros organismos, animales, plantas y seres humanos. Paralelamente, la ciencia y la tecnología dan lo mejor de sí mismas para impedírselo: fabrican pesticidas y antifúngicos que mantienen a los cultivos, al ganado y a nosotros mismos libres de la mayor parte de las infecciones potenciales. Pero la ciencia empieza a flaquear, y los hongos y otros microorganismos comienzan a ganar algunas batallas. Muchos de ellos se han vuelto resistentes a todos los agentes protectores conocidos. Para la agricultura, eso es un auténtico drama. Desde que en 1914 se registrara el primer caso de resistencia a un insecticida agrícola hasta nuestros días, se han producido pérdidas de miles de millones de dólares por culpa de la capacidad de hongos, insectos y bacterias de sobreponerse al ataque de los agentes químicos preventivos. Y el problema no es solo económico.
La revista «Science» publicó ayer un dosier especial sobre el asunto con una conclusión demoledora: quizás no estemos preparados para afrontar el inmenso reto que supone la contaminación de los cultivos por nuevos insectos y hongos resistentes. Si la tendencia continua está en peligro la salud de millones de ciudadanos y, posiblemente, nuestra propia capacidad para mantener una agricultura suficiente para alimentar al planeta.
Pongamos un caso paradigmático: la malaria. El uso de insecticidas para impregnar mosquiteras y paredes de las casas ha sido una estrategia relativamente eficaz que puede que haya evitado 500.000 millones de contagios entre 2000 y 2015. Sin embargo, su eficacia languidece en los últimos años. Y es que los mosquitos que transmiten el mal están generando autodefensas contra los insecticidas. La Organización Mundial de la Salud advierte que es muy probable que experimentemos un rebrote de la enfermedad en las próximas temporadas. Y aunque se están desarrollando nuevos pesticidas, el tiempo que se tarda en ponerlos en el mercado es demasiado largo.
En el mundo de la agricultura, las cosas no son mejores. En los años 90 muchas empresas comercializaron semillas modificadas genéticamente que pudieran resistir bien cuando fueran fumigadas con glifosatos. En 2014, hasta el 90% del maíz, la soja y el algodón plantado en EE UU pertenecían a especies modificadas para resistir herbicidas. Pero por culpa de su uso generalizado hoy hay 40 especies nuevas de hierbas resistentes a los glifostatos. Nosotros nos defendemos de la naturaleza y ella de nosotros.
Según los datos publicados ayer por la revista «Science», hoy hay malas hierbas que son resistentes ya a todos los herbicidas conocidos y más de 550 especies de insectos han desarrollado resistencia a, al menos, un insecticida. Recientemente, en Australia surgió una especie de hierba que ataca a los campos de maíz y que no responde a ningún herbicida del mercado. Los agricultores tuvieron que idear ingenios mecánicos para arrancar las malas hierbas. Como si hubiéramos vuelto a sistemas de cultivo propios de tiempos pre-científicos. Esa es la gran paradoja: la ciencia ayudó a solucionar el problema en su día y ahora puede resultar que no sirva para nada.
Existe también una gran preocupación por la capacidad de combatir los ataques de hongos. Un aumento considerable en las resistencias a los antifúngicos podría poner en peligro la seguridad alimentaria y provocar epidemias globales. Científicos del Imperial College de Londres alertan de que se necesita un cambio radical en la política de control de plagas para evitar una catástrofe sin precedentes. Muchos de los productos que hoy se usan contra los hongos en agricultura y ganadería, incluso en medicina humana, están empezando a perder eficacia.
Hoy en día, el ataque de hongos es responsable de la pérdida del 20% de los cultivos de cereal en el mundo. Y los investigadores creen que el número de personas fallecidas por infecciones por hongos excede ya al de muertos por malaria y cáncer de mama. Es similar al de muertos por tuberculosis y VIH. Algunos hongos, como «Aspergillus fumigatus» tienen una cara aún más truculenta porque, incluso, pueden infectar a personas con el sistema inmune debilitado.
Parece que nuestra próxima batalla médica será contra el ejército de microorganismos que se está preparando para resistir nuestros más poderosos ataques.
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