Opinión

Un gran negocio

Ser ex presidente es el mejor negocio. No hay más que ver ejemplos a nuestro alrededor

Pedro Sanchez en el foro de los Fondos Europeos III organizados por el diario.es
Pedro Sanchez en el foro de los Fondos Europeos III organizados por el diario.es. David JarDavid JarFotógrafos

Ser ex presidente es el mejor negocio. No hay más que ver ejemplos a nuestro alrededor. Obama sin ir más lejos no para de embolsar dinero a base de conferencias, libros, documentales en Netflix… Su mujer también, al estilo de la pareja Clinton, que hicieron su agosto de gira por todo el mundo alimentando el papanatismo internacional.

Otros, sin embargo, llevan una vida menos ambiciosa, más tranquila, tipo Angela Merkel, cuyo marido ha permanecido siempre en una sombra más que discreta y a ella, luego de estar al frente de la Cancillería alemana durante dieciséis larguísimos años, no se le ve en público salvo cuando sale para hacer recados domésticos. Viaja de vez en cuando a La Gomera a tomarse unos baños de sol, huyendo de los nubarrones de Berlín, pero ahí queda todo su exceso. Bush, otro americano a quien hemos visto jugando al golf en Dominicana, tampoco exhibe su imagen, se limita a cultivar el arte de la pintura, haciendo alguna que otra exposición. Trump, por su parte, sigue con aspiraciones políticas y marea por aquí y por allá en mítines para volver a ser candidato el próximo año, cosa a la que el pobre Biden va a tener que renunciar.

Y así, llegamos hasta nuestro país. Felipe González vive bastante apartado, participando, eso sí, en coloquios y charlas con un aspecto de veterano -que no de viejo-, bastante digno. Aznar, exactamente igual. Rajoy, más rezagado, creo que sigue ejerciendo de registrador, que no es mal trabajo, y Zapatero asesorando a bolivarianos. Sánchez aspira a un puesto en la OTAN, que no está mal, porque su prestigio como político no da como para charlas ejemplarizantes. A la velocidad que avanza la inteligencia artificial, quizá nuestros descendientes lejanos podrían tener un gobernante cibernético, que no costara dinero, que diera con soluciones acertadas a los problemas del país y que no necesitara alma, porque tampoco la tienen los gobernantes actuales. A más corto plazo, están los de Singapur o Suiza, que ni se les conoce ni cometen tropelías; en sus respectivos territorios reina el orden y una justa dosis de honestidad. Realmente dan mucha envidia.