España
Diseñados para vivir 120 años
Aunque los datos del INE reflejan una reducción en la esperanza de vida, los expertos dicen que seguirá aumentando
Siempre es arriesgado, da incluso miedo hablar de alcanzar la barrera de los cien años, sin embargo, si se cumplen las estadísticas de los expertos, su curva va a seguir en sentido ascendente, mientras que la parte baja de la pirámide, donde se tasa la natalidad, cada vez es más estrecha. ¿Nos enfrentamos a un futuro envejecido? De acuerdo, con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) que hemos conocido esta semana, la crisis está afectando a los alumbramientos e, inesperadamente, también a la esperanza de vida. Ha bajado sólo un punto –de 82,3 años en 2011 a 82,2– pero, como afirma Margarita Delgado, demógrafa e investigadora del CSIC: «Tenemos que prestar mucha atención a esta variación». A pesar de todo, superar los 80 años es una excepción en muchos países, aunque en el nuestro, desde hace 15 años, es algo casi habitual llegar a los 90. Y es que, como indica Fernando Pérez Escanilla, responsable del Área de Salud Pública de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG): «Es un riesgo decirlo, pero el ser humano está diseñado para alcanzar los 115-120 años».
Esta afirmación se confirma con casos como el de Jeanne Calmet, el ser humano con la mayor longevidad documentada hasta hoy. Vivió 122 años, cinco meses y 14 días. Y es que el desarrollo social también ha ayudado «a mejorar todos los órdenes de la vida: higiene, alimentación, ergonomía, descenso de la morbilidad», mantiene Pérez Escanilla. El avanzado sistema sanitario en el que vivimos es otra de las claves para que la esperanza de vida siga aumentando.
El mal de la mujer fumadora
Sorprende que sean las mujeres las más afectadas por el leve descenso de 2012, pero los expertos apuntan a varios motivos: «El aumento del número de mujeres fumadoras, su incorporación al mundo laboral, así como los problemas de estrés de una sociedad tan acelerada como la nuestra han perjudicado su calidad de vida», explica el doctor. También es interesante diferenciar cómo llegan ellas a la vejez y cómo la alcanzan ellos. De acuerdo con Jaime Rodríguez Salazar, geriatra del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid): «Los hombres que llegan a los cien lo hacen en mejores condiciones que ellas». Son menos dependientes y tienen más masa corporal –caminan por su cuenta, cogen el teléfono–. A pesar de que cada vez hay más ancianos centenarios, ellos siguen muriendo antes, como refleja el INE. «Las mujeres están más preparadas para superar ciertas enfermedades como el cáncer», añade Rodríguez Salazar.
Los altos índices de desarrollo en los que se mueve Occidente nos llevan a vivir cada año un poco más. Pero, ¿queremos llegar a los 100 años? «Si salgo, veo a mis amigos, no tengo muchos problemas físicos y, en definitiva, vivo bien; la respuesta es claramente sí. Pero si empiezo a necesitar mucha medicación, no puedo caminar y empiezo a sufrir algún tipo de demencia; no querría». Responde el geriatra del Severo Ochoa que «suelen ser los familiares de los pacientes los que intentan prolongar su vida sin tener en cuenta la calidad de ésta». Hace dos décadas, los que superaban los 65 años eran considerados viejos, pero «ahora no hay una edad límite. Depende mucho de las condiciones de cada paciente. Se dan casos en los que un señor con 90 años es independiente y no necesita a un geriatra. Sin embargo, hay personas que con 70 están mucho peor», insiste el especialista. Aun así, las listas de espera para poder acudir a la consulta de un geriatra son muy extensas. En Leganés, la población más longeva de Europa, sólo existen cuatro especialistas.
El envejecimiento no sólo se estudia a nivel preventivo. Para mejorar la calidad de vida de las personas mayores, la bioquímica también busca comprender qué causas genéticas producen el deterioro de nuestro organismo. El catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo, Carlos López-Otín, es uno de los pocos investigadores que trabajan en esta área científica y ha dado con algunas de las claves de este complejo proceso: «Se deriva de la suma de nueve alteraciones moleculares, incluyendo la acumulación de daños genéticos y epigenéticos en las células, el agotamiento de las que renuevan los tejidos o, por el estrés al que se someten, la reducción de actividad de determinadas células que dejan de dividirse».
Los genes son decisivos
Al analizar si la bajada de la esperanza de vida está ligada con el empeoramiento de la calidad, López-Otín no es tan tajante en su afirmación como la mayoría de los analistas. «La longevidad depende de una estrecha interacción entre factores genéticos y ambientales. Las variables en ambos términos de la ecuación de la vida son múltiples, lo que explica su plasticidad». Algunos genes pueden ser decisivos para el envejecimiento. Así, «si se alteran o se producen otras variantes, la longevidad de un individuo puede extenderse o acortarse», indica el experto. En lo que se refiere al factor ambiental, «un entorno desfavorable puede determinar que vivamos menos años, pese a tener los genes adecuados» para alcanzar los cien años.
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