Ciencia

Carlos López-Otín: «El elixir de la eterna juventud está en nuestras células»

Viaja siempre con una cámara Leica en el bolsillo de su chaqueta. Le gusta retratar momentos mientras recoge premios y da charlas por el mundo. Ya es una eminencia de la Biología Molecular y de la Medicina. Por eso, un premio Nobel ha propuesto su candidatura conjunta al Princesa de Asturias. Tras su éxito con el Proyecto Genoma del Cáncer ahora tiene otra meta: luchar contra el envejecimiento

Carlos López-Otín: «El elixir de la eterna juventud está en nuestras células»
Carlos López-Otín: «El elixir de la eterna juventud está en nuestras células»larazon

Viaja siempre con una cámara Leica en el bolsillo de su chaqueta. Le gusta retratar momentos mientras recoge premios y da charlas por el mundo

Se ha levantado a las 4 de la mañana. Un viaje más. Siempre con su Leica en el bolsillo de la chaqueta. Es un amante de la fotografía. En esta ocasión vuela a Madrid para reunirse con la Fundación Francisco Luzón, les ayuda en su lucha contra la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). «Sabe que no se va a curar, pero destina su dinero a que otros lo consigan», dice Carlos López-Otín, el bioquímico que se ha convertido en la tabla de salvación de muchas familias. Ven en él una esperanza de terminar con la enfermedad que acarrean desde hace generaciones. En su laboratorio de la Universidad de Oviedo descifra centenares de genomas en busca de «la mutación», la responsable de todos sus males.

–¿Cómo reacciona la gente a la que la dices: «Te puedo ayudar, pero no para que te cures tú»?

–En algunos casos sí es posible, pero el mejor consejo que puedes darle a una persona es uno genético porque hay muchas familias que lo necesitan. Puedes erradicar una enfermedad de varias generaciones si sabes cuál es la mutación. En nuestro laboratorio hemos descubierto nuevas enfermedades que tienen dos o tres personas en el mundo. Es una medida directa. No vamos a a poder corregir una enfermedad que ya tienes desarrollada, con la que has nacido y que ha impregnado todas tus células, aunque algunos dicen que se puede (apunta con un halo de enfado). No se va a poder corregir. Pero sí podemos garantizar que no se va a repetir en esa familia, porque todos los que quieran tener hijos se harán un análisis simplísimo. Por 10 euros pueden saber si tienen esa mutación. Cuando ya sabes lo que es, es muy fácil decirle a una familia tu sí, tu no. Es una sensación maravillosa.

–¿Es una sensación cercana a ser Dios?

–No, lo que tienes que tener es una empatía total para poder hablar de estas cosas. No tengo ningún pensamiento sobrenatural. No he descifrado mi genoma y he descifrado el de centenares de españoles. Yo no lo necesito, me parecería un derroche de recursos y de tiempo. Estoy sano por fuera y eso significa que no tengo ninguna enfermedad que esté amenazando mi vida ahora mismo, sería más una curiosidad.

–Entiendo que no todo el mundo debe hacerlo.

–Es algo profundo, no es fácil explicarlo bien. Algunos científicos se aprovechan y venden sus cosas. Bueno... al que tiene una mutación le puedes dar una posible respuesta médica. Otra cosa muy interesante que ocurre ahora es que aunque descubras una nueva mutación y parezca que no hay nadie en el mundo que la pueda tener, la lanzas al banco de datos mundial. Y, de repente, recibes uno o dos mensajes de vuelta. De estas conjunciones pueden salir cosas extraordinarias.

–Pero, ¿son enfermedades nuevas o siempre han estado ahí y las desconocíamos?

–Sí, claro, pero hay más de 6.000 enfermedades hereditarias y de casi 3.000 no se conocen las causas. Fíjate si hay terreno para trabajar y la tecnología está ahí para ayudarnos. Me he dado cuenta de que la generosidad de los enfermos es extraordinaria.

–¿Podría poner ejemplos?

–Vino a mi laboratorio un chico con esquizofrenia que murió muy joven. Ahora su familia quiere que se estudie su caso para que nadie más pase por lo que ellos pasaron. Paco Luzón sabe que no se va a curar, pero mira todo lo que va a invertir para que haya un mínimo de orden en lo que viene a continuación, porque no hay recursos. Cada adversidad es una lección de humanidad, no de divinidad.

–¿Ese contacto le ha cambiado?

–En los últimos años tuve mucho acceso a lo que nadie ve. La visibilidad que conseguimos con el Proyecto del Genoma del Cáncer atrae a la gente que no sabe a donde ir. Es muy bueno, pero llega un momento en que la vida no da más de sí. Para eso tengo un gran equipo.

