Medio Ambiente
Cáncer en el pulmón del planeta
Las selvas tropicales que inundan de vegetación la cuenca del río Amazonas, las regiones de las Guayanas y el Gran Chaco albergan el 10 por 100 de todas las especies animales conocidas, distribuyen el 20 por 100 de todo el agua dulce del planeta y dan cobijo directamente a 30 millones de personas. Solemos decir que la Amazonia es el pulmón del planeta. Y lo es. Pero solo una observación detenida de los datos ecológicos podrá darnos una idea de qué significa, realmente, esa bella frase.
En una extensión que abarca 7 millones de kilómetros cuadrados (el doble que India), esta porción del planeta alberga el bosque tropical más grande del mundo, que absorbe entre 90 y 140 millones de toneladas métricas de carbono. Por las aguas de sus ríos (cuyo caudal vierte el 16 por 100 del agua fluvial que se descarga en los océanos globales) navegan más especies de peces que en ningún otro ecosistema de agua dulce de la Tierra. Cuenta con 2 millones de kilómetros cuadrados de áreas protegidas donde habitan 40.000 especies distintas de plantas. No nos queda otro bosque tropical como ese en nuestro mundo.
Los bosques tropicales son los principales motores del intercambio de energía, agua y gases entre el suelo y la atmósfera. En condiciones normales, su masa vegetal extrae Co2 de la atmósfera, lo convierte en energía y lo intercambia por oxígeno.
Además, el agua liberada por las plantas viaja por el aire en auténticos ríos voladores que distribuyen líquido vital por todo el continente.
Es fácil imaginar que sin una masa biológica como la Amazonia la vida en la Tierra no sería igual. La supervivencia de la mayor parte de los ecosistemas planetarios depende del estado de salud de la flora en la cuenca del Amazonas.
Desde comienzos del siglo XX, el bosque tropical ha sufrido una errática evolución. Desde 2004 parecía haberse detenido en parte su alarmante ritmo de desforestación. Pero 2018 fue un mal año para el pulmón del planeta. Se perdieron más de 7.900 kilómetros cuadrados de árboles, el peor dato en varias décadas.
de esta manera, la Amazonia sufre un lento y penoso proceso de deterioro. Una suerte de cáncer latente provocado por la deforestación, la tala, la pérdida de población indígena y el aumento de las temperaturas. Cada episodio de incendio puede ser una amenaza de metástasis que acelere la expansión del mal.
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