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La verdad está ahí fuera...

Estamos solos en el universo. No existe otra civilización inteligente y avanzada tanto o más que la nuestra. El ser humano quiere saber. Sólo así se explica el fenómeno OVNI y la fiebre que provoca en todo el planeta desde hace décadas

La verdad está ahí fuera...
La verdad está ahí fuera...larazon

Estamos solos en el universo. No existe otra civilización inteligente y avanzada tanto o más que la nuestra. El ser humano quiere saber. Sólo así se explica el fenómeno OVNI y la fiebre que provoca en todo el planeta desde hace décadas.

En julio de 1947 un supuesto objeto volador no identificado se estrelló en un rancho cerca de Roswell, en el desierto de Nuevo México. Se trató del avistamiento más conocido de la historia. Toda clase de teorías sobre lo que ocurrió allí se han desatado desde entonces en un intento de explicar algo para lo que algunos sólo tenía una versión que era la presencia de una nave alienígena tripulada y para otros, un episodio que respondía a sucesos naturales.

En todo caso, Roswell fue el detonante de una suerte de credo pagano, la ufología. Rodeada siempre de su correspondiente halo de misterio, los incidentes, los encuentros, las visiones, las luces en el firmamento han sido el denominador común de decenas de miles de narraciones y experiencias en las que han visto implicadas miles de personas de todos los continentes, especialmente numerosas e intensas en las últimas décadas del siglo pasado. Las teorías conspirativas han alimentado un caudal de historias paranormales que han calado en el imaginario colectivo de sociedades ávidas de adentrarse en lo desconocido, de ir y vivir el más allá. Los distintos gobiernos no parecieron demasiado interesados en rebatir los miles y miles de casos que se fueron acumulando con el marchamo de la confidencialidad en los archivos secretos de los estados.

La sucesiva desclasificación de los «expedientes ovni» han aportado luz, pero no han despejado las sombras en su totalidad y, en buena medida, aquello que no se aclara se enturbia. Un ejemplo. En septiembre de 2016, el Ministerio de Defensa publicó más de 80 informes de avistamientos de fenómenos extraños entre 1962 y 1995 en todo el país. De los 122 encuentros detallados en las 1.900 páginas de informes, nueve siguen siendo un misterio inexplicable. Con la llegada del siglo XXI, en la era de los smartphone, los satélites, los enormes telescopios y las sondas espaciales, las bolas de fuego, los destellos, los círculos, las cruces, los rectángulos, los óvalos, los discos y las formas cambiantes que atraviesan los cielos son cada vez menos, casi un 40% por ciento. ¿Por qué? La fiebre por los enigmas se ha ralentizado, pero no ha desaparecido.

El ser humano necesita saber, alcanzar esa última frontera. Es su naturaleza. Además, ¿alguien es capaz de asegurar que uno de las decenas de miles de casos denunciados no es un visitante de otro planeta? Es sólo un cálculo de probabilidades. Uno entre decenas de miles.