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Descubrir que eres autista después que tu hija
A Ángel Aguado le diagnosticaron TEA a los 45 años. Aunque al principio fue un alivio, después ha tenido que resetear: «Para mí todo es blanco o negro, no hay escala de grises en la cabeza de un Asperger».
A Ángel Aguado le diagnosticaron TEA a los 45 años. Aunque al principio fue un alivio, después ha tenido que resetear: «Para mí todo es blanco o negro, no hay escala de grises en la cabeza de un Asperger».
Hace tan sólo un año que a Ángel Aguado le dijeron que tenía Trastorno del Espectro Autista (TEA). En concreto, Asperger, o mejor dicho «TEA sin discapacidad intelectual asociada porque desde hace unos años ya no se identifica Asperger como tal», explican desde la Confederación Autismo España. Fue a los 45 años, después de que a una de sus hijas se lo diagnosticaran. «Pedí hacerme las pruebas porque teníamos muchas cosas en común». Comparten el mismo tipo de «reacciones, ansiedad, rigidez psicológica frente a los cambios... Somos muy rutinarios. Recuerdo que mi mujer en ocasiones me decía que no entendía a la niña, y yo la comprendía perfectamente». «Fue un alivio saber que me pasaba algo. Sólo pensaba que iba a poder ayudar a mi hija y a otras personas, por ser un ejemplo de que se puede salir adelante». Aunque después «tuve un bajón. He tenido que ''resetear''. Ha sido un año bastante duro porque tengo que poner en duda mi criterio». Algo nada fácil. «Soy de opiniones férreas y ahora tengo muchas dudas, porque para mí todo es blanco o negro, no hay escala de grises en la cabeza de una Asperger». O mejor dicho, todo era blanco o negro, porque Ángel está aprendiendo a ser más flexible. O lo intenta. En cualquier caso, «que me lo diagnosticaran me ha ayudado. Ahora puedo reconocer fallos, tener en cuenta que no puedo ser tan rígido, que me tengo que amoldar». Un trastorno que si en algo le ha afectado es en las relaciones sociales. «Mi cuadrilla, la que tenía de chaval, me falló en una ocasión y pese a que me pidieron perdón yo no les perdoné, no fui capaz. A toro pasado si hubiera sabido mi incapacidad para relacionarme con la gente hubiera podido rectificar. En cambio, perdí a mi amigos por no aceptar que todo el mundo tiene derecho a fallar». Hoy siguen sin ser la cuadrilla de entonces, pero se ha reunido con ellos, «nos vemos, hay cosas del pasado que no se pueden borrar, pero...» algo es algo. También le afectó en sus relaciones familiares. «Sólo me hablo con mi hermana. Piensa que para ellos siempre he sido el rarito. Mis padres no me supieron entender a mí ni yo a ellos».
En el campo laboral no ha tenido ninguna dificultad: «Llevo trabajando desde los 17 años. Somos buenos mimetizándonos. Observaba a mis compañeros para saber cómo comportarme. Con alguno sí que he tenido algún roce, pero como es trabajo y no se trataba de un asunto personal no le daba importancia». Desde hace 15 años tiene, junto a su mujer, una academia de inglés, en la que tienen varios alumnos con TEA. «Les adaptamos las clases para que presten atención. Así, si a un estudiante le gusta la biología marina intentamos que en las clases siempre se dé esta temática, porque de lo contrario no prestan atención. Si les gusta son capaces de aprenderse hasta el listín telefónico».
En este sentido, Ángel hace hincapié en que es importante entender este trastorno porque si no «nos tratan de raritos, de que pasamos de todo y no es verdad. El problema es que damos esa imagen de déspota, de malcriado». «Al no notarse aparentemente, la gente no empatiza con nosotros. Y es normal porque no ves la diferencia físicamente. Pero con TEA necesitas más tiempo para tramitar las cosas o que nos lo expliquen o nos anticipen. No entendemos bien los gestos. Yo voy aprendiendo a leer el lenguaje no verbal, como cuando una persona arquea las cejas, pero de momento no sé si lo hacen en forma de broma o porque están enfadados. Es como si te metieras en un laberinto y te perdieras. Nos cuesta entender a los demás, lo que da lugar a que podamos meter la pata por decir comentarios inoportunos o por ser tan directos». Por eso resulta esencial el diagnóstico temprano, inciden desde la confederación con motivo del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo que se celebra hoy: «Un diagnóstico tardío provoca un retraso en el acceso a una intervención y a los recursos especializados. La evidencia científica ha mostrado que los beneficios son mayores si se comienza en edades tempranas, ya que les permite disponer de herramientas y estrategias que les ayudan a enfrentarse a su día a día y a superar las barreras que puedan ir surgiendo». Por ello, recomiendan incluir los parámetros de diagnóstico del TEA en los programas de control del menor sano en el segundo año de vida, y recuerdan que «sigue sin aprobarse el Plan de Acción que tenía que haberse puesto en marcha un año después de que el Consejo de Ministros aprobase en noviembre de 2015 la Estrategia Española en TEA».
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