Cuenca
Los cinco minutos que Alexander pasó en casa de su amigo Morate
LA RAZÓN accede a las dos versiones que el compañero de prisión del asesino de las dos jóvenes de Cuenca dio a los investigadores
Alexander y Sergio Morate forjaron su amistad entre sudor y pesas en el gimnasio de la cárcel. En un lugar donde los segundos se dilatan y nunca corren, los dos jóvenes tuvieron tiempo de compartir chanzas, confesiones y desventuras. La libertad los separó físicamente en el año 2009, pero los lazos del talego los mantuvieron unidos. Por eso, seis años después, aprovechando un permiso de fin de semana de Alexander, los dos programaron acudir a un concierto de reguetón en Alicante. LA RAZÓN ha tenido acceso al relato que Alexander realizó frente a los investigadores del caso. «El pasado 6 de agosto, a primera hora de la mañana, me confirmaron que podía salir de permiso ese mismo día», comenzó contando. «Mi madre me recogió y fuimos a casa en Fuenlabrada (Madrid). Serían las dos de la tarde cuando logré hablar con Sergio por teléfono. Le pregunté si se mantenían los planes que habíamos hecho dos meses antes y me contestó que sí, que iríamos juntos al concierto en Alicante».
Habían quedado en verse
Alexander, ilusionado ante la perspectiva de un fin de semana libre y de fiesta con su amigo, se encaminó a la taquilla de la estación de Atocha para preguntar por los horarios de trenes a Cuenca. Le informaron de que el siguiente disponible salía a las 16:45 y que alcanzaría su destino a las 17:47. «Justo antes de subirme, llamé a Sergio para contárselo y me dijo que los planes se mantenían: iríamos juntos a Alicante en su coche, pero que a lo mejor no todo sería inmediato y que se retrasaría». El tren llegó puntual a Cuenca. «Llamé a Sergio para que viniese a recogerme, pero me dijo que le resultaba imposible: ‘‘Tío, cógete un taxi que yo te lo pago cuando llegues a casa’’, me prometió». El importe del trayecto rondó los 12 euros. Alexander volvió a llamarle y su amigo le explicó qué números debía marcar en el telefonillo para que pudiese abrirle la puerta. «Al entrar en la urbanización de Sergio me confundí y cogí un ascensor que no daba directamente a su rellano, así que crucé la planta y llamé al timbre. Juro que no vi nada anormal ni en el rellano ni en ningún sitio».
El joven, acusado de los asesinatos de Marina y Laura, le abrió la puerta con ropa de estar por casa: una camiseta blanca sin mangas y un pantalón de chándal de color gris. «Me hizo pasar al salón. No vi ni detecté nada extraño, lo prometo. Tampoco escuché nada que me pudiera hacer pensar que en el piso hubiera nadie más, ni me comentó que hubiese cometido un delito ni me pidió ayuda para nada. Sergio me dijo que no podía ir a Alicante en ese momento y que si quería podíamos irnos juntos, pero sobre las tres de la madrugada. Le respondí que era imposible, que tenía que llegar pronto, así que me fui de su casa. No estuve dentro ni cinco minutos».
Alexander caminó hasta la estación convencional de tren, pero no había ninguno que lo llevase a Alicante. En la estación de autobuses le comunicaron lo mismo. «Tuve que coger un taxi e irme a la estación de AVE. Salí a las 20:13 y llegué a las 21:45 de la noche». Al móvil de Alexander se le acabó la batería y no fue hasta la madrugada que encontró un enchufe donde cargarlo. Al encenderlo un pitido le anunció que entraban algunos mensajes. Uno de ellos era de su amigo de la cárcel: «Salgo para Alicante mañana por la mañana. Llámame». Sin embargo, los investigadores sospechan que a esa hora Sergio iba camino de Rumanía y que mintió en sus intenciones para despistarlos.
En las dos declaraciones que realizó durante el mes de agosto se mantuvo en esta versión: nada sabía, nada había visto. Sin embargo, algo cambió el 6 de septiembre, justo al día siguiente de que Morate fuese extraditado de Rumanía. ¿Coincidencia? Dos investigadores acudieron a prisión a hablar con Alexander, que en un espontáneo brote de sinceridad, dio un giro a su relato y contó una versión alternativa de lo que ocurrió en los cinco minutos que estuvo dentro de la casa de Sergio. La nueva explicación es que cuando se enteró por la televisión de las muertes de Marina y Laura a Alexander le entró un sentimiento de pánico salvaje y una ansiedad insoportable que le impidieron siquiera conciliar el sueño esos días y que si no contó nada desde el principio, fue porque tenía miedo a los problemas que le podía acarrear haber estado en Cuenca y, más concretamente, en casa de Morate.
«Me abrió la puerta y me llevó hasta el salón», contó Alexander en la nueva versión. Es entonces cuando se produce la siguiente conversación:
Sergio: «La he cagado. La he liado gorda».
Alexander: «¿Por qué?».
Sergio: «Tengo aquí a Marina».
La afirmación provocó el pánico de Alexander que pensó que su amigo había hecho lo mismo que a su ex novia en el pasado: secuestrarla y hacerla fotos desnuda.
Alexander: «Pues yo no quiero saber nada. Me voy».
Sergio: «Si te vas, llévate las llaves de este coche y apárcamelo por ahí que está aparcado ahí abajo».
Alexander: «No pienso. Adiós».
Esta conversación, que da lugar a varias posibles interpretaciones, y que las familias de las víctimas no se creen, provocó la reacción de la fiscal jefe de Cuenca, María Isabel Gómez. La fiscal anunció que quiere sentar en el banquillo de los acusados a Alexander, pero que pretende hacerlo en un juicio diferente al de Sergio Morate.
«No tiene sentido y puede levantar suspicacias», apunta una experta penalista. «Los hechos que ocurren juntos, juntos deben juzgarse. No se puede romper la continencia de la causa y extraña que se pretenda hacer», añade. Sea como fuere, la amistad forjada por Morate y Alexander entre pesas pinta que se ha quebrado ante la posibilidad de nuevos años de cárcel. A ninguno le quedarán ganas de ir al gimnasio.
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