Enfermería
Enfermeras al límite, pacientes en riesgo
La inversión en Enfermería es insuficiente y sus problemas laborales están siendo silenciados y ocultados, lo que pone en jaque al sistema sanitario. Lo cuenta Laura Villaseñor, presidenta del Sindicato de Enfermería (Satse), en este artículo de opinión.
En un mundo marcado por crisis sanitarias recurrentes, el envejecimiento de la población y una creciente demanda de cuidados, especialmente complejos, el trabajo de las enfermeras se ha vuelto más indispensable que nunca.
Sin embargo, a pesar de su papel fundamental en el sistema de salud, la inversión en enfermeras es insuficiente y sus problemas laborales y profesionales no están siendo atendidos. Todo lo contrario, son silenciados y ocultados, lo que pone en jaque el sistema sanitario presente y futuro.
Esta situación está provocando un profundo malestar en la profesión que favorece el abandono de la enfermería, dificulta la fidelización de los profesionales y pone en entredicho la sostenibilidad del propio sistema sanitario. Sin entornos de trabajo más seguros, atractivos, justos y equitativos es imposible prestar cuidados de alta calidad, lo que repercute en todos los parámetros de eficacia y eficiencia del sistema sanitario.
En el Día Internacional de la Enfermería, como cada día en los centros de trabajo, pedimos ser respetadas, que se reconozca nuestra autoridad profesional, erradicar el trato jerárquico y paternalista, y garantizar que la voz enfermera tenga peso en la gestión de la salud, frenando así la violencia institucional que recae sobre la profesión, el acoso laboral y el desprecio encubierto bajo la excusa de la vocación.
El primer reto es resolver la carencia de profesionales que afecta a nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), estimada por el propio Ministerio de Sanidad en 100.000 enfermeras. Esta cifra solo esconde una sobreexplotación laboral que no solo compromete la salud física y mental de las enfermeras, sino la seguridad de los pacientes y la calidad de los cuidados.
Hay que dejar de romantizar el desgaste y la sobrecarga como si fueran sinónimos de compromiso. Nuestro país tiene la oportunidad de sumarse a la línea abierta por otros países y establecer una ratio máxima de pacientes por enfermera, ya que cuenta con una proposición de ley de ratios, desarrollada por Satse, pendiente de aprobación en el Congreso de los Diputados.
Esas ratios salvan muchas vidas, ponen límites, y generan equidad en la dispensación de cuidados entre los distintos servicios de salud, que no cuentan con la misma financiación sanitaria. Porque la falta de personal incrementa los errores, reduce la calidad de la asistencia y aumenta la mortalidad evitable. Por el contrario, múltiples estudios han demostrado que un menor número de pacientes por enfermera reduce las complicaciones, acorta las estancias hospitalarias y mejora significativamente los resultados clínicos.Porque no olvidemos que las enfermeras están en la primera línea de atención. Son quienes pasan más tiempo con los pacientes, garantizan la continuidad asistencial, quienes detectan cambios críticos en el estado de salud, administran tratamientos y ofrecen el soporte emocional que muchas veces marca el punto de inflexión entre la recuperación y el deterioro. Previenen, además, la enfermedad y están comprometidas con la educación para la salud y la promoción del autocuidado.
No invertir en enfermeras es condenar al sistema de salud a una crisis perpetua y arrastrar a nuestra sociedad a una pérdida permanente de calidad de vida, y ahí está nuestro mayor miedo, porque no se trata solo de vivir más años, sino de vivirlos con calidad, dignidad y cuidado.Y en la otra cara de la moneda, la carencia de profesionales solo nos conduce día tras día a jornadas extenuantes y a contratos inestables, sin descansos, sin las mínimas garantías. Nos obliga a renunciar a nuestra vida familiar y personal.
Nuestro trabajo es esencial, sí, pero no podemos seguir sosteniendo el SNS sin apoyo, sin tiempo y sin descanso; lo hicimos durante la pandemia, pero esto no se puede mantener sine die. No queremos elegir entre ser profesionales comprometidas y personas con vida propia.
Invertir de manera estratégica en enfermeras, en sus condiciones laborales y profesionales, no solo es una cuestión de justicia laboral, sino también una decisión estratégica para mejorar la salud de toda la población, la construcción de sociedades más sanas y generaciones más implicadas en el autocuidado de su salud.
El gasto en enfermería no debe verse en ningún caso como un coste, sino como una inversión con alto retorno. Constituye una palanca de eficiencia para el SNS, pues no solo planificamos, intervenimos y evaluamos nuestros cuidados, sino que también gestionamos eficazmente; promovemos la salud; reducimos costes y optimizamos los recursos, coordinando la atención multidisciplinar y evitando duplicidades.
Los gobiernos, las instituciones sanitarias y la sociedad en su conjunto deben entender que cuidar a quienes cuidan es una prioridad urgente, porque cuando las enfermeras son reconocidas, valoradas y protegidas, y se invierte en la profesión, ganamos todos.