Museo de Ciencias Naturales
Sediba, el eslabón que faltaba en la evolución
Este Australophitecus se postula como uno de los parientes más cercanos a los primeros humanos, como publica «Science»
Resuelto. El puzle del Australopithecus sediba ya no tiene secretos. Su descubridor, Lee Berger, director del proyecto y profesor del Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwatersrand (Australia), junto a un amplio grupo de expertos, ha reconstruido el esqueleto del homínido, cuyos restos se descubrieron hace cinco años. A partir de los vestigios óseos de dos osamentas que se hallaron en una cueva, el equipo de expertos ha dado forma al «eslabón pérdido» y no sólo eso, también ha podido saber cómo andaba, se movía y masticaba. Todo este hallazgo bien le ha valido la portada del «Science», donde hasta seis artículos desgranan el trabajo de los expertos.
Desde hace cinco años, más de un centenar de expertos han trabajado para poder elaborar estudios y ahora 26 de ellos firman los estudios de la prestigiosa revista americana. «Una de las claves principales de este rompecabezas es la integridad de los esqueletos. Con la excepción del Homo erectus (Niño de Turkana) y los neandertales, no hay otros esqueletos de homínidos fósiles tan completos. Incluso la famosa "Lucy"(Au. afarensis) está sin rematar. Por otra parte, la naturaleza del mosaico de esta especie es única, representa una mezcla de antiguos australopitecinos con características similares, así como una serie de caracteres modernos que encontramos en el Homo erectus. Ésta es la razón por la que Sediba se considera el antecesor más razonable del género Homo», explica Peter Schimid a LA RAZÓN, uno de los autores de los artículos y profesor de la Universidad de Zúrich (Suiza).
En este sentido, Antonio Rosas, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) del Museo de Ciencias Naturales, apoya la teoría de que «en su especie sí que constituye un gran paso al completar un esqueleto y que todo este nuevo hallazgo aporta bastante información en un periodo de tiempo muy crítico, ya que estamos hablando de hace dos millones de años. Lo cierto es que también se debe a que encontraron bastantes huesos, si se tiene en cuenta que fueron dos osamentas diferentes, y que debido a las similitudes entre una y otra han podido configurar uno entero». En cuanto a si este tipo de reconstrucción, pudiera repetirse con otros restos de homínidos, Schimid subraya que «la integridad de los elementos es única y por lo tanto, dudo de que otras especies pudieran ser reconstruidas así».
Uno de los valores que tiene este equipo de trabajo es «la velocidad de publicación» que llevan desde el descubrimiento y que los expertos consultados por este periódico, como Rosas, destacan: «Es singular y llamativo que desde que descubrieron los restos han publicado en más de una ocasión». Quizás esta rapidez se debe que Berger mantiene su «lucha» personal con Ron Clarke, miembro de la misma universidad que él, pero que busca su «propio» eslabón pérdido a través de los restos de «Little Foot», a un ritmo más lento.
¿Qué saben?
Más allá de rencillas, este gran avance de la paleontropología supone algo más que simples conjeturas extraídas de una reconstrucción, «ya que el esqueleto que tenemos ahora nos proporciona conocimiento sobre las complejidad del organismo y nos da una idea de la relación funcional entre las diferentes regiones del cuerpo», explica Schimid. Así, tener un «todo» sirve para acercar el descubrimiento al público inexperto, porque los fragmentos sólo interesan a los especialistas, y de este modo da una buena idea del tamaño y la proporción del cuerpo.
Ahora, pueden definir que «la forma de andar del Sediba era particular. Se apoyaba en las dos piernas, pero en nada tiene que ver con otros australopithecus de su tiempo», apunta Berger. Por su parte, Jeremy DeSilva, uno de los coautores de la Universidad de Boston (EE UU) asegura que «la hembra Australopithecus sediba conserva un talón, el tobillo, la rodilla, la cadera y la parte baja de la espalda, todos los ingredientes necesarios para reconstruir con precisión la forma en que caminaba. Incluso el famoso esqueleto de «Lucy» sólo conserva dos de estos cinco (tobillo y la cadera)».
Schimid concluye que «la naturaleza del mosaico de sediba comparte muchas características con numerosos Homo, lo que la convierte en un precursor ideal del género Homo. Un hecho que Afarensis, así como otros fósiles, no son capaces de mostrar. Ésta es la razón por la que creo que a partir de este fósil esencial tenemos que reconsiderar las hipótesis filogenéticas propuestas hasta el momento, que se basan en materiales fragmentarios».
Lee Beger, el «padre» del hallazgo
Para Lee Berger hoy es un gran día. Los esfuerzos de cinco años de trabajo se ven recompensados. En declaraciones a LA RAZÓN, el paleontólogo afirma que «ahora ya se debe considerar a Sediba como alternativa sólida para explicar el origen del Homo, dado que en la actualidad nos encontramos con varias opciones diferentes». Además, subraya que «todas las similitudes las hemos recogido y desgranado en los artículos con los que podemos explicar cómo vivía esta especie».
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