Reportaje
Campamento inclusivo: «El primer año lloré para irme y el resto por volver»
Durante 12 días, 60 menores con y sin discapacidad de toda España han olvidado sus diferencias y juntos han disfrutado de la iniciativa organizada por la asociación Aspaym
En el centro de la comarca de El Bierzo, concretamente en la localidad de Cubillos del Sil (León) existe un lugar donde las diferencias entre personas con y sin discapacidad se olvidan durante unos días. Se trata del campamento que desde hace 26 años organiza la Federación Nacional de la asociación Aspaym, y que ayer puso punto y final a su última edición.
Durante 12 días, 60 menores con y sin capacidad procedentes de todas partes de España, con la ayuda de 30 voluntarios, han participado en las actividades que diariamente se organizan en las instalaciones de El Bosque de los Sueños, que están completamente adaptadas para sus participantes. Además, otros 59 niños disfrutan de los juegos y dinámicas, aunque en este caso en modalidad de campamento de día. El objetivo es fomentar la participación activa de los niños y jóvenes, así como evitar el sedentarismo entre aquellos que tienen algún tipo de discapacidad.
Diego Conde, de 24 años, estudiante de Física y coordinador del campamento, explica que en él se intenta dar cabida a niños y jóvenes con «el máximo tipo posible» de discapacidades. «Sobre todo hay chicos con discapacidad física, pero también los hay con autismo, parálisis cerebral, cociente intelectual bajo, retraso madurativo, síndrome de Down...». Diego señala que en las actividades se busca que «cualquier niño, independientemente de su edad o condición, pueda participar. Son adaptadas», y que el objetivo del campamento es «no ir a lo fácil, sino hacer actividades como en otro cualquiera».
El coordinador del campamento explica a LA RAZÓN que la mayoría de los menores se comunican por sí mismos (hay uno que no, pero lo hace mediante una tablet). «Te cuentan cómo ayudarles, no hay ningún problema. Podemos resolver la situación con su ayuda», explica. Lo importante es que «en muchos casos te das cuenta de que son muy autónomos, y que la mayoría solo necesita ayuda en aspectos puntuales», destaca.
Diego ya es veterano en el campamento, porque entró como monitor hace seis años. «Entré a ciegas, no había tenido contacto con personas con discapacidad. Decidí probar. Me fascinó que entre los participantes se crea una conexión increíble, se llega a crear una sensación de familia».
Este joven destaca que el campamento «no sólo es trabajar, sino compartir momentos con esa persona, es lo que me lleva repetir». «Yo todos los días aprendo cosas, no es una frase hecha. Te hace cambiar la forma de ver la vida». En el otro lado de la barrera, «hay niños que te dicen que en estos 12 días pueden desconectar de su situación», asegura.
Es el caso de Marcos, de 14 años, que ha disfrutado de su segundo verano en «El Bosque de los Sueños». Este joven, amante «de la Física y las mates», pero que aún no tiene claro qué estudiar en un futuro, sufre discapacidad motora, por lo que va en silla de ruedas. «Es una experiencia única, se lo recomiendo a todo el mundo», afirma sobre lo vivido en El Bierzo. Marcos disfruta de todas las actividades: los karts, las gymkanas, el tiro con arco... «Pueden ser simples, pero al final de te enganchan», confiesa.
Cree que una de las claves de esta iniciativa radica en que «todos tenemos muy buen rollo, todos somos muy amigos, los antiguos y los nuevos enlazamos muy bien», y reconoce que «el último día acabamos todos llorando». Sobre la experiencia personal que supone para él, asegura que «está bien ver que puedes hacer cosas que crees que no puedes hacer», y asegura que se aprende «a respetar a todo tipo de personas».
El campamento es una oportunidad para niños y niñas de convivir junto a otros con discapacidad y que, jugando, adquieran valores inclusivos y solidarios que les marcarán en el futuro. El evento también funciona como un respiro al entorno familiar, que proporciona a los progenitores un paréntesis durante unos días en su esfuerzo constante de cuidados y atención.
El evento temático de este año han sido los juegos de mesa y Arcade, con yincanas (como la de agua, la sensorial o el Cluedo de personas reales), la búsqueda de la princesa Peach, el Monopoly benéfico o el cine de verano. Además, han podido disfrutar de actividades clásicas de ediciones anteriores, como veladas nocturnas, los baños en la piscina, rutas por el pueblo y la naturaleza, o una de las que tiene más adeptos, el karting adaptado, entre muchas otras.
A sus 13 años, y pese a sus reticencias iniciales, Eider tiene muy claro que repetiría. Tiene un hermano mayor con movilidad reducida, que es el que insistió para que probara la experiencia, ya que éste es el último año en el que podían coincidir porque él va a cumplir los 18: «Me lo lleva pidiendo mucho tiempo», confiesa. «Todas las actividades las hacemos todos juntos, eso me gusta», destaca. «La mayoría tiene sillas eléctricas y pueden hacerlo todo solos», pero aún así subraya que «nos ayudamos siempre».
David Riesco tiene claro que su vocación es precisamente esa, ayudar a los demás. Este monitor de 22 años confiesa que antes de comenzar estaba nervioso, por la responsabilidad de la tarea, pero al ver que los chavales se duchan solos, pueden nadar... «el miedo desapareció, al final solo tienen necesidades puntuales», asevera. Diego afirma que la experiencia ha sido muy positiva: «cualquier cosa que ves te ilumina el corazón», y destaca «lo fácil que es ser inclusivo», por lo que tiene claro que quiere volver.
Otra «enganchada» a esta iniciativa es Andrea Ramos, una monitora que lleva ya siete años en El Bierzo, cuatro de campista y tres de monitora. Esta joven, que padece la enfermedad de los huesos de cristal y va en silla de ruedas, asegura que el campamento «es una adicción». Sin embargo, no fue así al principio. «Entré de niña y me quería ir volando, te ves tan vulnerable que tienes miedo. El primer año estuve llorando por irme y el resto por volver», declara. Sobre los puntos fuertes de un campamento inclusivo para alguien con discapacidad lo tiene claro: «Te sientes libre, conoces gente, ves que hay más gente en tu situación». Y por ese motivo concluye sin dudar: «Es una gasolina que me sirve para tirar todo el año».
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