Cambios climáticos
El clima y la alarma
Una mala noticia: el cambio climático está aquí para quedarse. Una buena noticia: no va a suponer el fin del mundo. Y eso, al menos, nos deja un margen para actuar, para construir una discusión eficaz y científica sobre el asunto y encontrar una vía e inteligente para defender el medio ambiente. De momento, y a la luz de los resultados obtenidos, no parece que esa vía pase por la inacabable procesión de cumbres del clima que han demostrado ser demasiado caras e ineficaces.
El problema es que los estudios siguen apuntando a un aumento de las temperaturas de entre 1,0 y 3,7 grados centígrados a finales de este siglo y a aumentos del nivel del mar de entre 40 y 65 centímetros. Lo que los expertos parecen estar definiendo es un escenario «moderado», lejano a las propuestas más alarmistas de algunos grupos ambientalistas que ponen encima de la mesa subidas de temperaturas de 5 grados y de nivel del mar de 2 metros. No nos engañemos, un solo grado de más ya es demasiado. Pero hay una gran diferencia entre abordar el problema con la ciencia en la mano y hacerlo a golpe de titular catastrofista.
A partir del domingo habrá otra oportunidad de elegir. Si hacemos caso a los datos oficiales, desde 1980 la media de los modelos climáticos de ordenador siempre ha arrojado aumentos de temperatura mayores de los que se han producido. Por desgracia, las temperaturas no han dejado de subir, pero parecen empeñarse en hacerlo a menor ritmo de lo que alertan los más pesimistas. Si después del domingo volvemos a caer en la tentación de la alarma estaremos haciendo un flaco favor a la solución del problema. ¿A quién beneficia el catastrofismo? Quizás esa es la pregunta que nos tendremos que hacer antes de titular las noticias de los próximos informes de las autoridades climáticas. ¿A los científicos? Ni mucho menos. La ciencia lleva décadas tratando de evaluar el problema del cambio climático con todas sus herramientas y alertando de que si no ponemos ya medidas realistas y eficaces será demasiado tarde. ¿A los ciudadanos? Tampoco: preferimos conocer los datos reales del problema, sobre todo si para solucionarlo se nos va a obligar a hacer inversiones milmillonarias... Busquen qué otros agentes implicados hay y encuentren si alguno está nutriendo su discurso a base de dar la espalda a la ciencia. El problema del clima está aquí para quedarse. La solución puede que esté donde no la estamos buscando.
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