Nueva York

Cuando la edad del DNI miente

En busca de la eterna juventud. La ciencia indaga los motivos por los que la gente aparenta menos edad. La clave puede estar en nuestras células

UN NUEVO «BOOM». Los entrenadores personales reciben cada vez más consultas. Los interesados rondan los 40 años.
UN NUEVO «BOOM». Los entrenadores personales reciben cada vez más consultas. Los interesados rondan los 40 años.larazon

Nunca sabremos si la frase «¡Qué bien te conservas para la edad que tienes!» es positiva o esconde cierta ironía, pero lo cierto es que parecer más joven de lo que marca nuestro DNI es una obsesión ancestral. Para ello ya no es suficiente con los tratamientos de cirugía plástica y estética, sino que los expertos buscan ir más allá, encontrar los motivos que están detrás de las diferentes velocidades a las que trabajan los cuerpos de dos personas que han nacido el mismo año porque como indica Julián Bayón, director de la Unidad de Antienvejecimiento de la Clínica Planas de Barcelona: «No todo el mundo envejece al mismo ritmo. Contribuyen muchos aspectos: genéticos, externos, orgánicos. Unos sufren más deterioro de su capacidad visual, mientras otros tienen más problemas digestivos». Y es que, como insisten los expertos, la edad biológica no es la misma que la cronológica, así como también existen diferencias entre nuestro aspecto físico, psicológico o de madurez.

Son muchos los estudios que se han hecho para intentar comprender la diferencia que existe entre la edad oficial y la que realmente tiene nuestro cuerpo. El último llega de Noruega donde un equipo de científicos de la Universidad de Ciencia y Tecnología ha creado una calculadora digital que, a partir de siete parámetros, determina la longevidad de tu cuerpo. Es un análisis principalmente físico ya que se basa en la asiduidad con la que se practica algún deporte y el tiempo que se le dedica a éste. Determina la cantidad máxima de oxígeno que el cuerpo es capaz de suministrar a las células, es decir, un cálculo similar al de las pruebas de resistencia a las que se someten los deportistas. El equipo noruego ha testado a 5.000 personas entre los 20 y los 90 años y les han puesto a hacer flexiones. Así, han determinado una media dentro de la cual encajaría cada persona. Las claves para que te de el resultado que deseas: tener cintura de avispa y sudar mucho en el gimnasio durante varios días a la semana. Sin embargo, para Bayón, los resultados no sirven porque «cada uno necesita un traje a medida, es difícil apurar en base a parámetros». De ahí que la calculadora que mide la «fitness age» (la «edad de gimnasio») no sea tan precisa como métodos tan novedosos como los que se practican en Life Length, una compañía que montó en 2010 la hoy directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco.

En esta institución, puntera en el mundo, van a la base del envejecimiento: las células. Por 495 euros, la compañía ofrece un análisis de sangre que identifica el estado de salud del proceso celular. Es decir, es capaz de darnos alguna pista sobre nuestra longevidad. Lo más importante es ver el nivel de degradación de los telómeros que protegen el interior de las unidades de vida. «Nuestra técnica es un indicador real del envejecimiento porque comprobamos la longitud de los telómeros cuya función es similar a la del plástico que se coloca al final de los cordones. Si desaparece, se deshilacha, como nuestras células que no se renuevan», explica Stephen Matlin, consejero delegado de Life Length. Nuestra energía vital depende de ellos porque «son la causa subyacente de enfermedades ligadas con la edad como la diabetes de tipo dos, los problemas cardiovasculares o el cáncer». Así, afirma Matlin que «las personas con los telómeros más cortos morirán antes». Sus principales clientes llegan de EE UU y Reino Unido, pero «esperamos poder bajar aún más el precio para que los españoles puedan solicitarla a su médico». Aunque esta prueba nos ayuda a comprobar el estado de nuestro organismo, no se ha conseguido regenerar la degradación de las células. Sólo podemos luchar para que el deterioro no siga avanzando porque «las enfermedades propias de la vejez son silenciosas y en lugar de realizar medicina terapéutica, debemos cambiar de mentalidad y ser proactivos y adelantarnos a que éstas aparezcan».

