Investigación científica
"El proyecto genoma humano no se hubiera desarrollado sin organizarse como un estado 'fascista'"
Greg Winter (1951) descubrió cómo modificar células animales para generar anticuerpos con los que tratar enfermedades degenerativas y tumorales. Ha visitado España estos días, invitado por la Fundación Ramón Areces, y ha hablado con SINC sobre investigación, patentes e internacionalización de la ciencia.
¿En qué consiste el sistema inmune sintético que creó en el laboratorio y cuyo resultado son los anticuerpos que se comercializan?
Imitamos cómo funciona el sistema inmune. Necesitamos hacer anticuerpos humanos contra la diana de una enfermedad. Es como encontrar una llave para abrir una cerradura, la cerradura es la diana y el anticuerpo es la llave. La esencia reside en crear una gran cantidad de anticuerpos y después elegir entre todos ellos cual será la llave que encaje.
¿Qué enfermedades están tratando ahora mismo basándose en esta terapia de anticuerpos?
Normalmente se aplican para tratar cánceres como el de mama y el colorrectal. También en enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide, la enfermedad de Crohn y otras como la osteoporosis.
¿Se combinan con otros tratamientos o cómo se administran?
Habitualmente se usan en las últimas fases de la enfermedad. No siempre, pero, por ejemplo, contra el cáncer de mama se está usando un anticuerpo cuando las demás terapias han fallado. Por otro lado, hay un anticuerpo que está a punto de salir al mercado, llamado Campath, que mata las células T y B, los glóbulos blancos. Está enfocado a tratar de forma eficaz las primeras fases de la esclerosis múltiple.
¿Y en la artritis reumatoide que mencionaba antes?
Para el tratamiento de la artritis reumatoide hay varios anticuerpos que tienen hoy un mercado mundial combinado de 20.000 millones de dólares. El más importante de estos anticuerpos es el llamado Humira, comercializado por Abbott, que bloquea la inflamación de la artritis reumatoide. Es capaz de detener la paralización de las articulaciones en muchos pacientes.
¿Estos tratamientos son muy costosos?
Sí, son caros, por eso es muy importante identificar los fármacos para saber cuál es el tratamiento más eficiente. Por ejemplo, el tratamiento con Humira cuesta unos treinta mil dólares. Hay otros más baratos o aún más caros, como el que se emplea para tratar la hemoglobinuria paroxística nocturna, en la que el organismo destruye sus propios glóbulos rojos. El tratamiento con anticuerpos cuesta cuatrocientos mil dólares, pero es el único que hay. Es tan caro porque tiene un mercado pequeño.
Desde su experiencia, ¿Reino Unido es un país puntero en innovación en ciencias de la vida?
Creo que es un país exitoso en este campo en comparación con otros países desarrollados. Tiene buenos índices de citaciones e impacto, eso no significa que el Gobierno esté invirtiendo más que en otros lugares, pero la investigación es bastante eficiente.
¿Cuál es la clave de ese éxito?
Ha dependido mucho del Wellcome Trust, que tiene unos activos de unos 15.000 millones de libras y gasta más de 1.000 millones al año en investigación en Reino Unido. El trabajo que hace esta institución en unión con otros centros, como el Consejo Médico (GMC), es fundamental.
¿Por qué se valora tanto el número de patentes en investigación?
Yo he logrado patentes para la mayoría de mis descubrimientos y esto me ha permitido ayudar a crear compañías. Patentar es importante, pero hay que saber cuándo no hacerlo. Las patentes son un documento comercial, para que tengan validez internacional se necesita invertir mucho dinero, y eso sin contar las batallas legales para mantenerlas. En Reino Unido hay un exceso de patentes que muchas veces no se usan.
Sin embargo, comparado con España están en una situación privilegiada...
No sé exactamente cuál es la situación de España en este aspecto, pero mi país tiene muchas más patentes porque nuestro Gobierno también invierte más. Aun así, que es importante saber discriminar qué se debe patentar y si va a tener aplicaciones comerciales.
¿Cómo se puede prever el éxito comercial?
Es mejor hacerlo en conexión con la industria. El mayor problema de los investigadores españoles es que no tienen demasiada relación con las empresas. Desde el principio yo indagué para saber cómo funciona la industria y me di cuenta de que podía crear una compañía por mí mismo. La ciencia es una tarea complicada; en comparación con ella, los negocios son fáciles. Los buenos científicos deberían ser capaces de crear una compañía desde el principio, pero se necesita algo de experiencia.
También se insiste en la internacionalización de la ciencia. ¿Cómo enriquece la multiculturalidad a los laboratorios?
Las tecnologías de los anticuerpos empezaron con un investigador argentino, César Milstein, que vino al Consejo de Investigación Médica de Biología Molecular de Cambridge y estaba trabajando con un alemán. Ambos descubrieron, en un laboratorio inglés, cómo hacer anticuerpos monoclonales.
Se fue de Argentina porque no le gustaba la situación política de su país, pero la investigación allí era muy buena. Decía que en Argentina se hablaba a todas horas sobre la situación política, y en Inglaterra nadie discutía sobre ese tema, solo sobre ciencia, y esto le gustaba. Tenía mucha pasión por la ciencia y eso inspiró a mucha gente, incluyéndome a mí.
Y también puede generar una rica competición entre diferentes países para conseguir avances en un mismo campo...
Desde luego. Yo estoy librando una dura competición con el grupo de Richard Lerner que está en California. Mi grupo incluye americanos, holandeses y alemanes; y su laboratorio está compuesto por ingleses e indios. La ciencia es un negocio internacional, y cada uno viene con diferentes destrezas. Apreciamos la ciencia, no la nacionalidad. Por otro lado, hay quienes dan más libertad a su equipo y otros quieren llevar el control como jefes. Yo soy más de la primera opción, pero la segunda también funciona.
Esta decisión de dar mayor o menor libertad a los científicos, ¿depende del tipo de investigación?
La secuenciación del genoma humano, por ejemplo, fue un proyecto basado en un trabajo muy aburrido. Al principio emplearon a gente que acababa de salir de la escuela y durante más de un año se dedicaron a hacer secuenciaciones. La gente joven era rápida y trabajaba horas extras, eran los peones, y luego estaban los jefes que organizaban el trabajo. No había lugar para el debate. La gente hacía lo que se le pedía y punto. No se podría haber desarrollado un proyecto como el genoma humano si no se hubiera organizado como un estado fascista.
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