Espacio
El sueño español de crear jardines en la Luna
El equipo de José María Ortega colabora en las misiones espaciales chinas para crear un huerto en el satélite tras el éxito de su experimento: ideó una cápsula que recrea la atmósfera lunar e hizo germinar una semilla
El equipo de José María Ortega colabora en las misiones espaciales chinas para crear un huerto en el satélite tras el éxito de su experimento: ideó una cápsula que recrea la atmósfera lunar e hizo germinar una semilla.
José María Ortega llega ligero, con una mochila de tela, usada, no se despega de ella. Pronto sabremos por qué. Ha viajado desde China hasta Madrid, antes de volver a su ciudad natal, Málaga. En su interior guarda un regalo muy especial. Rebusca, lo saca y lo muestra. Es un elemento de plástico con muchos agujeros. A simple vista, puede parecer parte de un juguete infantil, pero él explica con emoción: «Es un semillero. El que utilizaron los chinos para que germinara la primera planta en la Luna». Otro hito histórico de la exploración espacial que consiguieron investigadores del gigante asiático el pasado mes de enero. «China consigue que brote la primera planta en la Luna», titularon los medios internacionales.
Las semillas las trasladó al espacio Chang’e-4, la misión que alcanzó la cara oculta de la Luna. Era la primera vez que germinaba material biológico en nuestro satélite. En ese momento «supe que tenía que hablar con los chinos, aliarnos con ellos», dice rotundo este ingeniero aeroespacial malagueño que, aunque actualmente trabaja en el desarrollo del coche del futuro de la lujosa casa Bentley, es el impulsor del proyecto Green Moon.
Una idea que surgió hace tres años «de la curiosidad por saber cómo sería la germinación de una semilla y su crecimiento bajo la gravedad lunar». José María decidió, junto a dos compañeros, diseñar un prototipo de cápsula en el que pudieran darse todas las condiciones necesarias para que creciera una planta, sin contar con la atmósfera de la Tierra. «Esperábamos que la planta creciese mucho más rápido en la Luna, ya que la gravedad allí es seis veces menor que la terrestre». Su diseño se basa en un tubo de ensayo en el que iría tierra lunar fabricada por la NASA –con la misma composición de las muestras recogidas por las misiones Apolo y trasladadas a la Tierra–. La planta escogida para demostrar la viabilidad de crecer plantas en este astro es una de las más estudiadas en los laboratorios. Se llama Arabidopsis y la podemos ver prácticamente cada día, ya que se la califica muchas veces como «mala hierba» por su capacidad de germinar en cualquier sitio y de forma muy rápida.
Pero, ¿cómo consiguen que la planta emerja? Ahí es donde juega un papel clave la ingeniería que ha creado el equipo español para conseguir aportar a la semilla todos los elementos necesarios para germinar. La estructura que ejerce de caparazón de la cápsula cuenta con sensores capaces de medir los niveles de dióxido de carbono y de oxígeno que se dan en su interior, así como sus condiciones térmicas y lumínicas, para crear las condiciones perfectas que generan la fotosíntesis. Por último, han incluido una trampilla por la que se libera la semilla sobre el sedimento ya húmedo una vez llegue a la superficie lunar. Puede sonar a ciencia ficción, pero tras el resultado que obtuvieron los chinos en enero no han dudado en apostar por la idea española.
