Comunidad de Madrid

El Orson Welles que intentó derribar el acueducto de Segovia

¿Puede un bulo convertirse en una verdad? Jesús Arroyo ha demostrado que sí. Con su falsa iniciativa de derribar el monumento romano ha probado que es posible crear una corriente de opinión en la sociedad a partir de una noticia falsa.

Jesús Arroyo no quiere derrumbar el monumento pero ha conseguido que cunda el pánico en Segovia. Foto: Cipriano Pastrano
Jesús Arroyo no quiere derrumbar el monumento pero ha conseguido que cunda el pánico en Segovia. Foto: Cipriano Pastranolarazon

¿Puede un bulo convertirse en una verdad? Jesús Arroyo ha demostrado que sí. Con su falsa iniciativa de derribar el monumento romano ha probado que es posible crear una corriente de opinión en la sociedad a partir de una noticia falsa.

Corría el 30 de octubre de 1938 cuando Orson Welles sembró el caos en Estados Unidos tras advertir en un boletín radiofónico urgente que la Tierra se encontraba bajo amenaza alienígena. A pesar de que entonces las noticias no se propagaban con la rapidez que lo hacen hoy gracias a las redes sociales, el bulo corrió como la pólvora. Y ahora ha vuelto a suceder. Ni siquiera el autor de esta «Guerra de los Mundos» del siglo XXI, Jesús Arroyo, experto en comunicación estratégica y postverdad, imaginó la repercusión que iba a tener su experimento. Arroyo lanzó una propuesta cuanto menos controvertida: demoler el Acueducto de Segovia. ¿Qué perseguía con esto? Demostrar cómo se puede generar una corriente de opinión de manera artificial y así probar la debilidad del sistema. Ahora ha llegado el momento de desmentir el bulo. «Por supuesto que no queremos derribar el Acueducto de Segovia», recalca en una conversación con LA RAZÓN.

El primer paso fue escoger el objetivo perfecto, una diana que debía cumplir varias características: ser muy significativa para una ciudad, querida por todos y libre de connotaciones políticas y religiosas. «Quería algo completamente nuevo, no iba a subirme a la cresta de ninguna ola», apunta. Si conseguía dar con algo que todo el mundo ve con buenos ojos, su objetivo de probar que se puede crear una corriente de opinión contraria a cualquier cosa, independientemente de su prestigio, estaría más que conseguido. Entonces fue cuando lo vio claro: lo que buscaba estaba en Segovia.

«Quise ser brutal: derribarlo con los motivos más extremos», indica Arroyo. ¿Cuál es la razón principal? Que se trata de un símbolo de opresión de los romanos contra el pueblo español –«a pesar de que en esa época ni siquiera había españoles»–. En su lugar, el experto en postverdad planteó construir un centro de recuperación de la memoria de los esclavos que lo construyeron –«a pesar de que ni siquiera se sabe que lo hayan construido esclavos»–.

La reacción de la gente no se hizo esperar y sobrepasó las fronteras segovianas, cuyos habitantes fueron los más indignados cuando descubrieron que alguien quería acabar con su mayor símbolo. «Empezaron a dar argumentos en contra y nosotros rebatimos esas afirmaciones. Habíamos creado el debate», subraya. Hasta 25 medios de comunicación se hicieron eco de la iniciativa, e incluso el ex futbolista Álvaro Arbeloa compartió la noticia en su cuenta de Twitter. El primer objetivo estaba conseguido, tanto que en la actualidad 750 personas han firmado la petición «con nombres y apellidos».

El segundo paso era probar que el sistema no está preparado para afrontar los nuevos retos que ha generado la eclosión de las nuevas tecnologías. Una noticia falsa puede no solo acabar con la reputación de una persona, sino que también puede suponer una seria amenaza para la seguridad. «Esto demuestra que si un grupo está bien organizado puede crear una realidad inexistente», puntualiza. En una conferencia que impartió a expertos en seguridad nacional, Arroyo advirtió que el país no está preparado para atajar un ataque «con este tipo de armas».

«Imaginemos que una persona pone en su Twitter que ha habido un atentado terrorista en el centro de Madrid y además adjunta fotografías. La gente que está justo en ese lugar ve que no es así, pero cinco calles más allá puede cundir el pánico», indica. Una sola persona puede lograr que se colapse el centro de una gran ciudad y sembrar el caos. «Además, eso puede hacer que la Bolsa caiga en los siguientes minutos, justo hasta que se compruebe que es un bulo», añade. Desde su faceta de economista asegura que más de uno puede beneficiarse de eso.

Los organismos competentes no están preparados para atajar una situación similar, un hecho que puede ocurrir en cualquier momento: «La Policía o el Ejército pueden tratar de contrarrestarlo pero van a ir a remolque». Arroyo lamenta que hoy en día no hay manera de frenar esa situación, «solo se puede multar o detener al autor, pero el daño ya estará hecho». Eso pasa porque no existe ningún mecanismo de control: «No podemos depender de que nadie se decida a hacerlo; no podemos confiar solo en la buena voluntad de la gente».

El experto advierte que estas situaciones pueden ser aprovechadas por individuos con «mucha fuerza y mucho dinero» según sus propios intereses: «Yo no tenía fines políticos ni económicos, pero ya hay gente que se está beneficiando con esto». De hecho, Arroyo ha recibido innumerables ofertas de programas de televisión para defender sus argumentos. Las rechazó todas. De haber aceptado alguna se habría estado lucrando de una mentira.

La comunicación, una guerra

Hasta 19 de las 20 primeras entradas en Google sobre el Acueducto corresponden a esta campaña. La otra es Wikipedia. Sin embargo, el experto en comunicación tuvo mucho cuidado a la hora de elegir sus argumentos para que en ningún caso pudieran dañar la imagen del monumento a largo plazo. Es más, Arroyo considera que incluso le ha podido reportar publicidad positiva a Segovia.

Pero, ¿qué habría pasado de haber puesto el foco en una persona? Que su reputación estaría por los suelos. «Aunque parezca difícil a primera vista, en un par de días se puede bajar del pedestal al mayor ídolo español, europeo o mundial», afirma. No se librarían ni Rafa Nadal, ni Miguel Induráin, ni siquiera la Selección Española de Fútbol.

Y es que hoy en día la comunicación se ha convertido en una guerra: «El problema es que ahora mismo hay gente que sigue yendo a la batalla con el arco y la flecha pero otros utilizamos kalashnikovs». Arroyo advierte que para esa «guerra» no están preparadas ni las personas ni los partidos ni las empresas: «Lo ideal es que no haya guerra, que se frene al primer disparo», indica. Pero en muchos casos eso no sucede así.

«Hoy en día tienes que pensar qué quieres ser y lo alucinante es que puedes ser lo que tú quieras. En concreto, Arroyo asegura que en la actualidad una persona es lo que Google dice de ella. «¿Qué es la realidad? ¿La verdad o la postverdad? Pues yo creo que es lo segundo», expone, y explica que la postverdad es «la imagen que los demás tienen de ti»: «Tú puedes influir en ella».

Otra de las partes positivas es que para este experto «se puede salir de todo» siempre que se prepare una buena estrategia de comunicación. Como ejemplo pone la caída de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. «Yo habría organizado una visita a una institución que tratase problemas de cleptomanía y le diría que hiciese un discurso en el que mencionase su problema. Así, si sale el vídeo los que quedan mal son los que lo filtran».