Bilbao
«El Txolo nos tenía a todos controlados»
El barrio de «Otxar», en Bilbao, en el que dos ancianos fueron asesinados, lleva tiempo a merced de los robos y agresiones de los ahora detenidos. La zona era para ellos un «blanco fácil»
El barrio de «Otxar», en Bilbao, en el que dos ancianos fueron asesinados, lleva tiempo a merced de los robos y agresiones de los ahora detenidos. La zona era para ellos un «blanco fácil».
Hay una frase que los vecinos del obrero barrio de Otxarkoaga –a 15 minutos del casco viejo de Bilbao– repiten desde que el pasado jueves 18 dos chicos de 14 años mataran a dos octogenarios. «¡Róbales, pero no les quites la vida!». Hace más de dos años que los atracos se han convertido en algo habitual, en una «costumbre» más en el barrio. Es difícil no encontrar a alguien en «Otxar» que no haya sufrido un agarrón o un intento de robo. «Se sabe desde hace tiempo», insisten. Al igual que también se sabe que «Txolo», como conocen sus amigos a uno de los jóvenes detenidos, y sus dos compinches, estuvieron varios días vigilando a Rafael y Lucía.
«Llevaban un par de semanas dando paseos por delante de la puerta. Pasando de un lado a otro. Les tenían controlados», explica Rocío. Ella vive justo debajo del piso del matrimonio y ha estado viendo cómo los jóvenes –uno de ellos vecino del portal contiguo– estudiaban cada paso que daba la pareja. Conocían la hora de salida de Rafael cada mañana para hacer sus recados, pero algo cambió esa mañana de jueves: cuando se colaron por la ventana de atrás de su humilde piso tras trepar las tuberías, se toparon con el matrimonio. Y se ensañaron con ellos, tanto que la Policía Científica aún está analizando los cuchillos que se encontraron en la casa de la calle Zizeruena.
La edad media de los que viven en «Otxar» es cada vez más elevada y por la zona de Zizeruena es aún mayor. Estos menores lo sabían, por eso los robos estaban a la orden del día. Miguel vive en el número 14, sale del portal acompañado de un bastón y con gafas oscuras. Ve muy poco. «¿Cómo no iba a ocurrir esto?», pregunta con ironía. «Nos tenían a todos controlados. A mí, hace unas semanas, cuando entraba en el portal, me empujaron dentro y me robaron la cartera. Si se pasaban todo el día ahí, fumando...», añade el anciano mientras señala unas escaleras desde las que se puede observar cada movimiento de los vecinos del barrio. Allí pasaban el rato «Txolo» y sus dos amigos, a la espera de nuevas víctimas fáciles. Salvo el chico de 16 años, los menores de 14 vivían en otra zona del barrio.
«Txolo» llegaba a su casa en menos de siete minutos, sólo tenía que atravesar las enrevesadas escaleras que separan su casa en la calle Txotena de la de los dos ancianos. Desde que le detuvieron, sus padres no han pisado el barrio, no quieren salir de casa y huyen de la Prensa. Sí que tuvieron que abrir la puerta a la Ertaintza cuando acudieron a registrar la casa. Allí, un joven un par de años mayor que el presunto asesino pasea a su perro. «Me fumaba algún cigarrillo con él, pero no hablábamos mucho. Tenía que venir conmigo al Centro Cívico, pero prefería irse con sus amigos por San Francisco (otro barrio bilbaíno)». ¿Alguna vez se mostró agresivo? «Yo nunca le ví violeento. Sí, cometía robos menores: móviles, carteras, bolsos...», dice como si fuera algo normal, «pero nunca creí que llegaría a esto».
Luisa, Milagros, Juli, Lupe, Filomena... la lista podría alargarse mucho si contamos a todas las mujeres que han sufrido algún robo cuando iban al centro médico, al súper, a la carnicería, al banco... «¿Me ves?», dice Juli mientras muestra manos y cuello. «Yo ya no llevo nada, salgo a dar mi paseíto y me vuelvo a casa. Todas nos hemos llevado algún susto». Ellas sí que son vecinas de Txolo. «Vive ahí, en el cuadrado», señala Luci el bloque de casas. «¿Y qué me dices del susto que se llevó Isabel?».
Isabel vive un bloque más abajo, en un primero. Hace unos meses que su marido permanece en una residencia y ella vive sola. «El mismo día que murieron Rafael y Lucía, mi abuela pilló a un chico intentando entrar por la ventana», explica Susana, su nieta. Su abuela podía haber sido el primer objetivo de los jóvenes, aunque el suceso se dio tan rápido que Isabel no supo reconocer su cara. Sí tiene claro que fueron dos, ya que uno estaba subido a hombros de otro para poder entrar por la ventana. «Ella estaba en la habitación y oyó ruido en la persiana del salón». Entonces se cruzaron las miradas y se asustaron mutuamente. Aún hoy, Isabel está intranquila. Sus hijos quieren que se vaya a vivir con ellos, pero no quiere dejar su casa. «¿Qué pasa, que ahora tengo que poner barrotes en toda la casa?». Ya tiene una reja en la zona trasera, «no quiero vivir en una cárcel», insiste. La mayoría de casas bajas del barrio cuantan con barrotes.
Tras más de 20 años fuera de Bilbao, Carlos regresó a Otxarkoaga para vivir con su padre. Recuerda el día que falleció. «Aún estaba su esquela en la puerta, cuando entraron en casa a robar. Y sé que son ellos, son los mismos», dice. Saca la denuncia que puso hace más de dos años. «Lo malo es que, al ser menores, no puedo decir sus nombres. Ellos están protegidos y nosotros...». No termina la frase. La Policía municipal detuvo a los ladrones 15 días después. «Habían sacado 120 euros de la cartilla. Me dejaron con 20. Las cámaras de vigilancia del banco les captaron». Eso sí, «no pasaron ni un minuto en la cárcel».
«A mí me rompieron el brazo cuando me arrancaron el bolso por detrás», recuerda Luisa, «y a mi vecina le golpearon tanto la cara que casi la dejan desfigurada. Todo para quitarle el monedero». ¿Y qué ocurre con las denuncias? «No nos las recogen», dice indignado Emilio, que pasea cerca de la parroquia con su madre Filomena, de 98 años. «Te hacen esperar horas y horas o, directamente te dicen que no tienen suficiente gente». Así, la unidad de investigación de la comisaría del barrio está inoperativa. A todos les mandan a Miribilla, otra sede policial. «Ahora estarán los agentes un par de semanas dando vueltas por el barrio, pero ¿qué hacemos dentro de un mes, cuando se hayan ido y volvamos a los robos de cada día? No debemos olvidar lo que les ha ocurrido a Rafael y Lucía. Se puede repetir».
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