«Contacté con el equipo chino cuando supe que habían conseguido hacer germinar una planta en la cara oculta», afirma el ingeniero. Con lo que no contaba era con la rápida respuesta de ellos. «Querían colaborar con nosotros, con nuestros conocimientos de Astrobiología», de los que los chinos tienen menos experiencia. Entonces se dio cuenta de que necesitaba ser más ambicioso y ampliar el equipo científico para asegurarse el éxito. Localizó investigadores españoles que lideraran distintas áreas de la exploración espacial hasta componer el equipo de siete que ahora conforman. Uno de ellos es Jorge Pla-García, experto en el análisis de atmósferas planetarias y el que ha conseguido que el resto se fueran uniendo. «Nos hemos dado cuenta de que los chinos cuentan con la tecnología y el dinero, pero les falta la ciencia y eso es lo que nosotros les aportamos», asevera. Jorge lleva años «obsesionado» con Marte, con su atmósfera y la búsqueda de vida en este planeta. Por ello sabe lo importante que es para llegar al Planeta Rojo experimentar antes en la Luna. «Los chinos tienen muy claro que quieren llegar y que quieren construir una base fija en nuestro satélite. Y no tardarán, hablan de 2026». La hazaña que consiguieron el pasado mes de enero les lleva a pensar que, efectivamente, cumplirán.
¿Podrían estos siete pioneros crear un huerto similar al que construyó Matt Damon en «El Marciano»? «La verdad es que la película es muy fiel a lo que creemos que ocurriría. Sí, pensamos que se podría crear un invernadero similar al de la película. Lo que es completamente de ciencia ficción es la tormenta de arena que termina aislándole. Es imposible que con lo delgada que es la atmósfera marciana se pudieran conseguir esas velocidades, pero entendemos que es una licencia de guión».
Carrera por ser el primero
Es cierto que en la Estación Espacial Internacional ya se ha conseguido que crezcan plantas en varias ocasiones, pero nunca se había intentado en otro planeta. La misión china trasladó tierra dentro de un contenedor sellado en el que había semillas de algodón, patatas, levadura y huevos de mosca de la fruta. Pero solo consiguieron que germinaran las primeras. «Creemos que uno de los puntos más importantes de este tipo de experimentos es que se planten las semillas una vez lleguen a la Luna y no ir con ellas ya crecidas», indica el ingeniero malagueño. Y es que consideran que los efectos de la gravedad lunar son muy importantes a la hora de que la misión sea un éxito o no. «Las condiciones que crean en el filme norteamericano también se pueden recrear en astros como la Luna o Marte», asevera Jorge. Sin duda lo más importante es conseguir crear la temperatura ideal para que las plantas puedan crecer. «En nuestro satélite se pueden alcanzar los 123 grados cuando el sol da de pleno o los -153 si hablamos de la cara oculta, donde la luz solar no llega», sostiene José María. Y es que han estudiado cada uno de los detalles que pueden limitar las posibilidades de crecimiento de plantas terrestres en la superficie lunar.
Otro condicionante muy evidente para que las semillas germinadas puedan hacer la fotosíntesis es que deben estar cerca de una fuente de agua y, por supuesto, de luz. Esto obliga a limitar aún más la zona de plantación. «Sabemos que existe agua en los polos, pero no a todas sus regiones llega el Sol, por lo que los primeros que alcancen la Luna y fijen sus bases en las ubicaciones idóneas tendrán muchas más posibilidades de construir sus propios huertos», insiste Jorge.
Lo que quieren lograr estos científicos españoles no es tan descabellado. Todo lo contrario. Va en línea con el proyecto en el que trabaja la Agencia Espacial Europea (ESA) de crear una aldea lunar –o «Moon Village» como dicen en inglés–. «Está claro que en el futuro, los humanos participarán en vuelos tripulados más allá del Sistema Solar, por lo que Moon Village podría servir de trampolín y sería nuestro campo de pruebas», ha dicho recientemente Jan Woerner, director General de la ESA.
Una parte importante de esa futura base lunar es conseguir «vivir del planeta en el que nos instalemos», insisten los investigadores españoles. «Tenemos que ser capaces de extraer recursos de los lugares a los que lleguemos. No solo para poder sobrevivir en ellos, sino para ser capaces de extraer combustible para seguir viajando a lugares más lejanos, como Marte», insiste Jorge. Ahora sólo nos queda ser pacientes para conocer si la patata sabe igual en la Luna que en la Tierra.
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