Fiesta del Orgullo Gay

El diccionario de la diversidad. ¿Qué es LGTBIQ+?

Los gays y las lesbianas ya no son los únicos protagonistas del Orgullo. A raíz de la «revolución sexual» han nacido nuevas identidades de género y orientaciones del deseo

La versión de seis colores de la bandera del orgullo LGBT
La versión de seis colores de la bandera del orgullo LGBTlarazon

Los gays y las lesbianas ya no son los únicos protagonistas del Orgullo. A raíz de la «revolución sexual» han nacido nuevas identidades de género y orientaciones del deseo.

En su origen era el Día –o la semana– del Orgullo Gay. Hace casi cinco décadas, cuando se produjeron los disturbios de Stonewall, que dieron inicio a esta reivindicativa festividad, nadie dudaba de las características que definían al colectivo que salió a la calle para defender enérgicamente sus derechos. En términos de orientación sexual, por aquel entonces el mundo estaba polarizado: eras homosexual o heterosexual. No había grises, ni matices, ni puntos intermedios, o al menos no se podían exteriorizar con total libertad. Años más tarde llegó la revolución definitiva y con ella la denominación con siglas. Con la diversificación de la libertad sexual nacieron nuevas formas de vivir las relaciones personales: así llegó el Orgullo LGTB. Junto a las lesbianas y los gays empezaron a alzar la voz y a reclamar su sitio los transexuales y los bisexuales. Hasta ahí nada especialmente novedoso. Pero ahora se ha dado un paso más, tanto que ya hay signos matemáticos en la ecuación. ¿Qué es el Orgullo LGTBIQ+?

A pesar de que han pasado 49 años desde aquella «revolución sexual», a día de hoy no estamos lo suficientemente informados. Sigue habiendo conceptos que se escapan al grueso de la población. Y como el diccionario está vivo nacen vocablos nuevos de forma constante. Para empezar, ¿cuántas sexualidades hay? Es muy difícil dar con una respuesta única porque más de una teoría afirma que hay tantas como personas. Cada uno la vive a su manera y las líneas que separan esas «etiquetas» son trazos difusos. Hay incluso quien sigue sin encontrar su sitio en un espectro de población en el que tienen cabida los demisexuales, polisexuales, pansexuales o antrosexuales. Lo que está claro es que el sistema sexual binario ha quedado obsoleto.

El primer paso para entender estas nuevas tendencias es distinguir entre identidad y expresión de género y orientación sexual. Mientras que la primera es subjetiva y se refiere a la vivencia que tiene cada uno de su propio género –y puede no coincidir con su sexo biológico–, la segunda se relaciona con la manera en que cada individuo expresa ese sentimiento. Puede ser a través de la vestimenta, el maquillaje, la actitud o los gestos. La orientación sexual sobrepasa a la persona y se relaciona con la atracción emocional, espiritual y física que siente cada sujeto por el prójimo.

Ahí empieza el desglose de términos. Dentro de la identidad de género uno puede ser transexual o cisexual. Transexuales son tanto los hombres que han nacido con vulva como las mujeres que lo han hecho con pene: su sexo biológico y su identidad de género no se corresponden. Cisexual o cisgénero es el caso contrario, el individuo cuya identidad se corresponde con el sexo que le fue «asignado» en el momento del nacimiento. Ser cisexual es la «norma»

Hay grupos que escapan a esta clasificación. ¿Qué es la intersexualidad? Es un concepto que tiene que ver exclusivamente con la biología y se refiere a la variedad por la que una persona presenta características de ambos sexos. Un individuo intersexual tiene ambigüedad genital, un rasgo que se puede manifestar en cualquier momento desde el nacimiento hasta la edad adulta. Hace unos años se empleaba el término hermafrodita, pero se eliminado de forma progresiva.

¿Y qué ocurre con los que no se ven ni hombre ni mujer? Si lo que les pasa es que se sienten de ambas formas a la vez son bigénero. Pero si su identidad se compone solo de una parte de los atributos que se corresponden con el sexo masculino o femenino son demigénero. Si por el contrario no sienten que pertenecen en absoluto a ninguna de esas dos categorías entonces son agéneros. Y hay más. Los que consideran que ni siquiera tienen género están dentro del tercer sexo. También están los géneros fluidos, que se refieren a los sujetos que se inclinan hacia un lado u otro según el momento. El hecho de que sean realidades poco visibilizadas en la actualidad hace que se perciban como conceptos arduos de asimilar para muchos.

La orientación del deseo

Otra cosa distinta es la orientación del deseo, que se relaciona de forma estrecha con las preferencias sexuales. Los heterosexuales se sienten atraídos por personas del sexo contrario y los homosexuales por las que comparten su mismo sexo. Si este aspecto es indiferente, con independencia de que esa pasión se intensifique más hacia uno u otro lado según pasan los años, entonces la persona es bisexual. Esa es la clasificación sencilla, pero a partir de ahí la cosa se empieza a complicar.

¿Dónde se engloban los individuos que sienten deseo con independencia del sexo o género del otro? En ninguno de los grupos anteriores, porque son pansexuales. Muchos famosos se han incluido dentro de esta orientación, entre ellos Miley Cyrus, Ricky Martin, Angelina Jolie o Billie Joe Armstrong. Algunos teóricos incluyen esta opción dentro de la bisexualidad. Es común confundir pansexualidad y polisexualidad, pero existen matices que los hacen diferentes. La polisexualidad se relaciona con la atracción sexual, romántica o emocional hacia personas de más de dos géneros. En ambos casos, el sentimiento no tiene por qué manifestarse con la misma intensidad hacia los hombres o las mujeres a lo largo de toda la vida.

Los que no se sienten atraídos por ningún sexo pero sí pueden sentir amor hacia otra persona son asexuales. Pero si lo que ocurre es que la orientación del deseo no está del todo definida, entonces se trata de una persona antrosexual. A pesar de desconocer su orientación, estos tienen una flexibilidad sexual que les permite desarrollar vínculos amorosos con cualquier persona, independientemente de su género o identidad. Es una combinación de la demisexualidad, bisexualidad y pansexualidad.

Y aún falta por explicar la «Q» de LGTBIQ+. Una persona «queer» es aquella que decide vivir de manera libre, sin necesidad de atarse a ninguna definición acerca de su forma de expresarse o de disfrutar su sexualidad. El término está ligado de forma estrecha a la expresión de género y no está exento de polémica. Le han llovido las críticas incluso de movimientos feministas por considerar que es una visión «reaccionaria» de la «lucha de la mujer por su emancipación».

Diversos estudios psicológicos afirman que expresar la forma de ser de cada uno es necesario para evitar problemas emocionales y males relacionados con los nervios. El intento de reprimir la identidad de género o la orientación sexual puede hacer que los individuos desarrollen hipertensión, ansiedad, depresión e incluso infartos. «Asociamos el colectivo LGTBI a algo que no tiene que ver con nuestra realidad, pero lo tenemos cerca. En algunos casos nuestra actitud hace que esas personas se escondan», critica África Pastor, miembro de la Fundación Daniela.