Crisis migratoria en Europa
¿Estamos vacunados contra un Salvini?
El apoyo de la Iglesia a la acogida y el perfil social hacen difícil que un partido xenófobo entre el Parlamento español
El apoyo de la Iglesia a la acogida y el perfil social hacen difícil que un partido xenófobo entre el Parlamento español.
Una ola xenófoba recorre el tejido político europeo, aunque en la Península Ibérica ha encontrado un dique: en los parlamentos de España y Portugal no se sienta ningún diputado antiinmigración.
Los anuncios de Pedro Sánchez de recibir a los inmigrantes del Aquarius, retirar las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla, adoptar medidas menos restrictivas en el control fronterizo y la universalización de la sanidad son políticas que podrían convertir a España en un imán para la inmigración. Pero ¿podrían dar lugar al ascenso de partidos racistas en nuestro país? A corto plazo parece difícil que así sea, pero nadie está vacunado contra la xenofobia.
España ha sufrido la crisis económica, el terrorismo yihadista, el desempleo, la corrupción de los partidos, la crisis institucional y el independentismo que ha golpeado la unidad territorial. Sin embargo, no ha surgido con fuerza ningún partido de extrema derecha xenófobo.
La entrada en Europa de miles de refugiados e inmigrantes desde 2015 fue una de las causas de la llegada a los hemiciclos de la UE de partidos euroescépticos y xenófobos, que legitimaron propuestas radicales y aumentaron su apoyo popular.
España recibió el mayor número de inmigrantes desde mitad de los años 90 a 2012, cuando llegaron casi 7 millones de personas. Hasta 2005 y 2006, cuando gran cantidad de irregulares llegaron a Canarias, Ceuta y Melilla, la inmigración no figuró en las encuestas como uno de nuestros grandes problemas. En 2011, con la crisis aumentó el sentimiento antiinmigración; sobre todo al identificarlo con la delincuencia más que con la competencia en el mercado laboral o con una menor calidad en la educación o la sanidad.
En España la inmigración solo representa un problema para el 6% de ciudadanos y ocupa el noveno lugar entre sus preocupaciones, mientras que en la UE está en tercer puesto (Eurobarómetro Primavera 2018). Según el CIS (abril 2018), la inmigración sólo preocupa al 3,4% de españoles.
Estos datos avalan el casi inexistente apoyo que reciben los partidos xenófobos en España. Desde que Fuerza Nueva consiguiera un escaño a finales de los 70, ningún diputado de extrema derecha se ha sentado en el Parlamento español. Alianza Popular, primero, y el PP, después, se encargaron de contener ese voto dentro de sus filas.
En 2013 surgió VOX, un partido populista moderno de tinte islamófobo que no ha conseguido grandes resultados. En las elecciones europeas de 2014, solo obtuvo el 1,6 por ciento de los votos, y en las nacionales de 2015 se quedó con un 0,2%.
La herencia del franquismo, el problema territorial o el apoyo de la Iglesia católica a la inmigración son otros factores que, como explica Carmen González en un Documento del Instituto Elcano, convierten a España en la excepción europea.
Si las políticas de Sánchez aguantan el «efecto llamada» y PP, Ciudadanos y Podemos diluyen a los descontentos de extrema derecha e izquierda, es posible que, a los españoles, lo segundo que siga llegando a su mente cuando piensa en la inmigración (como en el CIS de 2016) sea un sentimiento de empatía y solidaridad.
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