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Sólo un 25% de los científicos del CSIC son mujeres

En el mundo hay un 28% de investigadoras y en el CSIC solo son un 25%. Los expertos dicen que faltan referentes

Cristina Biurrun enseña a Mamen cómo fabricar su propia mascarilla capilar / Foto: Javier Fdez. Largo
Cristina Biurrun enseña a Mamen cómo fabricar su propia mascarilla capilar / Foto: Javier Fdez. Largolarazon

En el mundo hay un 28% de investigadoras y en el CSIC solo son un 25%. Los expertos dicen que faltan referentes.

Dentro de exactamente 25 días las mujeres volverán a tomar las calles de las principales ciudades de España para entonar a coro un mismo mensaje: «Mujer, si no luchas, nadie te escucha». Y eso es precisamente lo que se han decidido a hacer las profesionales de los sectores más masculinizados: luchar. Luchar por igualar la presencia de ambos sexos en ámbitos en los que tradicionalmente no ha habido sitio para ellas: las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). En el caso que tuvieran hueco, su trabajo era invisible y, lo que es peor, lo sigue siendo, porque la historia no ha logrado poner en su sitio su contribución al progreso. Sus avances siguen sin aparecer en los libros de texto y eso hace que las niñas anden más bien escasas de científicas que tomar como referente, de espejos en los que poder mirarse. Los niños quieren ser futbolistas para parecerse a Messi. Pero, ¿qué modelo a seguir tienen las pequeñas para decidirse a dedicar su vida a la investigación?

Lejos queda ya la incansable Marie Curie, la primera mujer en recibir el Premio Nobel y la primera persona en ser galardonada con este prestigioso reconocimiento en dos ocasiones. Tras ella, solo lo han logrado otras tres. Precisamente para aumentar la visibilidad femenina, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en 2015 que, a partir de entonces, el 11 de febrero pasaría a celebrarse el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Son muchas las organizaciones que desde entonces se han puesto manos a la obra y han programado cada edición algún evento para reconocer la labor de las científicas. Tal día como hoy, las que cogen el micrófono son ellas. Porque tan solo un 28 por ciento de los investigadores a nivel mundial es mujer. En España, el panorama no es mejor: solo una cuarta parte de la plantilla del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) habla en femenino. Otro ejemplo: retomando el tema de los Premios Nobel, en las categorías científicas solo ha habido 17 ganadoras, por casi 600 hombres galardonados.

Pero, pese a que las cifras vayan en contra, aún hay esperanza. Es sábado por la mañana y el salón de actos de la sede madrileña de la compañía L’Oreal está lleno a rebosar con decenas de chicas adolescentes. Todas tienen algo en común: quieren ser científicas. Forman parte de la iniciativa «Women in Science» que la empresa de belleza puso en marcha hace más de una década en colaboración con la Unesco. Todas sueñan con desarrollar su carrera profesional sin quitarse su bata blanca y sus gafas de laboratorio. «Mira, esto es lo que se pone mi mamá cuando trabaja», comenta una de ellas, entusiasmada, cuando se dispone a equiparse para ponerse manos a la obra y elaborar su propia mascarilla capilar. Ése el momento más interesante: el de pasar a la acción. Todas eligen los guantes con ilusión mientras comentan con su compañera de al lado cómo debe ser trabajar en un laboratorio profesional. El primer objetivo está cumplido: les ha picado el gusanillo de la curiosidad. «Quiero trabajar en esto cuando sea mayor», se oye decir a más de una.

«La ciencia necesita a las mujeres. Necesita vuestro talento y vuestra pasión», las animaba Cristina Biurrun, directora científica de L’Oreal. Es doctora en Química Orgánica por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado gran parte de su carrera profesional en la industria porque, tras nueve años en la universidad entre la carrera y el doctorado, «necesitaba un cambio». Ella lo tenía (más o menos) claro desde bien pequeña. «Me gustaba razonar, me gustaban las matemáticas, buscarle el sentido lógico a las cosas», recuerda, a la vez que reconoce que lo suyo no era memorizar las cosas sin entender su significado. Ella le daba una y mil vueltas a lo que le enseñaban sus profesores y luego sacaba sus conclusiones: «Mi mente está hecha para las ciencias».

Reconoce que las razones que le impulsaron a ser científica no entienden de género, por lo que asegura que no puede explicar por qué las mujeres no están tan presentes en este campo, «pero hay un aspecto muy claro y es que a las niñas les faltan referentes. Hay que dar visibilidad a todas las mujeres científicas, que las hay. Así, las jóvenes podrían inspirarse en ellas». También asegura que falta información acerca de las salidas profesionales que se asocian a estas profesiones: «Yo lo fui descubriendo poco a poco». Porque las posibilidades de las carreras STEM van desde el desarrollo de productos cosméticos hasta la creación de páginas web, pasando por la construcción de puentes y el estudio de las estrellas.

A pesar de todo, en los últimos años los datos que llegan desde las universidades no invitan al optimismo. «Cuando yo estudiaba éramos más o menos 50/50, pero la proporción ha empeorado en los últimos tiempos», lamenta Biurrun. Según un estudio llevado a cabo recientemente por el World Economic Forum, los países que son referencia en igualdad de género, al menos en materia legal, tienen la peor tasa de matriculación femenina en grados STEM. En Finlandia, Noruega o Suecia apenas roza en 20 por ciento. En España, el 35. A propósito del tema, las matemáticas no engañan: aún queda mucho camino por recorrer.