Tenis

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¿Qué les ocurre a los cuerpos de los tenistas?

El considerable crecimiento de lesiones lumbares desde 2010 y la exigencia de este deporte, hace que esta disciplina se adentre en un camino sin retorno de aumento de bajas deportivas.

Novak Djokovic es tratado por su entrenador en la tercera ronda del torneo australiano
Novak Djokovic es tratado por su entrenador en la tercera ronda del torneo australianolarazon

El considerable crecimiento de lesiones lumbares desde 2010 y la exigencia de este deporte, hace que esta disciplina se adentre en un camino sin retorno de aumento de bajas deportivas.

¿Hay una epidemia de lesiones en el tenis mundial? Si se echa un vistazo al cuadro del último Open de Australia celebrado esta misma semana se podrá apreciar una llamativa lista de bajas. Djokovic, Murray, Raonic, Goffin, Nishikori, Wawrinka... han tenido que lidiar con su mal estado físico desde finales del año pasado. Nadal y Federer llevan tiempo jugando con la amenaza de una lesión pendiente sobre sus cabezas.

Parece que el estado natural del tenista profesional hoy en día es temer por su físico. Se han hecho célebres el hombro de Sharapova, el codo de Justine Henin, las muñecas de Del Potro, las rodillas de Nadal o los tobillos de Wozniacki. Y no precisamente por su poder y eficiencia, sino últimamente, por su fragilidad.

La repetición de las lesiones en el circuito profesional se ha convertido en tema de debate entre los jugadores. Rafa Nadal y Roger Federer han llegado a hacer público su desencuentro al respecto. Para el español, urge reflexionar sobre los calendarios, la duración de los torneos o las condiciones del juego porque, según él, «algo se está haciendo mal para que se produzcan tantas bajas». Federer no está de acuerdo: «Mirar hacia otro lado en busca de culpables no tiene sentido. La responsabilidad de la salud es de los propios jugadores».

Federer ha tenido que lidiar él mismo con varias crisis de estado de forma en su carrera. Pero lo cierto es que parece tener un físico privilegiado. A sus 36 años sigue permitiéndose competir a primer nivel. Tanto, que el propio John McEnroe, hace tiempo retirado, ha terciado en el debate. «Lo que ocurre con las lesiones es que hay muchos jugadores que se creen Federer, que creen que pueden forzar su cuerpo a ciertas edades como él lo hace. Pero Roger es único».

Las estadísticas no aclaran si el tenis profesional se adentra en un camino sin retorno de aumento paulatino de las lesiones. La concurrencia de varias bajas (hasta cinco) en un mismo periodo de tiempo entre los 10 jugadores masculinos más punteros podría ser una mera casualidad.

Un informe publicado por el «British Medical Journal» en el año 2012 no fue capaz de establecer una previsión clara. En un periodo estudiado entre 2002 y 2012 se detectó una ratio de 17,7 lesiones por cada 1.000 sets jugados en hombres y 23,4 en mujeres durante los torneos de Wimbledon disputados en la década. Pero la evolución de las bajas no era lineal. En el año 2009 se apreció el pico más alto. Las lesiones descendieron entonces hasta volver a repuntar en 2012.

De aquel estudio destacaban dos datos sobre el resto. Primero, el considerable aumento de lesiones lumbares desde 2010, muy llamativo por encima del resto de las patologías. Segundo, que la mayoría de las lesiones se producían como reflejo de traumatismos anteriores. Precisamente, durante el torneo de Wimbledon de 2017 algunos expertos llegaron a advertir que sería necesario un mayor nivel de responsabilidad de entrenadores y jugadores ante la repetición de los daños: no deberían enfrentarse a un torneo tan exigente con alguna patología preexistente.

Pero la presión del circuito es demasiado grande. Los deportistas de élite se ven obligados a mantener una actividad de altísima intensidad, durante muchos meses, enlazando un torneo con otro, viendo sus temporadas alargadas con todo tipo de competiciones y su ambición tentada con premios cada vez más suculentos.

¿Está el cuerpo humano preparado para esta presión? Aunque a simple vista no lo parezca, el tenis es uno de los deportes más exigentes con nuestra anatomía que existen, si no el que más. La competición moderna poco tiene que ver con el tenis que se jugaba en los años 70 y 80. La velocidad, fuerza y concentración que hoy se requieren está casi por encima de los límites humanos. Un servicio hoy en día puede poner en circulación una bola a más de 230 kilómetros por hora. A esa velocidad, la pelota sólo pasará cinco milésimas de segundo en contacto con la raqueta antes de ser devuelta. Las fuerzas de aceleración y deceleración entre la raqueta de unos 800 gramos y la pelota de no más de 60 generan permanentes impactos que distribuyen la energía por el brazo del tenista. Pequeños taladros invisibles que una y otra vez repercuten en la musculatura del jugador.

A su vez, éste se ve obligado a desplazarse permanentemente de un lado a otro de la pista, en movimientos fundamentalmente laterales. Realiza para ello giros de cadera y rodillas que soportan las fuerzas de frenada de todo el cuerpo. El ser humano no está diseñado para correr de lado, sino de frente.

Los torneos se disputan en pistas de diferentes durezas, texturas, temperaturas. Incluso las pelotas cambian ligeramente de peso entre unas marcas y otras. Eso imposibilita la adecuación del organismo. Puede que no haya otro deporte con una formulación tan incompatible con el origen anatómico de nuestra especie como este.

La medicina deportiva ha evolucionado de manera espectacular en las últimas décadas. Entrenamientos, dietas y estrategias de recuperación permiten hoy que el cuerpo alcance funcionalidades antes insospechadas. Pero ya son muchas las señales de alarma sobre el nivel de exigencia del tenis. ¿Se estará llegando al límite en esta apasionante disciplina deportiva?