–Son muy jóvenes, ¿no?

–Efectivamente, son muy jóvenes y muy comprometidos. Tendrías que verlos, los llevo en una foto en el ordenador, a los de ahora y a los de antes, que tras concluir su Tesis están trabajando en excelentes laboratorios repartidos por el mundo. Les tengo trabajando por todo el mundo. David tiene 19 años, está en segundo de carrera, y trabaja en el laboratorio desde el instituto. Me escuchó en una charla que di y vio que era lo suyo. Y tenía el talento.

–Capta rápido el talento.

–En realidad esa es una de mis principales tareas, reconocerlo. El talento es el bien mejor repartido del planeta. Debemos enseñar a pensar porque si lo consigues, en paralelo aprendes a sentir. La convergencia de los dos es lo que nos hace ser. Así eres más dueño de tu destino y puedes aceptar la enfermedad, porque no somos ni inmortales ni perfectos. Si fuéramos perfectos, en nuestros mecanismos moleculares, seguiríamos siendo microbios.

–¿Por qué tenemos esa obsesión por la perfección?

–Porque el progreso moral y ético no va acompasado con el progreso tecnológico que enseguida pone en manos de todos posibilidades de disfrutar, pero si barnizamos todo del color de la banalidad parece que los modelos siempre son los mismos, los referentes... y no deberían ser. Los educadores son los que de verdad deberían ser los líderes. Deberían ser profesionales de élite, como en Finlandia. Es un país más educado que el nuestro.

–Sí, pero culturalmente, ¿cómo lo cambiamos?

–Hay que conservar la esperanza de que las naciones sufren mutaciones y aunque nosotros, aparentemente, no prestamos mucha atención a la ciencia y al conocimiento, tradicionalmente nuestro país no es de eso, desde hace muchos años. Perdimos el carro de la Ilustración, la cultura es una curiosidad. Querría que mis líderes fueran lo mejor de lo mejor de la sociedad. Fui educado en la idea de maestro y mentor, del aprendiz. A los que trabajan en mi laboratorio los llamo discípulos, y le quito cualquier matiz negativo. El laboratorio es como un taller del Renacimiento. Se pasa por él, se aprende y se disemina el conocimiento. Hay que enseñar en el asombro. La curiosidad sigue siendo una de las mayores fuentes de longevidad y de felicidad.

–Fue pionero en la técnica de descifrar genomas. ¿Ahora qué toca?

–Tenemos ratones que con una mutación logramos que envejezcan en tres meses. Gracias a ellos podemos hacer muchos experimentos para entender mejor las claves del envejecimiento. Y este trabajo converge con la Oncología. El cáncer es una entidad biológica que ha alcanzado la inmortalidad. Eso que me niego a admitir en la vida normal, en condiciones patológicas el cáncer lo consigue. Son células egoístas, inmortales y viajeras. Por eso es un modelo para estudiar lo que no queremos, pero nunca para ser inmortales.

–Muchas personas relacionan envejecimiento con vivir eternamente.

–Sí, con el elixir de la eterna juventud. Ya lo buscó Ponce de León hace 500 años y murió en el intento, joven. Los verdaderos elixires están dentro de nosotros mismos. Están en nuestras células. Ya no hablamos solo de genes y genomas, sino que damos dos dimensiones más: epigenómica y metagenómica. Son los lenguajes de la vida en el planeta de los genes. Tenemos más genoma no humano en el cuerpo que humano que sólo representa un 1%.

–¿Cómo consigue adelantarse al siguiente gran avance?

–Con intuición. Cuando hablamos de cáncer, por ejemplo, ¿Cuántos genes lo pueden causar? En el paisaje genómico del cáncer ves una sopa de letras que son los nombres de genes: con mayúsculas aparecen los que mutan más habitualmente y los pequeños los tienen un sólo paciente, pero es el gen clave. Y te preguntas: ¿Cómo escogemos en esta masa cuál será el que nos llevará a hacer una contribución científica relevante? Ahí la intuición humana cuenta muchísimo. Si no hubiera intuición, no se podría hacer ciencia nada más que en los sitios de élite, que tienen todos los recursos.

–¿Cómo lleva que su nombre siempre aparezca como posible Nobel o Princesa de Asturias? Un Nobel ha presentado su candidatura junto a Izpisúa y Kroemer.

–Hace muchos años que estoy curado de vanidad. Vivo y trabajo en un sitio pequeño. No tengo que demostrar nada. ¿Qué viene algún premio? Genial. En algún momento fueron decisivos para ayudarnos a mejorar en el laboratorio. En cualquier caso, cuando se vive tan cerca la vulnerabilidad humana, te das cuenta de que hay cosas más importantes que los premios.