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El segundo entierro de Ricardo III
Despiadado, cruel y ambicioso, estuvo en el trono solamente dos años. Sus huesos fueron hallados hace tres en un garaje.
Shakespeare jamás podría haber imaginado un final más apoteósico para Ricardo III. El último rey inglés que dejó su vida en el campo de batalla, cayó rendido al enemigo en 1485. Pero han tenido que pasar más de cinco siglos para que su cuerpo descanse finalmente en paz. Los británicos vivirán hoy un momento histórico cuando el cortejo fúnebre traslade los restos del último representante de la dinastía Plantagenet hasta la Catedral de Leicester. Ricardo III tan sólo estuvo en el trono durante dos años (1483-1485). Pero las crónicas del siglo XV le retratan como un hombre oscuro, deforme y despiadado dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr su voluntad, incluido mandar asesinar a sus dos sobrinos cuando éstos eran sólo unos niños. Si su vida dio para protagonizar una de las obras más famosas del dramaturgo inglés, su entierro no se queda atrás. La primera escena para entender este rocambolesco relato se enmarcaría en un aparcamiento de Leicester (Inglaterra), donde en su día se alzó la iglesia de la hermandad franciscana de los Grey Friars. «La primera vez que estuve allí se apoderó de mí una extraña sensación. Pensé: «Estoy de pie en la tumba de Ricardo», asegura Phillipa Langley. La escritora trabaja en la sociedad que lleva el nombre del monarca, cuyo propósito siempre ha sido limpiar la imagen malvada que crearon sus sucesores, los Tudor. La tradición contaba que, durante la Disolución de Monasterios, sus restos se arrojaron al cercano río Soar. Pero Langley nunca creyó esta teoría y, tras años de trabajo, finalmente consiguió que la Universidad de Leicester se involucrara en el proyecto. Y estaba en lo cierto. Las excavaciones encontraron en agosto de 2012 un esqueleto. Pero no fue hasta febrero del año siguiente cuando los análisis despejaron todo tipo de dudas.
Los científicos recogieron el material genético de la dentadura y el fémur y los compararon con ADN de Michael Ibsen –descendiente de la hermana de Ricardo III, Ana de York– y de otro de sus descendientes anónimos. Y en efecto, los restos óseos pertenecían al hombre cuya muerte en la batalla de Bosworth puso fin a la Guerra de las Dos Rosas. Se trataba del hallazgo más importante del último siglo. «Fue uno de los momentos más importantes de mi vida», asegura Langley, que junto con otros políticos, como el diputado conservador Chris Skidmore, recalcan que el monarca tendría que haber tenido ahora un funeral de Estado. «A todos los reyes ingleses tradicionalmente se les otorga un funeral de Estado, y la importancia de Ricardo era tal que él también merece un honor final», señala el «tory», autor de un libro sobre la sangrienta batalla de Bosworth. Por su parte, la dramaturga insiste en que si Margaret Thatcher o Churchill lo tuvieron, Ricardo III también merece lo propio.
La alianza Plantagenet
Sin embargo, el último rey Plantagenet tendrá una ceremonia mucho más íntima. Sus parientes lejanos –que forman parte ahora de la conocida como Alianza Plantagenet– iniciaron el año pasado una batalla legal sin precedentes para que el último rey medieval de Inglaterra fuera enterrado en la catedral de York, tal y como mandaba su última voluntad. De hecho, era conocido como Ricardo de York. Sin embargo, los jueces dieron finalmente la razón a las autoridades, por lo que hoy sus restos saldrán de la Universidad de Leicester en un ataúd realizado a mano por su pariente más cercano, Michael Ibsen, su 17º gran sobrino nieto, un ebanista nacido en Canadá. Un cortejo fúnebre lo llevará después por los puntos más significativos de la ciudad, como el lugar donde tuvo la batalla en la que perdió la vida o donde se levantaba el monasterio de la hermandad franciscana de los Grey Friars. Posteriormente, un coche de caballos lo trasladará hasta la catedral de Leicester, donde se celebrará un servicio religioso. Tal y como han confirmado a este periódico desde Buckingham Palace, los únicos representantes de la familia real que asistirán serán el primo de Isabel II, el duque de Gloucester (título que en su día llevó el monarca), y la duquesa de Gloucester. El ataúd será expuesto al público hasta el jueves para que todo aquel que quiera pueda mostrarle sus respetos. Por último, será enterrado en una tumba realizada con piedra de Yorkshire Swaledale, que se convertirá en monumento dentro de la catedral. El reverendo Tim Stevens, obispo de Leicester, asegura que el servicio religioso tendrá lugar «con la puesta de sol» y será «íntimo y muy emotivo, un momento único y extraordinario en la historia. Su muerte supuso un cambio de dinastía, el fin de una violenta guerra civil, el inicio del periodo en el que Shakespeare escribiría sus grandes tragedias, incluida Ricardo III», recalca. El sermón estará a cargo de Vincent Nichols, arzobispo de Westminster y cardenal de la Iglesia católica en Gran Bretaña, ya que el monarca murió antes de la reforma anglicana y siempre estuvo vinculado a la Iglesia de Roma.
Mi reino por un caballo
Desde ayer y hasta el próximo viernes, Leicester se llenará de celebraciones en homenaje al monarca. Como no podía ser de otra manera, varios actores representarán fragmentos de la obra que Shakespeare le dedicó al rey. Después de «Hamlet», «Ricardo III» es el libreto más importante del dramaturgo y cuenta con todo lujo de detalles la guerra entre las familias de Lancaster (con rosa roja) y York (rosa blanca) y la toma de posesión definitiva de los Tudor. «Mi reino, mi reino por un caballo». La célebre frase de la obra shakesperiana la pronuncia el protagonista antes de caer derrotado en la Guerra de los Dos Rosas frente a los fantasmas de todos aquellos a los que asesinó para poder convertirse en rey. El dramaturgo muestra a un monarca deforme y despiadado, acorde con la imagen que crearon de él los Tudor. ¿Pero fue realmente tan malvado?
Michael Alpert, de la Universidad de Westminster, asegura que su carácter violento e implacable no era una excepción en la Inglaterra del siglo XV, llena de conspiraciones y guerras entre las diferentes facciones de la nobleza inglesa. Siendo muy joven, Ricardo hubo de aprender que la vida era brutal y cruel, y no tenía otro objeto que hacerse con el poder. Cuando su hermano Eduardo IV murió en 1483, dejó como heredero a su hijo Eduardo, pero dada su corta edad, doce años, estableció en su testamento que su hermano Ricardo se encargase de la regencia. Sin embargo, éste empezó pronto a dar a entender que sus ambiciones iban más allá e invalidó públicamente los derechos de Eduardo y su hermano pequeño al trono.
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