Televisión
Aquellos años maravillosos
Ingenuas, divertidas, cursis, rompedoras e inolvidables. Un libro rescata las series de los 70 y valora si han envejecido bien... o no
Sin parpadear y con la boca abierta. Entre los recuerdos de la generación que ahora coquetea con los cuarenta no faltan las tardes y noches en las que la preadolescencia se sazonaba con series estadounidenses que iban desde el dramón con exceso de azúcar de «La casa de la pradera», el subidón de adrenalina de «Los hombres de Harrelson» y «Starsky Hutch», hasta el pseudofeminismo pop de «Los ángeles de Charlie», pasando por el mundo «kitch» de «Vacaciones en el mar» o el academicismo de «Yo, Claudio». Javier y Enrique Matesanz han querido reivindicar esa «otra» epoca dorada de la televisión –con permiso del excelente estado de forma que vive la ficción estadounidense en estos momentos– con el libro «Una más de la familia. Un paseo nostálgico por las series televisivas» (Dolmen Ediciones). El objetivo no era hacer una lista tan exahustiva como cansina de las producciones de la década de los setenta –que se vieron en España en los ochenta– y sí analizar y valorar las que más impactaron a los autores.
Un referente
«Fue una época muy buena desde el punto de vista creativo, ya que se sentaron muchas de las bases del ocio televisivo y algunas de ellas se han convertido en un referente, un vivero al que acudir cuando escasean las ideas en Hollywood», asegura Javier Matesanz. Prueba de ello son los «remakes» cinematográficos de «Los ángeles de Charlie», «Los hombres de Harrelson» y «Starsky y Hutch», que, a juicio de los hermanos Matesanz, «son versiones en las que no aciertan ni una, no son dignas del original y traicionan su esencia al no respetar los códigos estéticos de la época. Un ejemplo: no se puede hacer un ''remake'' de ''Los Ángeles de Charlie'', como lo planteó Drew Barrymore, sin ser ''setentero''. Son un icono pop», sentencian.
A juicio de los hermanos Matesanz, las series que han envejecido sin que el espectador de ahora se sonroje demasiado son los dramas –«''Yo, Claudio'' es un clásico que podría competir de igual a igual con series de época como ''Downton Abbey''»– y las series policiacas. En este último caso, la temática del género sigue prácticamente las mismas coordenadas. «Es evidente que ''Starsky y Hutch'' y ''Los hombres de Harrelson'' no son tan sofisticadas como ''CSI'' o ''Bones'', pero sus argumentos no desmerecen. Ahí está ''Colombo'', pocos guiones están tan trabajados como los de esta serie», apunta.
Entre los hallazgos de la década, para Matesanz hay uno que es irrepetible: la producción sueca «Pippi Calzaslargas», una serie que encandiló a millones de niños. «Me atrevo a decir que hoy sería imposible que ninguna productora la hiciese. Es una de las más modernas y transgresoras. Imagínate, una serie infantil en la que la protagonista sea una niña que vive sola, sin reglas, que no iba al colegio, vivía con un caballo y un mono...», argumenta Javier Matesanz.
A pesar de su éxito de audiencia, entre las producciones menos valoradas por estos hermanos están dos de las series cuyo recuerdo es más imborrable: «La casa de la pradera», que anegó de lágrimas a los espectadores más sensibles, y «Vacaciones en el mar». «Son las que peor han envejecido. Los personajes de ''La casa de la pradera'' se podrían morir de diabetes de lo empalagosos que eran. Además, sus códigos familiares no tienen nada que ver con los de ahora. En el caso de ''Vacaciones en el mar''... ¡uff!, la sonrisa del capitán Stubing era mermelada pura y se contaba prácticamente la misma historia en todos los capítulos. Demasiados estereotipos: una pareja con conflictos, un chico y una chica que se conocen y se enamoran en el barco, una tripulación que desborda entusiasmos, aunque oculta dramas personales... Siempre era lo mismo».
¿Ahora serían estas series seguidas por millones de espectadores como antaño? La respuesta de Matesanz es tajante: «No engancharían a la audiencia. El lenguaje ha cambiado, así como el ritmo narrativo, mucho más trepidante, por no hablar de la revolución que han supuesto los efectos especiales. «No es cuestión de que no tengan calidad, están a la altura de muchas series que figuran en las parrillas, pero el espectador del siglo XXI demanda otras cosas. Si las reponen y se convierten en un éxito es porque las vuelven a ver los nostálgicos».
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