Desapariciones
Las pistas de la batida de Manuela: un pantalón de mujer y una llave
El rastreo celebrado en Monesterio (Badajoz) para dar con la mujer, desaparecida hace más de tres meses, reunió a más de 300 efectivos. LA RAZÓN siguió a uno de los grupos que fueron en su búsqueda.
El rastreo celebrado en Monesterio (Badajoz) para dar con la mujer, desaparecida hace más de tres meses, reunió a más de 300 efectivos. LA RAZÓN siguió a uno de los grupos que fueron en su búsqueda.
Son las 8:00 horas. Todavía no ha amanecido en la localidad pacense de Monesterio. Sin embargo, decenas de chalecos reflectantes iluminan prematuramente los alrededores del albergue Las Moreras. Entre voluntarios, bomberos, guardias civiles y personal de Protección Civil y Cruz Roja suman más de 340 efectivos en un improvisado campamento base. ¿Su objetivo? Dar con algún indicio, el que sea, que los conduzca al paradero de Manuela Chavero, desaparecida en la madrugada del 5 de julio cuando se encontraba en su casa, sola. Los hay que, como Jaime y Pedro, vecinos de Monesterio, vivían a unos escasos 50 metros del hogar de Manuela y ya habían participado en batidas anteriores. «Hay que encontrarla sí o sí. Si no en esta batida, en la siguiente», dicen. Los hay como Miguel y María, que se han desplazado 80 kilómetros, desde Almendralejo, y, pese a no conocer a Manuela, se han sumado «por plena solidaridad». También ha acudido Isidro Molina, padre de Paco Molina, estudiante de Secundaria de Córdoba que desapareció hace 15 meses sin dejar rastro, o Carmen Gómez, hermana del joven espeleólogo de Mijas (Málaga) Juan Antonio Gómez, del que no se tienen pistas desde hace seis años, que han venido hasta aquí para que la familia de Manuela se sienta más arropada. Y es que ya lo dijeron Emilia Chavero, hermana de Manuela, y su marido, José Moreno: ayer no sólo tenía lugar una batida para dar con ella; era una reivindicación de los familiares de desaparecidos: deben saber que no están solos. A última hora se multiplicaron las inscripciones para participar. Ambos están emocionados ante la respuesta.
«Quien piense que esto va a ser un paseo, que se retire. Espero que nadie haya venido a comer pipas y a escribir whatsapps. Por respeto a la familia, hemos venido a trabajar», dice por megáfono José Ángel Sánchez ante cientos de voluntarios. Responsable de la Unidad de Búsqueda de la Asociación Internacional de Policía (IPA) y policía local en El Espinar, Sánchez colabora con la Fundación QSD-Global, creada por el periodista Paco Lobatón –presente ayer en la localidad–, que ayuda a familiares de personas desaparecidas. En este caso, y en coordinación con la Guardia Civil, ha sido el encargado de planear al milímetro la batida. Para ello, su equipo ha estudiado la vegetación, la hidráulica, la orografía, los desniveles, las alturas relevantes, los caminos, carreteras, pozos, balsas, arroyos y embalses de la zona. Por supuesto, han hablado con la familia, han calculado una serie de parámetros... En virtud de los resultados, tienen que rastrear 42 km2 de terreno, lo que incluye 111 caminos, 71 accesos de diferentes carreteras, 11 pistas forestales, 37 pozos y embalses, nueve sectores urbanos y 16 rurales, y varios kilómetros de arroyos y ríos. «Si no encontramos nada, no es negativo», dice a los voluntarios. «Habremos hecho un trabajo que estará a disposición de la Guardia Civil, que abrirá las líneas de investigación oportunas», añade.
