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La neurociencia «resucita» la mano de un tetrapléjico
Puede usar un teléfono, manipular alimentos, jugar a un videojuego... Un microchip cerebral es capaz de «traducir» las señales cerebrales de Ian directamente a sus músculos.
Un microchip cerebral es capaz de «traducir» las señales cerebrales de Ian directamente a sus músculos.
La neurociencia ha obrado un nuevo milagro. Es cierto que la estimulación de la actividad neuronal había conseguido transmitir señales cerebrales a extremidades dañadas, aunque siempre directamente a prótesis. Pero, ¿cómo se sentiría un tetrapléjico si fuera capaz de mover su propia mano tras cinco años de inercia? Ésa es la indescriptible sensación que ha experimentado Ian Burkhart, un estadounidense de 24 años. Cuando tenía 19, el brutal impacto de una ola le dejó sin movilidad en brazos y piernas mientras buceaba en la playa. Hoy puede abrir y cerrar la mano, mover los dedos de forma individual, girar la muñeca... Es capaz de agarrar un bote, rellenarlo de contenido, volcarlo, ponerlo boca abajo... Puede sostener una cuchara o llevarse un móvil a la oreja. O incluso juguetear con el mando del videojuego «Guitar Hero». Ian lo reconoce: ha ejercido de conejillo de indias para un ambicioso experimento. Sin embargo, antes incluso de conocer el resultado, jamás dudó en participar. «Esta investigación me ha cambiado, en el sentido de que ahora tengo más fe en el futuro. Ahora lo sé de primera mano: va a haber avances que van a hacer mi vida mejor», afirmaba ayer. Y animaba a otros como él: «Si alguien más tiene la oportunidad de hacerlo en cualquier otra parte del mundo, todos nos beneficiaremos».
Su felicidad es el resultado del proyecto llevado a cabo por la Universidad Estatal de Ohio (EE UU) y el Instituto Fenstein para la Investigación Médica. Ya en 2014, este mismo equipo consiguió que Ian pudiera mover la mano. Pero ni ellos mismos esperaban que consiguiera el grado de autonomía que demuestra ahora. ¿La clave? Un «bypass» electrónico cerebral que «engaña» a la médula espinal dañada, «traduciendo» los pensamientos y deseos de Ian. «Es la primera vez que un tetrapléjico es capaz de mejorar su nivel de funciones motoras y su movimiento de manos», afirmó Ali Rezai, del Ohio State’s Wexner Medical Center y coautor del estudio que muestra estos avances y que acaban de ser publicados en «Nature».
Por un lado, los científicos le implantaron a Ian un microchip en su cerebro, concretamente en la corteza motora, responsable de los procesos de planificación, control y ejecución de las funciones motoras voluntarias. Por otro, el joven contaba en su brazo con un dispositivo de 130 electrodos. Un ordenador decodifica la actividad neuronal recogida en el microchip a través de algoritmos de autoaprendizaje, traduciendo su pensamiento en órdenes concretas que recogen los electrodos. Este software da la orden en tiempo real, de tal forma que, en el momento en que Ian quiere mover su mano, y se ejecuta al instante. Así, este sistema se «salta» el proceso de enviar señales a través médula espinal del paciente, que en el caso de joven, está dañada de forma irreversible. En definitiva, lo suficiente para que pueda llevar a cabo actividades cotidianas que hasta ahora nunca había imaginado y que para la mayoría de la población no suponen el menor esfuerzo. Los avances demostrados por Ian no fueron instantáneos: han sido necesarias tres sesiones de entrenamiento a la semana durante unos quince meses. El dispositivo, llamado NeuroLife, ha sido patentado por la empresa Battelle.
Expectativas superadas
«En 30 años que llevo en este área, es la primera vez que hemos sido capaces de ofrecer una esperanza real a gente que vive vidas plagadas de retos», aseguró el doctor Jerry Mysiw, jefe del departamento de Medicina Física y Rehabilitación en el Hospital Estatal de Ohio. Por su parte, Chad Bouton, investigador de Battelle, afirmó que «durante la última década, hemos aprendido a descifrar señales cerebrales en pacientes que están completamente paralizados. Y ahora, por vez primera, los pensamientos de estos pacientes se han convertido en movimientos». Ellos mismos están sorprendidos con los resultados: «No estábamos seguros de que fuera posible. Ha superado nuestras propias expectativas», confesó Bouton.
Como siempre, un descubrimiento puede llevar a otro mayor. La pretensión del equipo de Ohio se centrará ahora en que el NeuroLife «evolucione a un sistema inalámbrico, conectando las señales cerebrales y los pensamientos para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad». Así, el «target» no lo constituirán sólo personas con su médula espinal dañada; también pacientes que hayan sufrido daños cerebrales y otros daños traumáticos. Poder manipular objetos supone un avance que hace diez años parecía reservado a la ciencia ficción. Sin embargo, quieren llegar más lejos: que estas personas sean capaces de vestirse y alimentarse sin ayuda, de forma independiente al cien por cien. De hecho, y respondiendo a los deseos de Ian, ya se ha identificado a un segundo paciente potencial, y con el que podrían comenzar a trabajar el próximo verano.
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