Psiquiatría

La máquina que previene suicidios

Los algoritmos matemáticos y los escáneres cerebrales permiten detectar el riesgo.

Zonas del cerebro activadas ante la palabra «muerte», en pacientes (izda.) y en el grupo de control (dcha.)
Zonas del cerebro activadas ante la palabra «muerte», en pacientes (izda.) y en el grupo de control (dcha.)larazon

Los algoritmos matemáticos y los escáneres cerebrales permiten detectar el riesgo.

Una nueva tecnología diseñada por investigadores de la Universidad Carnegie Mellon y la Universidad de Pittsburgh es capaz de prevenir tendencias suicidas en un individuo mediante el análisis de las alteraciones cerebrales detectadas por un escáner. En otras palabras, es capaz de hacer una fotografía del cerebro de una persona que en el futuro podría tener la tentación de quitarse la vida. El riesgo de suicidio es especialmente difícil de detectar. Para tratar de prevenir este drama, la ciencia generalmente acude al estudio del comportamiento y busca huellas psicológicas que respondan a un patrón suicida. Pero no existe un perfil fisiológico que permita establecer relaciones de causa efecto.

El trabajo que ahora se presenta en la revista «Nature Human Behaviour» es pionero porque ha logrado identificar modificaciones en el funcionamiento del cerebro a la hora de procesar algunos conceptos que podrían indicar que una persona se encuentra en mayor riesgo de autolesionarse.

Para ello se han utilizado imágenes de diagnóstico combinadas con algoritmos matemáticos en busca de determinados patrones.

Para el estudio, los autores presentaron a un grupo de 34 personas (17 de ellas en tratamiento por haber mostrado tendencias suicidas) una lista de 10 palabras relacionadas con la muerte, 10 relacionadas con sucesos agradables y 10 relacionadas con acontecimientos desagradables. Los voluntarios debían pensar en esas palabras (por ejemplo, crimen, cariño y angustia) mientras se les practicaba un escáner cerebral.

De todas las palabras seleccionadas, seis mostraron un alto grado de impacto en los resultados del escáner: muerte, crueldad, cariño, bondad, alabanza y problema.

Con esas seis palabras se volvió a hacer la prueba repitiendo los resultados para que un programa informático tratara de identificar algún patrón de conducta determinado.

Y fue capaz. El programa desarrolló un algoritmo que identifica en el 97% de las ocasiones si una imagen pertenece a una persona en tratamiento o a una de las personas del grupo de control. Es decir, la simple observación del escáner permite a la máquina determinar qué tipología de paciente tiene delante: suicida o no suicida.

Es más en el 94% de las ocasiones pudo descubrir quiénes de los que estaban en tratamiento ya habían tratado de suicidarse alguna vez y quiénes no habían hecho aún ningún intento.

Pero ¿qué es lo que hace que un cerebro de una persona en riesgo de quitarse la vida sea diferente al resto? Los científicos han analizado la respuesta neuronal de todos los pacientes ante diferentes emociones: pena, vergüenza, ira, orgullo... Efectivamente, la activación neuronal de estas sensaciones varía entre personas suicidas y personas no suicidas. Los individuos en riesgo experimentan un cóctel de emociones diferentes que el resto cuando piensan en los mismos conceptos. Por ejemplo, la palabra «muerte» parece activar más los mecanismos neuronales de la vergüenza y la tristeza. Si se logra confirmar que este patrón es universal, quizás se haya dado el primer paso hacia un método eficaz de diagnóstico que ayude a prevenir futuras conductas suicidas antes incluso de que afloren los primeros síntomas psiquiátricos.

Hay que recordar que el suicidio es ya una de las principales causas de mortalidad en determinados tramos de edad. En España, en los últimos 20 años, las cifras de suicidio se han movido entre los 6,76 y los 8,1 casos por 100.000 habitantes. Como el número de accidentes en carretera, algunos años las muertes autoprovocadas superan incluso a los fallecimientos por tráfico rodado. Entre los 15 y los 39 años, el suicidio es ya la segunda causa absoluta de mortalidad después del cáncer y la primera causa de muerte no natural.