LA RAZÓN acompaña a uno de los grupos durante la búsqueda. Concretamente, al que se dirige a la zona de Arroyo de la Dehesa, donde discurre el río Viar, de unos cinco metros de caudal. Son 19 personas, entre ellos personal de Protección Civil y voluntarios de la Asociación Canina de Puebla de la Calzada (Badajoz), que llevan consigo a Danko y a Yuna, perros especializados en búsquedas. Todos ellos están coordinados por un guardia civil. Se trata de uno de los 12 «puntos calientes» en el caso de la desaparición de Manuela, según el plan trazado por Sánchez. Los zarzales llegan a alcanzar los cinco metros, y pueden haber sido un perfecto escondite. Además, la zona está muy próxima a la autovía en dirección a Sevilla, más que posible ruta de huida del secuestrador. O secuestradores: si alguien hubiera querido esconder un cadáver en la zona, necesitaría ayuda de una segunda persona para ocultarlo entre las zarzas, que en estos últimos meses han crecido varios metros. Y además, también deberían tener mucha fuerza. El área ya se registró, pero de noche, al poco de declararse la desaparición. Está poblada de varios pozos y pilones. No ven nada en la superficie de uno ellos, que inspeccionan detenidamente. Sin embargo, los bomberos los registrarán a fondo más tarde. Mientras tanto, un helicóptero de la Benemérita sobrevuela constantemente sobre sus cabezas.
El ritmo de la búsqueda lo marcan los perros. Van siempre por delante. Se trata de una zona de difícil acceso, rocosa y hostil, e incluso los canes tienen problemas para adentrarse. Y es que, mientras que para los familiares, amigos y gente inexperta se les ha reservado zonas más urbanas y llanas en las que buscar, áreas como la del río Viar se han dejado para los expertos.
«Si ha pasado agua por aquí, sangre no vamos a encontrar», dice uno de los efectivos, mientras iluminan con sus linternas un túnel de paso subterráneo, de unos 30 metros. Pero las posibles evidencias empiezan a salir a la luz. Hallan un trozo de hueso en uno de los bordes del riachuelo. «Recordad: no podéis tocar ninguna prueba ni hacerle fotos. Llamad al guardia civil que esté con vosotros», les dijo José Ángel Sánchez antes de iniciar la partida. Y así lo hacen. Tras ser avisado, el agente al mando sigue el protocolo previsto: tiene que llamar inmediatamente al forense, que debe valorar la prueba. Tras mandarle una foto a través del móvil, el experto la descarta. Pertenece a un animal. No en vano están en pleno monte, donde campan a sus anchas animales carroñeros.
Entre ladridos
No mucho después, dan con una chaqueta de lana. El guardia civil la examina detenidamente, pero no cree que sea relevante. Es demasiado grande como para ser una chaqueta de mujer, y lo más probable es que provenga de un vertedero cercano. Lo reconocen: «Pasados tres meses, es muy difícil dar con algo. Y hay determinados sitios que son imposibles de inspeccionar al cien por cien». Son al menos seis horas de caminata, interrumpidas por los ladridos de los perros, que obligan a detenerse en varios puntos y cortar algunas vallas para poder acceder. Los efectivos se tienen que mojar hasta las rodillas en el río. De nuevo falsa alarma: son huesos de cabra.
En torno a las 16:00 horas, todos los grupos ya han regresado al campamento de Monesterio. La Policía Judicial tiene en su poder algunos objetos aportados por otros equipos y que, de momento, no se han descartado. Entre otras cosas, un pantalón de mujer y una llave de una casa. Es cierto que faltaba un juego de llaves de casa de Manuela, pero los análisis deberán determinar si guardan alguna relación con ella. Con todo, no cunde el desánimo. Emilia sabe que, si finalmente no se encuentra nada relevante, será hora de buscar en otro lado. Y ya tiene otros lugares en mente, que comunicará próximamente a las autoridades. Como recordó la Guardia Civil, las investigaciones no van a parar, sea cual sea el resultado de la batida de ayer. Y es que, a pesar de que la ausencia de Manuela es un vacío, más bien un abismo, imposible de sortear, los familiares pueden tener por seguro que no están solos.
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