Premios Alfonso Ussía
María Campos Rodríguez, la chica detrás de una montaña de apuntes
La premiada como Estudiante del Año espera invertir el premio en mejorar su francés en un viaje al país vecino
La premiada como Estudiante del Año espera invertir el premio en mejorar su francés en un viaje al país vecino.
Empezó a hablar emocionada y acabó su intervención con lágrimas en los ojos. Porque, al final, María Campos Rodríguez, el Premio Ussía a la Estudiante del Año, no deja de ser una joven de 18 años que ha dedicado todos sus esfuerzos en el último año a conseguir un objetivo que se había marcado entre ceja y ceja. Y se emociona solo con recordar que el sacrificio valió la pena. Con su nota media de 9,9 entre el Bachillerato y la prueba de acceso a la universidad consiguió ingresar con honores en la facultad de Medicina de la Universidad de Málaga, su ciudad natal. Y, de paso, ayer recibió el aplauso del salón de actos del periódico LA RAZÓN y una jugosa beca que invertirá, según ella misma relató, en un viaje a Francia con el que espera mejorar su francés. Como le dijo el propio Alfonso Ussía, él será el primero que haga cola a las puertas de su consulta. Ayer vestía una camisa blanca, quizás como ensayo de la bata de médico que se convertirá en su uniforme diario en un futuro no muy lejano.
«Este galardón reconoce la fortaleza y la constancia. Solo puedo dar las gracias», dijo la joven justo antes de que la emoción la venciera por primera vez. Y no fue la única, pero ese silencio obligado fue sofocado por los aplausos del público. Tomando aire y tirando de aplomo, María consiguió retomar su discurso hasta en tres ocasiones. La vez que más le costó fue cuando se acordó de sus padres y de su hermano, los tres presentes en la sala. A los primeros, «por haberme dado todo lo que tenían a su alcance, algo que les agradezco muchísimo. Soy lo que soy gracias a ellos»; al segundo, por ser el primero que sufre esos días que no son tan buenos, aquellos en los que todo parece ir al revés: «Sé que descargo mi frustración en ti muchas veces».
Quizás para dejar constancia del esfuerzo que este reconocimiento lleva detrás, María se acordó del duro trabajo que desarrolló en el segundo año de Bachillerato, sin duda el más temido por todos aquellos que esperan ingresar en la universidad al año siguiente. Como ella misma dijo, en esa carrera de fondo «hay días buenos y hay días que son peores»: «Tengo 18 años, he llorado. Pero mis compañeros han conseguido que muchas veces esos llantos acaben en sonrisas», recordó. También tuvo palabras de cariño para sus profesores, los que considera parte de este logro: «Ellos son los que nos han convencido de que podíamos superar ese momento que creíamos que no iba a llegar nunca», explicó.
Ahora que ve desde la distancia ese sufrimiento sonríe, más aún cuando recuerda la montaña de apuntes del grado que le espera sobre su escritorio.
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