Barcelona

Cómo enseñar desde la escuela a no ser yihadista

Un proyecto pionero basado en la inteligencia emocional prevé evitar que jóvenes de centros escolares de Madrid, Barcelona, Ceuta y Melilla sean radicalizados.

El rascacielos representa las emociones de dos chicos de 15 años víctimas del terrorismo.
El rascacielos representa las emociones de dos chicos de 15 años víctimas del terrorismo.larazon

Un proyecto pionero basado en la inteligencia emocional prevé evitar que jóvenes de centros escolares de Madrid, Barcelona, Ceuta y Melilla sean radicalizados.

«Existen momentos en los que nos sentimos mal sin saber muy bien por qué. Estamos nerviosos, tristes, asustados, no podemos concentrarnos en nada y todos los pensamientos que nos vienen son muy dañinos. Nos sentimos fatal, incapaces de hacer nada, pensamos incluso que no somos valiosos, que somos culpables... Cuando nos sentimos así, nos vienen esos horribles mensajes a la cabeza: “no me va a salir”, “no puedo”, “yo tengo la culpa”, “no sirvo para nada”...y nos vamos sintiendo cada vez peor...». Así empieza un ejercicio con un grupo de alumnos Margarita Rodríguez, experta en inteligencia emocional y responsable de formación de Campus del Paz de la Universidad Camilo José Cela. Forma parte de la estrategia educativa socio-emocional que ha preparado la universidad para la prevención del yihadismo desde los centros escolares.

Cada alumno tiene que poner nombre y dibujar, «como si se tratara de un duendecillo dañino», lo que le limita «para identificarlo cuando aparece y poder decirle que nos deje en paz, que se marche». Margarita prosigue y los jóvenes escuchan atentos lo que dice. Uno dibuja una criatura pequeña, fea y con garras afiladas que se apoya en el oído para decirle las frases que le hacen sentir mal; otro, una nube negra de la que llueven mensajes negativos... «Ahora que ya sabemos qué aspecto tiene tenemos que darnos cuenta de que podemos quitárnoslo de en medio. Cuando queramos podremos decir: ¡Fuera! ¡Lárgate! ¡Déjame en paz! ¡No me lo creo!». Después esos dibujos se queman en lo que han decidido llamar «hoguera de los deseos» y los jóvenes empiezan a bailar alrededor con unas plumas de indio en la cabeza a la vez que cada uno pronuncia el mensaje que haya elegido para despojarse de su «limitante».

¿El objetivo? Concienciar de que hay situaciones que pueden provocar pensamientos o reacciones negativas que no nos dejan ni actuar ni avanzar. Después, de lo que se trata es de «tomar conciencia de que esos pensamientos negativos podemos manejarlos o incluso eliminarnos para poder sentirnos mejor».

El ejercicio es uno de tantos que ya se aplican con los alumnos de los colegios SEK en los que se recurre a la inteligencia emocional para la gestión de las emociones y en el «campus de paz» que la universidad viene desarrollando con los hijos de las víctimas del terrorismo, un proyecto pionero en Europa que trabaja con quienes han crecido en hogares desestructurados por los atentados.

La Universidad Camilo José Cela cree que la gestión emocional puede ser un arma preventiva muy poderosa en los procesos de radicalización y con las conductas violentas. De ahí que pretenda aplicar un proyecto también pionero en España en centros escolares de Madrid, Barcelona, Ceuta Melilla, zonas que se supone que son susceptibles de ser radicalizadas o donde es más fácil reclutar a futuros yihadistas. « Un conocimiento preciso de nuestras emociones y un manejo adecuado de las mismas fortalecen nuestras capacidades humanas al proporcionarnos herramientas estables que nos ayudan a enfrentarnos con la radicalización, con la narrativa extremista y con las conductas violentas», explica Ignacio Sell, director del proyecto. «Enseñando a educar las emociones trabajamos con las capacidades y con las aptitudes de cada persona y las moldeamos hacia un objetivo claro: la relación cívica entre unos y otros. Si conseguimos que esto sea entendido tanto por las personas radicalizadas como por aquellas susceptibles de serlo, habremos ganado una importante batalla: el terrorismo», explica.

