Terrorismo radical
El ex terrorista islámico que ahora rescata a cristianos
Walid Shoebat, que llegó a atentar con bomba en Belén, cuenta por primera vez en España su historia.
Walid Shoebat acababa de salir de una cárcel de Jerusalén, donde había estado tres semanas por incitar a la violencia contra Israel. Allí había conocido a un terrorista, un armador de bombas que le reclutó para la causa palestina y que le pidió que detonara un explosivo en la sucursal del Bank Leumi en Belén. Su sueño entonces «era morir como un mártir». «Estando ya frente al banco, cuando estaba a punto de lanzar la bomba hacia la entrada principal del establecimiento, fue cuando vi que unos niños palestinos se acercaban, y en el último instante y de forma arrebatada, tiré el artefacto en el techo del banco y eché a correr», cuenta. Tenía sólo 16 años; no se sentía bien con lo que había hecho, pero «era mi deber». Por suerte, dice hoy, nadie falleció.
Su historia no cambió en ese momento, sino años después, al conocer a María, su esposa, que a través de una simple interpelación se convirtió al cristianismo, rechazando con firmeza la vida de odio que había llevado hasta aquel momento. Una vida que vio la luz en Belén, de madre cristiana y padre musulmán. Él también sería musulmán y así lo ejercería. Incluso llegó a odiar a su madre por seguir a Jesús: «Así se me enseñó a hacerlo». Antes de maldecir de la mujer que le había traído a este mundo y de aquel acto terrorista en un banco de Belén, Shoebat había mantenido una fuerte actividad como agitador e instigador contra «el enemigo judío». «Había jurado pelear contra él, con la convicción de que estaba haciendo la voluntad de Dios. Utilicé todos los medios para poder ocasionar el máximo daño posible. El lavado de cerebo que hace el islamonazismo a manos de los maestros y los imanes estaba surtiendo el efecto deseado», añade. En el hotel en el que atiende a LA RAZÓN, a las afueras de Madrid por cuestiones de seguridad, explica que llegó a amenazar a su madre –que intentó escapar a Estados Unidos varias veces sin éxito– con decirle a su padre que tenía una Biblia escondida en su habitación.
Él sí iría a Estados Unidos años después para completar sus estudios. Allí continuaría participando en actividades de grupos islamistas. Fue militante de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), se integró en asociaciones culturales que recaudaban fondos para luego dedicarlos a actividades terroristas e incluso se unió a los Hermanos Musulmanes: «Un jeque jordano llamado Jamal Said vino a Estados Unidos para reclutar estudiantes en reuniones que se llevaban a cabo en sótanos o en habitaciones de hotel. Era socio de Abdullah Azzam, mentor de Osama Bin Laden. Ahora la gente me pregunta si hay células terroritas en Estados Unidos. No hay duda de que sí».
En este contexto fue en el que conoció a su futura mujer y su vida dio un giro 180 grados: de terrorista a rescatador de cristianos. Porque su historia no es sólo una historia de arrepentimiento y conversión. También es una historia de acción. El odio que había cultivado durante toda su vida lo canalizó a través de la Walid Shoebat Foundation, mediante la que da a conocer su experiencia y colabora con numerosas organizaciones que ayudan a los cristianos perseguidos, fundamentalmente en Siria, Irak y Pakistán.
En su opinión lo que está suciediendo en Oriente Medio con el autodenominado Estado Islámico «no es estrictamente un genocidio, porque la eliminación de vidas humanas es más lenta», cree que «es peor». «Allí las mujeres son vendidas como esclavas; las venden desnudas, porque así tienen que estar con su dueño, que las somete a prácticas sexuales muy extrañas. Hay padres cristianos que incluso ruegan al Estado Islámico que asesinen a sus hijas, pero las conserven vírgenes. Porque destruir a una persona cuando sigue viva es mucho más duro», explica y se pregunta si alguien va a alzar la voz ante estos crímenes.
Ante una cierta indiferencia de Occidente, Walid Shoebat cree que son los cristianos los que deben tomar la iniciativa y hacer realidad las palabras de Jesús: «Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; estaba desnudo y me vestisteis...». «Hoy, en Irak, hay mujeres cristianas desnudas literalmente que necesitan ser vestidas; hay gente que necesita ser alimentada, personas que se encuetran en prisión por causa de su fe. Cuando los vemos a ellos, tenemos que ver a Jesús».
Apunta que hay mucha gente que se preocupa por esta situación, pero lamenta la inactividad de los gobiernos, cuya consecuencia puede ser «la desaparición de la presencia cristiana en Oriente Medio».
«Los gobiernos y los medios de comunicación están preocupados, por ejemplo, por la situación de los palestinos y reclaman para ellos su territorio, pero ¿qué pasa con los refugiados cristianos que han tenido que abandonar Irak o Siria porque son amenazados de muerte?», concluye, antes de hacer una profecía que, según explica, se encuentra en la Biblia: «En un futuro, Turquía querrá volver a extender otro Imperio otomano y naciones como España o Italia le harán frente. Lo digo hoy y lo leeremos en 10 o 20 años en los periódicos».
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