Accidente de tren en Santiago

Los héroes anónimos de Angrois

Los Bomberos ayudaron a sacar a las víctimas de los vagones siniestrados
Los Bomberos ayudaron a sacar a las víctimas de los vagones siniestradoslarazon

Angrois es un barrio tranquilo de Santiago. «En los sesenta años que llevo aquí, nunca he presenciado una situación tan dramática». Mari Carmen vive, horas más tarde del desastre, las labores de limpieza de los agentes de Policía y Protección Civil. «Nos quedan varios días de trabajo aquí», declara uno de los agentes. El huerto de Antonio está pegado a las vías del tren. Su casa, a escasos metros, se llenó ayer de periodistas y curiosos que sacaban sus smartphones para dar cuenta de la catástrofe. Él, sin embargo, la vivió en primera persona. Fue uno de los primeros que acudieron a ayudar a los viajeros que «no dejaban de gritar» y utilizaban cualquier cosa que tenían a mano para ayudar a las víctimas. En un primer momento pensó que un camión se había salido de la autopista, pero al asomarse vio arder uno de los vagones. Hasta las cuatro de la mañana estuvo «salvando a los que podía». Unos cincuenta vecinos acudieron con sábanas, agua, mantas y «todo lo que encontrábamos por casa», añade Mari Carmen. Ella vio cómo el tren tomaba la curva a mucha velocidad, más de la habitual: «Nunca la había cogido tan rápido, incluso a veces el tren se para al entrar. Minutos después vimos cómo saltaba uno de los vagones».

Mientras Mari Carmen corría para ayudar acompañada de sus hijas, Antonio ya se olía lo peor y no se equivocaba: «Con ver la situación de los vagones sabías que la tragedia rozaba la del 11-M. Todo me recordaba a ello». Al bajar, lo comprobó in situ: «Pisamos cadáveres, muchos de ellos sin todos sus miembros en su sitio». Tablas de madera les sirvieron de camillas improvisadas, cualquier cosa era válida en estos momentos de angustia: «Algunas vecinas trasladaron a enfermos en sus coches, aunque las ambulancias tardaron unos diez minutos en llegar». Lo que más impactó a este agente fueron los gritos de los viajeros y la cantidad de niños que había en las vías. «Tratamos de sacar a la gente como pudimos, pero los hierros nos lo impedían. Conseguimos romper algunas ventanillas y abrimos los amasijos para que las víctimas pudieran salir. Vi tanta muerte que tuve que irme», relata la vecina que se encontró con «tres supervivientes sin ropa»: «Habían salido por sus propios medios y querían ayudar». Al igual que Antonio, también tiene grabada la cantidad de menores que viajaban en el tren: «Me crucé con un señor que llevaba en brazos a un bebé, quise ayudarle pero sólo gritaba: «No me quites al niño, no me lo quites». Otra de las vecinas de las apenas veinte casas que rodean las vías, Luz Sixto, comenta cómo vio «toda una hilera llena de cadáveres, estaban todos en un lateral». También recuerda cómo «una niña salía preguntando por su madre, se agarraba el brazo, creo que lo tenía medio amputado». Ella, al igual que el resto de vecinos, apunta a la hipótesis del exceso de velocidad: «Mirábamos con envidia el AVE de Sevilla porque éste nunca corre, pero anoche lo vimos volar por primera vez».

Los tonos de los teléfonos móviles volvieron una vez más a ser testigos de una tragedia. El primer impulso de los familiares es marcar el número de sus seres queridos, esperando escuchar su voz y respirar tranquilos. Muchos lo intentaron, pero nadie estaba al otro lado para descolgar. Los testigos cuentan cómo muchos de esos teléfonos no dejaban de sonar. Ellos no podían responder, sólo seguir ayudando.