Londres

La doble moral de la erótica parlamentaria

El primer ministro británico, David Cameron, durante un debate parlamentario en la Cámara de los Comunes
El primer ministro británico, David Cameron, durante un debate parlamentario en la Cámara de los Comuneslarazon

Los diputados británicos han regresado a la Cámara de los Comunes algo sonrojados tras el receso estival. Y, a pesar de las altas temperaturas registradas este verano, sus señorías no han podido culpar al sol inusual de agosto. Sus colores se debían más bien al bochorno sufrido tras publicarse ayer los intentos de acceso a sitios pornográficos registrados en el Parlamento el año pasado. No es grato para nadie recibir un aviso de un superior por consultar páginas indebidas en el lugar del trabajo, pero la vergüenza puede ser aún mayor si resulta que estas visitas inadecuadas se realizan en el Parlamento, el mismo que está estudiando desde el pasado mes de julio la propuesta del primer ministro David Cameron para prohibir a los servidores garantizar este tipo de material a los usuarios en sus propias casas.

Desde mayo de 2012 hasta julio de 2013, los diputados y el personal que trabaja en la Cámara Baja de Westminster realizaron más de 300.000 intentos de acceso a sitios webs considerados pornográficos desde oficinas y cualquier rincón de edificio con wifi. Bien es cierto que las cifras pueden representar «solicitudes hechas sin intención» y pueden haber sido exageradas por el software de terceros y sitios web que se recargan a sí mismos, según matizaron ayer desde Westminster. Con todo, cerca de 5.000 personas trabajan en el Parlamento y ayer unos y otros se miraban de reojo tras el reportaje publicado por la edición británica de Huffington Post UK, que, respaldándose en la libertad de información, sacó un reportaje bajo el título de «Oh Yes, Minister!» (oh sí, ministro), que dio mucho de que hablar. Las cifras varían enormemente según los meses. Mientras que en noviembre hubo 114.844 intentos en febrero sólo se registraron 15.

Un portavoz de los Comunes recalcó que no lo «consideran una representación exacta de la cantidad de visitas que de manera no intencional han sido realizadas por los trabajadores y diputados». «Existe una gran variedad de métodos por los que los sitios web pueden ser diseñados para actuar, reaccionar e interactuar debido a la posible operación de software de terceros», dijo. Los expertos señalan que algunas de las visitas pueden haber sido registradas por páginas que generan una serie de accesos con un clic del ratón o aquellas que enlazan automáticamente a otros sitios a través de «pop-ups».

Intencionado o no, lo cierto es que la noticia no puede salir en un momento más inoportuno, ya que es precisamente ahora cuando el Parlamento debate una propuesta presentada el pasado mes de julio por Cameron para que a partir del año que viene los hogares de los británicos tengan bloqueado el acceso a estos sitios a menos que soliciten que se quiere recibir este material.

Los mayores proveedores de servicios de internet de Reino Unido se han puesto de acuerdo con el esquema filtros que podría bloquear el acceso a pornografía en el 95% de los hogares. Pero uno de los asesores del primer ministro, Jimmy Wales, que además fue cofundador de Wikipedia, considera que los planes son «absolutamente ridículos». La periodista de «The Sunday Times», Eleanor Mills, denunció hace tres años en las páginas del diario la existencia de la que se conoce como «Generación XXX» o «Generación porno», para referirse a los niños y adolescentes que han crecido sin barrera alguna hacia estos contenidos accediendo a ellos sin el permiso paterno con las correspondientes adicciones, confusiones sexuales... Transcurrido este tiempo, Mills considera que poco o nada se ha hecho para frenar los contenidos eróticos en la red. «No puedo entender cómo una sociedad que insiste en un punto de inflexión sobre contenidos y lenguaje a las nueve de la noche en televisión –me reprendieron el otro día por decir «cabreado» en un programa a la hora del desayuno– y tiene una complicada red de clasificaciones de edad para las películas y los vídeos, es tan complaciente en relación a internet».

Y es que quizá ahí esté la clave, en una doble moral. Una sociedad que denuncia a voz en grito el peligro que suponen las redes para los menores, pero que consume pornografía hasta en el escenario donde se pretende poner coto a un mercado que mueve más de 100.000 millones de euros en todo el planeta.

«El cambio en el modelo de negocio de esta industria que ahora mira a internet ha supuesto que hay un enorme mercado potencial de la pornografía en todo el mundo y en particular en Reino Unido. Algunas de las estadísticas de webs gratuitas plantean que el 5% del tráfico mundial de estos productos tiene lugar en Reino Unido», asegura Peter Johnson, presidente de la Televisión a la Carta de Reino Unido, que detalla que se dan hasta 66 millones de visitas al mes a estas páginas eróticas. Un consumo que va a más. De hecho, según datos del pasado mes de junio, el 8,5% de los clics en internet por parte de los británicos se produce para dirigir el ordenador a webs pornográficas, muy por delante de las visitas a espacios virtuales de compras o periódicos digitales. Eso sí, pocos admiten consumirlo. Ni en la calle ni en el Parlamento.