Asuntos sociales
Los niños ya no llegan ni de China ni de Rusia
Las trabas burocráticas provocan desplomes en la adopción de ambos países. Madres como Patricia tuvieron que buscar otras alternativas.
Las trabas burocráticas provocan desplomes en la adopción de ambos países. Madres como Patricia tuvieron que buscar otras alternativas.
En los últimos 18 años –hasta 2015– han llegado a España más de 53.000 niños adoptados. La mayoría, en la última década especialmente, nacieron en China y Rusia. Sin embargo, el gigante asiático ya no es lo que era. El desplome de niños que llegan a España de este continente es importante: mientras en 2011 llegaron 978 menores, en 2015 (último dato publicado por el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad) fueron 363. Y si miramos por países, la cifra es aún más desesperanzadora para los que sueñan con ser padres: en 2015 sólo se completaron 138 adopciones en China, frente a las 677 que se culminaron en 2011. Con Rusia ha ocurrido algo parecido: hace dos años sólo llegaron 131 niños, frente a los 712 de 2011.
«Es una confirmación de la tendencia sostenida. Ocurre en todos los países occidentales, incluida Italia, que aún presentaba cifras de cierta importancia», afirma Jesús Palacios, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. «Ojalá que los niños y niñas que sean adoptables y que no van a familias de otros países estén ahora siendo adoptados en su propio país. Que eso esté ocurriendo o no es una de las grandes preguntas sin respuesta», añade. Uno de los pocos países que se mantienen estables es Vietnam. En 2015, 123 niños llegaron de este país, sólo 15 menos que China. Es de los pocos que permiten adoptar a solteros, un derecho que eliminó Rusia en 2014. Patricia Altez lo sabe bien.
No se ha cumplido ni un año desde que la pequeña Coral llegó a su vida. Se decidió a ser madre soltera con 38 años. «Siempre había sabido que adoptaría a un niño, aunque tuviera uno biológico, que no ha sido el caso», explica esta madre, mientras su hija le pide música. «La llama ‘’buba’’, no sabemos por qué, pero le encanta. Y lo de bailar, más». Su odisea se remonta a 2008, cuando acudió a una reunión de la Comunidad de Madrid para futuros adoptantes. «Siempre quise adoptar en India, pero por mi condición de soltera tuve que descartarlo y me decanté por Vietnam». Tras superar los cursos y trámites, en septiembre de 2009 recibió el certificado de idoneidad. Lo siguiente era entrar en una de las listas de espera de alguna de las tres Entidades Colaboradoras de Adopción Internacional (ECAI) que trabajaban con el país escogido. Sin embargo, «en 2011 se produjo un cambio legislativo en el país y me quedé sin asignación». Llegó 2012 y nada. Tampoco recibía noticias de su ECAI. Llevaba cuatro años sin avances. «Me dijeron en 2013 que Vietnam sólo estaba asignando niños con necesidades especiales, que se consideran del ‘‘grupo dos’’». En ese momento decidió «abrir un segundo expediente en otro país, para ampliar las posibilidades. Rusia y China ya habían cerrado sus fronteras a los solteros, por lo que opté por Honduras», mientras esperaba que en Vietnam se acelerara la cosa. No tuvo suerte. «Fue entrar yo y que los procesos en Honduras se relajaran. No había nuevas asignaciones».
Desde la ECAI le ofrecieron una solución un año más tarde: pasarse a la «lista dos». «El problema es que las enfermedades que me decían que podían padecer los niños no me las podía permitir. No era posible afrontarlo», explica. Ya en 2015 «nos dijeron que los niños de la ‘‘lista dos’’ tenían problemas muy leves: una dermatitis, una hernia umbilical...». Y no lo dudó. Sólo unos meses después, le llegaba a su casa una foto de la que ahora es Coral Philan Altez. «He mantenido su segundo nombre vietnamita por si cuando sea mayor lo prefiere». Se enamoró de ella desde que «la vi esos pelillos de punta». ¿Qué problema tenía esta pequeña? Una manchita en la piel. Un hemoangioma. «Era como una verruguita roja que en La Paz le quitaron en la primera visita, pero que en Vietnam se pensaban que podía ser un cáncer de sangre». El 2 de marzo de 2016 «me la asignaron definitivamente». «En seguida se me acurrucó en los brazos. Ni lloró. Y eso que soy muy alta y para el tamaño del país debía chocarle».
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