«La medicina regenerativa es la siguiente etapa, hacía lo que estamos trabajando, pero aún nos quedan tres o cuatro décadas para dar con los primeros tratamientos que nos ayuden a restablecer lo perdido». Lo explica Jorge Planas, secretario general de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (Semal). Lleva años luchando contra los años y ha creado un programa con el que se pretenden tocar todos los factores implicados en la longevidad, ya que «sólo con los que han determinado los noruegos no es suficiente». Los pacientes que acuden a su clínica –superan de media los 45 años y «en muchos casos viene el matrimonio junto»– se pasan el día entero haciéndose pruebas: estudio genético; analíticas de orina y de sangre para determinar valores como el estrés oxidativo; una valoración psicológica; pruebas de forma física; test cognitivos y, por último, un chequeo funcional para determinar cómo «se comporta nuestra maquinaria» porque, para combatir la vejez, «todas nuestras clavijas deben estar en la posición adecuada, como si fuera el cuadro de mandos de un avión», describe Planas. Y es que no todas las mujeres necesitan complementos de selenio o de Q10 o tomar una serie de vitaminas. «Cada cuerpo trabaja de forma distinta».

Preocupados desde los 35 años

Pero, ¿cuándo debemos preocuparnos por que la balanza entre la destrucción celular y la generación de nuevas se desestabilice? Los estudios coinciden con el secretario de la Semal: «Lo ideal es empezar a preocuparnos con 35 años, que es la edad en la que la pérdida se acentúa y dejamos de generar nuevas células». Llegados a este punto, por muchas pruebas que nos hagamos, no queda otra opción si queremos llegar a los 87 años –la esperanza de vida que proyecta el INE para las mujeres en 2022– que «incidir en los tres pilares de la salud: ejercicio, alimentación adecuada y buen estado de salud. Aumentar el consumo de productos naturales y evitar situaciones de estrés y depresión nos ayudará a que lo que marca el DNI sea superior al estado real de nuestro cuerpo», insiste Javier Madero, profesional en tratamientos antiedad.

Un sector de la salud que está notando más que nunca la obsesión por parecer más jóvenes es el de los entrenadores personales. Juan Rallo lo sabe bien: «Los expertos en técnicas antienvejecimiento recetan más que deporte, llevar un ritmo de vida saludable. Y es por lo que yo apuesto también». Los clientes nuevos que llaman a su puerta suelen rondar los 40 y empiezan desde cero. «Vienen para evitar envejecer porque se dan cuenta de que han superado los dorados treinta y que llevan dos décadas trabajando, llevando una vida sedentaria que ahora les pasa factura». Es más, insiste en que «muchas de las personas de 50 años que entreno están mejores que los de 30». El secreto: la progresión. Al igual que no te puedes estudiar 15 temas para un examen que tienes al día siguiente, «no vas a rejuvenecer 15 años en dos meses». Hay que pasar por la fase de despegue, la más dura.

Los que están en forma, los «nuevos ricos»

Hace sólo unas semanas leíamos que varios ejecutivos de Telefónica, entre ellos Iván Rosa, esposo de Soraya Sáenz de Santamaría, marcaban de las mejores marcas entre los corredores patrios en la maratón de Nueva York, una de las más numerosas. Sus buenos resultados demuestran que el perfil de ejecutivo regordete y con puro ha quedado desterrado. El entrenador personal, Juan Rallo, lo confirma: «Ahora todos los directivos huyen del sedentarismo y son todo lo contrario. Corren maratones, triatlones y hasta ''ultratrails''. En España ya estamos importando la moda norteamericana de ''fit is the new rich''». Sin embargo, la práctica obsesiva no ayuda a luchar contra los años. Todo lo contrario, «Lo que consiguen es el ''proaging'', ya que el cuerpo se resiente mucho. Especialmente las articulaciones», sostiene Rallo.