«La violencia es una mala canalización del enfado. Es necesario enfadarse pero no hay que dejarse llevar por la emoción y dar patadas a una puerta o pegar una torta a otra persona por nuestra ira se trata de enseñar a dominar lo que sentimos», dice la experta en inteligencia emocional, Margarita Rodríguez.

El proyecto que pretende desarrollar la Universidad Camilo José Cela también tiene como objetivo establecer un perfil claro de las víctimas susceptibles de ser captadas por las redes de reclutamiento yihadista, pero Margarita parte de la base de que «coincide con jóvenes que tienen baja autoestima, personas inseguras y ahora veo que entre los adolescentes hay una mala gestión de las emociones por los numerosos casos de bullying que nos encontramos en los colegios». Además, prevé elaborar una guía docente y realizar formación presencial y on line para el profesorado.

La universidad Camilo José Cela parte de la base de que España, por su cercanía con el continente africano, tiene una posición clave en la prevención del terrorismo yihadista. Es la puerta de Europa y su frontera está situada en pleno Magreb y muy cerca del Sahel. A esta circunstancia se une un aumento en los índices de radicalización que se palpa en ciudades como Ceuta y Melilla.

Las circunstancias sociales que se viven en algunos puntos de estas ciudades autónomas sirven de caldo de cultivo propicio para que afloren conductas radicales.

Así, Ceuta encabeza la tasa de paro juvenil de Europa con un 76%, la tasa de fracaso escolar es del 38,8 por ciento y el 40 por ciento de la población es musulmana. Con casi 85.000 habitantes, la población musulmana representa el 40 por ciento y, según los datos del Ministerio del Interior, el 24 por ciento de los musulmanes residentes en España que han viajado a Siria o a Irak para combatir salió de Ceuta, recuerda Ignacio Sell.

La proximidad de Ceuta y Melilla con Marruecos hacen que las dos ciudades españolas sean puntos clave en la prevención del terrorismo a través de la educación. Dos barriadas, la de El Príncipe Alfonso, en Ceuta, y La Cañada Hidum, en Melilla, reúnen un entorno favorable para el alistamiento de nuevos terroristas.

Según el estudio realizado por la universidad, los marroquíes son el segundo contingente más numeroso de extranjeros, después de los tunecinos, en las luchas de las organizaciones terroristas que luchan en Oriente Próximo. Por ciudades, Tánger (16,6 por ciento), Fez (15%), Casablanca (13,8%) y Tetuán (13,4%) son los enclaves de Marruecos desde donde han salido más yihadistas para incorporarse a organizaciones terroristas. De este modo, se calcula que casi un tercio de los más de mil terroristas que han viajado a Oriente Próximo lo han hecho desde el entorno más próximo a Ceuta.

Los servicios antiterroristas marroquíes en colaboración con la Policía española ya han efectuado detenciones en ciudades como Tetuán, Fez y Castillejos de miembros de la milicia Estado Islámico que en realidad representaban una «oficina de enganche» dedicada a captar a combatientes para Siria e Irak. Algunos de estos reclutadores frecuentaban la ciudad autónoma de Ceuta, donde realizaban labores de proselitismo o buscaban apoyo económico para poder desarrollar sus actividades.

La universidad Camilo José Cela cuenta ya con la experiencia de «campus de paz» para víctimas del terrorismo en las que también se aplica la inteligencia emocional. «Las secuelas del terrorismo se perpetúan porque familiares transmiten sus depresiones, sus miedos, sus odios y sus rabias a las generaciones siguientes. A los niños y jóvenes que han sufrido una acción terrorista no se les ha enseñado a manejar esos sentimientos. Crecen en hogares marcados y desestructurados por los atentados, donde todos sus miembros padecen alteraciones y heredan conductas postraumáticos. Para ellos hay un antes y un después difícil de asimilar porque disponen de menos recursos psicológicos para comprender y poner palabras a lo sucedido», explica Ignacio Sell.