Criminalidad
El Senado y la pena de muerte
Desde hace casi 2 décadas, el Senado de España ha venido mostrando su firme compromiso en defensa del derecho a la vida y de los derechos fundamentales, así como su más profundo rechazo a la pena de muerte, por ser la negación de cualquier derecho humano, asumiendo, de principio a fin, la Declaración Universal de Derechos Humanos.
La Cámara Alta aspira a su abolición en aquellas legislaciones que aún la mantienen en vigor y, hasta tanto llegue ese momento, trabaja intensamente para alcanzar una moratoria universal en la aplicación de reproche penal.
La pena de muerte es el castigo más cruel, inhumano y degradante que inflige una persona a otra. A manos del Estado, constituye el asesinato de un ser humano en toda regla, la muerte de una persona a manos de otra sin consecuencia penal alguna. De forma impune.
Hace ahora 15 años, un grupo de seis senadores, en representación de todos los grupos de la Cámara, visitamos en prisión a Pablo Ibar en el Estado de Florida, condenado a tres penas de muerte por los asesinatos de dos mujeres y un hombre. Siempre ha proclamado y mantenido su inocencia y siempre se ha negado a pactar nada con el fiscal de turno, durante todo este tiempo, que lo ha pasado en el corredor de la muerte. Allí supo del fallecimiento de su madre y allí se casó con su novia de toda la vida, Tanya.
Quisimos que supiera que tenía todo un país detrás de él, y lo mismo vamos a hacer ahora, pero con un panorama mucho más favorable, porque hace dos años y medio el Tribunal Supremo de Florida resolvió anular las tres condenas a muerte de Pablo y ordenó la repetición del juicio, dado que su defensa letrada había sido “ineficaz” y las condenas se basaron en pruebas “débiles y escasas”.
El lunes 26 comienzan las intervenciones del fiscal y del abogado defensor, dado que el jurado ya está formado. Allí estaremos, siete senadores, en representación de los siete grupos parlamentarios que actualmente conforman la Cámara, orgullosos de pertenecer a un país, España, y a un territorio, la Unión Europea, que carecen, por suerte, de tan bárbaro castigo.
Hay muchas otras formas de sancionar conductas criminales sin tener que privar a nadie de su vida.
Pablo Ibar tiene una oportunidad única y extraordinaria de celebrar un nuevo juicio, esta vez con todas las garantías. Desde el Senado esperamos que esta repetición le permita obtener una sentencia que le devuelva, definitivamente, la libertad.
Parece que por fin hay luz al final del túnel.
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