Brote de ébola
«Me sentiría un traidor si abandonara por el ébola»
Los otros Miguel Pajares
José Luis Garayona, agustino recoleto, cuenta su experiencia a la LA RAZÓN desde la aldea de Kamabay, en Sierra Leona, en un momento crítico.
«La situación de Sierra Leona en estos momentos es caótica y no precisa y exclusivamente por causa del ébola. Sería más fácil controlar la epidemia si no se agravase con las dos palabras mágicas: miedo e ignorancia. El miedo y la ignorancia añaden gravedad al problema. Me explico. La mayoría de los jefes de nuestras aldeas (y atendemos a alrededor de 200) no saben leer ni escribir. Vivimos en una etapa mitológica donde se cree en brujos y brujas que vuelan. Y siguen creyendo que una mujer sin ser iniciada o mutilada genitalmente nunca será bendecida por los antepasados. Todavía es más importante sembrar cacahuete y arroz que ir a la escuela. Y como método educativo prima el "flog"(palo). En este caldo de cultivo es donde el ébola se extiende sin problemas. Más, si aparece una enfermera iluminada que dice que el ébola es sólo una invención del Gobierno para realizar sacrificios rituales (costumbre arraigada en el West África) para perpetuarse en el poder. La gente enardecida intentó asaltar el hospital de Kenema, que es el centro de referencia de los enfermos de ébola, y el Ejército tuvo que intervenir. Incluso resultó herido de bala un niño de 9 años.
En este momento, el personal sanitario del país tiene pavor a entrar en las zonas de aislamiento, porque tiene la seguridad de que nunca más volverán a ver a sus seres queridos. Han abandonado el centro y el Ejército se ha movilizado para impedir que los enfermos huyan y se extienda más el virus.
Precisamente, hoy se ha anunciado que otro doctor del hospital Connaught de Freetown está infectado. Pero la pregunta es por qué se contagia el personal nativo y no los blancos cuando se les ha explicado el protocolo de seguridad. No puedo confirmarlo, pero se dice que es porque atienden a pacientes en forma privada y sin la protección necesaria. El ébola no deja de ser una oportunidad para que económicamente se beneficien algunos. Como los síntomas iniciales son como los de una fiebre tifoidea o una malaria, se infectan al no confirmar el diagnóstico con un análisis de sangre. Y sé de que hablo porque ya he padecido 20 malarias y alguna que otra tifoidea.
En Sierra Leona llevo 10 años actuando como bombero, es decir, apagando emergencias en una zona donde la mortalidad en el parto es la más alta del mundo, y donde 4 de cada 10 niños no cumplirán los 5 años. Vivo mi compromiso desde la fe y sigo creyendo que predicar el Evangelio es dar buenas noticias. Y una buena noticia para el que no sabe leer ni escribir, y por tanto no tiene futuro, es hacer una escuela. Y que, para el que bebe agua con gusanos, la buena noticia será excavar un pozo. Y disfruto viendo cómo los niños que perdieron a su madre en el parto se aferran al biberón con leche solidaria española. Y como los misioneros somos mediáticos únicamente cuando Santa Bárbara truena, pues yo lo fui también en 1998, cuando los rebeldes del RUF me secuestraron en Sierra Leona durante 14 días. Si han visto la película «Diamantes de sangre» con Leonardo Di Caprio, podrán entender cómo me sentí. Yo no soy tan guapo como Leonardo, pero yo sí estuve allí.
Los medios nos hacen santos, héroes... y los misioneros somos gente normal, con un claro compromiso y creo que con un poco de sentido común. El ébola no anda saltando por la calle, y sin dejar de ser mortal, hay medidas sencillas para protegerse.
Todos los años recibimos amigos doctores y enfermeros que nos ayudan a que nuestra pobre gente de aldeas remotas reciba, algunas veces por primera vez en su vida, una atención sanitaria gratuita. Este año tenemos a Javier Atienza, cirujano de Valladolid, que nos ha regalado sus vacaciones por segundo año consecutivo. Y tenemos también entre nosotros a Natán Redondo, enfermero de Valladolid, al que Sierra Leona le robó el corazón y que nos acompaña por 5º año consecutivo. El Gobierno nos ha prohibido seguir atendiendo pacientes puesto que no tenemos sala de aislamiento. No obstante, ellos han terminado de atender a los que operaron con cirugía menor, y alguna emergencia de niños quemados. Y se protegen con delantal, mascarilla, guantes y gafas. Y siguen su compromiso con la Misión tan tranquilos. Ah, y son agnósticos declarados. Lo digo sólo para constatar que un gran corazón no tiene color ni religioso, ni político. Vivimos el día a día con normalidad. Algún medio quisiera radiar la pandemia del ébola como si de un partido de futbol se tratase... "ataca el ébola por el lado izquierdo... a cuanto tienes el ébolaaaa...". En fin, que hoy más que nunca hay que usar el sentido común. Y el sentido común me dice que, si yo corro, primero alarmo a los míos. Y segundo no soy coherente con el cuidado que el buen pastor debe tener de las ovejas cuando viene el lobo. Pero eso es lo que nos gusta y queremos hacer porque sentimos que merece la pena seguir cerca de nuestro pueblo anunciándole que Papá Dios los ama, y que nos pide prestado nuestro corazón para hacerlo. Correr hoy no es coherente.
Intentamos en los funerales o al visitar a enfermos no entrar en contacto directo con el enfermos sin usar guantes, porque es el momento en el que es más fácil el contagio. Y sobre todo intentamos explicar cómo se pueden y deben cuidar. Sabemos que estamos expuestos porque en cada aldea se te cuelgan 100 niños de cada mano, pero tenemos la convicción de que nuestra vida está en manos de Dios y no de un virus, así se llame Ébola. Y que allí está bien. Eso no nos convierte en Kamikazes puesto que no tenemos derecho a poner en peligro la vida de nuestros semejantes, pero nos da tranquilidad para no caer en el pánico.
Llevo 20 malarias y alguna tifoidea y el doctor me dijo que debería salir antes de que el hígado dijese basta. Compré un billete de avión para el 8 de septiembre y si se cambia no será para adelantar el viaje, sino para retrasarlo. Todo va a depender de cómo se desarrollen los acontecimientos. Cuando la pandemia esté más controlada, será tiempo del adiós. Me sentiría un traidor si lo hiciese antes. El problema de las ayudas es que algunos han aprovechado catástrofes como Filipinas, Haití y ahora el ébola para enriquecerse sin escrúpulos. Yo diría, y me enorgullezco de poder decirlo, que si alguien quiere ayudar, que ponga el dinero o los materiales en manos de cualquier orden religiosa. Prometo que cada euro irá a su destino».
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