Constitución
La sociedad española no puede dormirse
El discurso de (falsa) investidura pronunciado por el Sr. Sánchez, don Pedro, causó olas de tinta en la prensa y largos comentarios en tertulias. Se comentaron las manos tendidas, las puertas cerradas, los temas ausentes y las negociaciones fallidas. Pero, con asombro, comprobamos que los temas que afectan a lo más hondo de la persona, abordados de forma demasiado ligera y a la vez terrible en ese discurso, no tuvieron apenas eco en los medios españoles. Los compromisos del Sr. Sánchez y su partido de garantizar «de manera plena el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad» o, como ya sabemos, asegurar que puedan matar a su hijo en cualquier momento y circunstancia durante el embarazo (¿y después?, que ya hay quien lo plantea); o de garantizar que «los ciudadanos puedan afrontar con dignidad y de acuerdo con sus decisiones el tramo final de la vida, mediante una ley de muerte digna» –a saber, una ley que permita practicar impunemente la eutanasia a aquellos que estorban por su incapacidad física o psíquica o por cualquier otra razón–, son compromisos demasiado graves como para que no paremos a reflexionar.
Que a los políticos que actualmente se sientan en los escaños y dirigen los principales partidos de este país no les interesa el derecho a la vida de todos, desgraciadamente, parece una realidad que muchos ciudadanos empezamos a asumir. Pero descubrir que esto ya no causa sorpresa o indignación es algo que no debemos aceptar. Porque eso quiere decir que hemos claudicado en la defensa de los valores fundamentales. Y no es así.
La sociedad española ha sido tradicionalmente una de las más comprometidas con la defensa de la vida. El tejido de asociaciones, fundaciones y otras entidades que promueven una defensa real de la maternidad, un apoyo sólido a las mujeres en su decisión de ser madres, dando soluciones creativas al niño por nacer, ponen en evidencia el compromiso de miles de personas que, voluntariamente, han dado y dan su tiempo y su vida para construir una sociedad más justa y humana. Más humana porque ofrece soluciones reales a las personas, no imponiendo alternativas ideológicas que dan la espalda a la dignidad de cada uno. Eso no puede pasarse por alto de forma tan liviana como han hecho los señores diputados recientemente en el hemiciclo.
El Sr. Sánchez hablaba en su discurso de la necesidad de «aumentar la democratización de las instituciones de la UE para acercarlas a la realidad de los ciudadanos, de la que en ocasiones ha parecido estar desconectada». Y así ha sido y así es: dos millones de ciudadanos bajo la marca «One of Us» pidieron a Europa, haciendo uso de la Iniciativa Ciudadana Europea, que asumiera la defensa del embrión humano evitando la financiación pública de acciones que promueven su eliminación. ¿El resultado? La iniciativa ciudadana con más apoyos en Europa se encontró una Comisión Europea que impide siquiera el debate parlamentario sobre el tema desde una argumentación ideológica y no fundada en hechos, y unos políticos que promueven en la esfera nacional políticas encaminadas a seguir transitando ese camino terrible de la destrucción de seres humanos.
La sociedad española no puede dormirse. Y los medios no pueden silenciar la importancia de este debate, porque interesa. Valga de ejemplo que esos ciudadanos que reclamaron la defensa del embrión se han juntado en la Federación Europea «One of Us» por la defensa de la vida y de la dignidad humana.
El I Foro Europeo «One of Us» recuerda a nuestros políticos que la vida importa, que es el derecho fundamental y primero, y que no puede negársele a nadie.
*Coordinador general de la Federación Europea «One of Us»
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