Lotería de Navidad
A la caza de la suerte
Disfraces, ilusión y mucho humor en el sorteo celebrado en el Teatro Real en el que el espectáculo estuvo tanto o más en las butacas que en el escenario
Hay quien dice que la suerte no es fruto del azar, que la suerte es para quien la busca. Quizás fue por tomarse demasiado a pecho esa reflexión por lo que se citó más de un centenar de personas a las puertas del Teatro Real de Madrid desde casi un día antes de que diera comienzo el tradicional Sorteo de la Lotería de Navidad que allí se celebró. También por saber lo que es vivir desde dentro esos momentos tan mágicos que deja esta célebre rifa y que desde pequeños han visto desde sus casas. Poco después de las nueve de la mañana daba comienzo esa cantinela que comienza a hacerse familiar cada 22 de diciembre conforme pasan los años desde que adoptáramos la moneda común europea: «Miiiil euros».
A las 2 de la tarde del domingo llegaron los primeros que no sólo no querían perderse el sorteo en vivo, si no que querían vivirlo desde un puesto privilegiado. La primera, una señora mayor disfrazada de duendecilla verde, una extraña forma de invocar a la suerte. Otro de los primeros en llegar a la cola fue Enrique Vilches, un clásico ya del sorteo que por decimoséptima vez acudía a su celebración. «Aquí llevamos toda la noche, cantando bailando y bebiendo aguardiente que si no esto no hay quien lo aguante», comentaba con guasa este octogenario de Cebreros (Ávila), recién comenzado el sorteo. («Miiiiil euros»). Enrique no sólo acude al sorteo si no que aporta su nota de color al mismo con sus disfraces. Este año el atuendo elegido fue un disfraz de colegial travieso, sombrero rojo, camisa a rayas con la corbata metida entre los botones, llamativas bermudas con dibujos de palmeras, unos coloridos calcetines y por supuesto una mochila bastaron para que Enrique, quien otro año se disfrazara de Miliki o de Duquesa de Alba, volviera a ser de los personajes más llamativos y requeridos para fotografiarse junto a él. ¿Y qué dice su mujer? «Ya está mi marido como siempre, haciendo el tonto. Pero mientras la salud y la cabeza me lo permitan, seguiré viniendo», sostiene este singular abulense.
(«Miiiiil euros»). Pero no sólo es gente mayor la que madruga para vivir uno de los primeros y más mágicos momentos de la Navidad. Desde Málaga, Álvaro que cuenta poco más de 20 inviernos cogió un tren por la tarde y se plantó en Madrid. «Quería hacer cola desde prontito para que no me pasara como el año pasado, que pequé de novato y me quedé a las puertas sin poder entrar». El modelito elegido por Álvaro para la ocasión fue un disfraz de jeque árabe, en un intento por emular al presidente del club de fútbol de su ciudad. ¿Y si toca? «Si toca no vuelvo... bueno sí, porque los décimos los tiene mi tía, yo sólo traigo fotocopias. Si ganara «El Gordo» donaría parte del premio al comedor social de mi barrio», confesaba el joven. Mientras tanto seguía el runrún: «miiiiil euros».
Gorros de Navidad, alguna chulapa, señoras a las que el sorteo les pilló por sorpresa y tuvieron que salir de casa con los rulos puestos, algún madridista disfrazado de vikingo celebrando aún la conquista del mundial de clubes y, por supuesto «Papás Noeles» y los tradicionales baberos confeccionados con los números que cada uno jugaba pusieron también su nota de peculiaridad a la cita.
Y fue a última hora cuando llegó el momento que todos esperaban. «¡Trece mil cuatrocientos treinta y siete!», «¡Cuatro millones de euros!». Miradas entre los asistentes. «Bueno, por lo menos tenemos salud», se resignan algunos. «Habrá más suerte el año que viene», auguran otros. Tendremos que conformarnos con eso.
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